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Las camas de la discordia

Tensiones en el cierre de los históricos hospitales del Instituto Carlos III

Ana Alfageme

Dos hospitales de Madrid, de corte decimonónico, asentados en un conjunto que es monumento histórico, cierran sus puertas para trocarse en un nuevo centro, presumiblemente a la vanguardia de la investigación clínica en España. El hospital del Rey y el Victoria Eugenia cambiarán sus largos corredores, su aire fantasmal y hasta sus históricos apelativos por un edificio moderno, de varias plantas con medios diagnósticos actuales y con pacientes seleccionados: el Centro Nacional de Investigación Clínica y Medicina Preventiva. El traslado de los trabajadores y el alta de la mayoría de los enfermos ha suscitado las protestas sindicales.

En el Centro Nacional de Investigación Clínica y Medicina Preventiva hay mármol claro, ambos espacios y un fuerte olor a barniz. "Espirometría, pruebas funcionales", dice un cartel con una flecha. Los colchones de muelles, aún con plástico y de dos en dos, esperan ocupante en habitaciones neutras, tras la carpintería metálica de un gran ventanal.Y si un edificio espera, otros se despiden. Cerca de allí, en el mismo recinto, el de La Ventilla, varios pabellones alargados constituyen un testigo de los hospitales de antaño: azulejos azul claro, techos altos, largos pasillos iluminados por el sol de estío que se cuela al fondo, parterres socavados. "No se admitirán ingresos desde el 1 de julio", reza un aviso perdido entre varios folios de reivindicaciones salariales. Una enferma demacrada, con mascarilla, pasea por el corredor. Es una de las últimas estampas del histórico hospital del Rey, fragmentado en pabellones y que dejará de existir, junto con el Victoria Eugenia, en este mes de julio.

Fundados en 1925

El hospital del Rey, el Victoria Eugenia y el Infante Don Felipe fueron fundados alrededor de 1925 en la zona norte de Madrid. El primero estaba dedicado a enfermedades infecciosas y hasta su cierre ha tratado a casi todos los enfermos de síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) de Madrid, el Victoria Eugenia se destinaba a los afectados de problemas respiratorios y el Infante Don Felipe era para niños.Todo el complejo, disperso entre parterres y jardines de otra época, pasa ahora por un lavado de cara. Al edificio nuevo se han trasladado ya, entre otros, los servicios diagnósticos y los laboratorios. El personal también está de mudanza en estos días. No se ha producido ningún despido "y se ofrecen 400 nuevos puestos de trabajo", dice el director del Instituto Carlos III, Rafael Nájera.

Ha elegido llamarse Carlos y no sabe nada de traslados. Es moreno y joven, pero su debilidad se plasma en una palidez extrema. Le basta con desear que le den el alta y con sentir curiosidad por los últimos adelantos en la lucha contra la enfermedad que padece: el SIDA, que empezó a atenazarle hace un año. "Ingresé hace unos día por una diarrea. Yo me siento bien atendido aquí, pero me tuvieron que operar y para hacerme una rectoscopia, me enviaron a otro centro", recuerda.

Algunas habitaciones más allá, también en la primera planta del pabellón 12 del hospital del Rey, donde apenas quedan 30 pacientes, dos muchachos comparten cuarto y nombre. Se llaman Antonio y los dos engancharon el SIDA por la droga. Uno de ellos habla con dos colegas que han venido a visitarle. Sufre una neumonía. El otro, que tiene 29 años, está sentado en la cama, tiene dificultades al hablar, secuelas de una embolia. Ha tenido problemas en su casa y no sabe dónde ir. "¿Que nos van a trasladar?". El primer Antonio sí lo sabe; se lo dijo su madre.

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"La mayoría de los enfermos están infectados por el VIH [el virus de la inmunodeficiencia humana, causante del SIDA] u otras enfermedades infecciosas, como la tuberculosis", dice Francisco Díaz, médico ayudante, de guardia en el pabellón. Parte de su trabajo consiste ahora en desviar las demandas de atención a otros centros. "El hospital está obsoleto, le faltan medios diagnósticos", dice.

Esta opinión es compartida por los directivos de los hospitales. "Imagínese la estampa de trasladar a un enfermo en una camilla de un pabellón a otro para hacerle una radiografía, bajo la nieve, con un celador tratando de protegerle con un paraguas. Es decimonónico", dice Joaquín Márquez, subdirector de Investigaciones del Instituto Carlos III.

Un 'campus' moderno

El conjunto de pabellones se cerrará y volverá a nacer convertido en "un campus moderno, lleno de investigadores, gente joven..." Quien así habla, con aspecto de profesor de Yale, es Márquez. El conjunto acogerá la dirección general y la secretaría general del organismo, el Centro Nacional de Virología, una residencia para investigadores y el Centro de Investigaciones Clínicas, donde se alojarán de nuevo los enfermos a partir de septiembre. "Se investigará sobre las prioridades nacionales de salud, el SIDA y la hepatitis y en importantes áreas que requieran acciones preventivas, como la neumología, las enfermedades cardiovasculares y la de Alzheirner", añade.Márquez.El traslado ha motivado que el sindicato CC OO haya protestado "por la pérdida de camas" y porque el cierre "no hace sino incrementar la situación de caos funcional y sanitario del Instituto Carlos III, que con esta medida pierde el ciento por ciento de su dispositivo asistencial".

El sindicato plantea también por qué no se restauran los pabellones. "Habrá las camas equiva lentes, porque si es un centro de investigación clínica, se necesi tan pacientes", asegura Nájera, quien relaciona la protesta con las reivindicaciones salariales de los trabajadores del Carlos III. "Casi todos cobran un millón de pesetas menos que los trabajadores del Insalud y ésa es una reivindicación en la que les apoya mos", dice Nájera.

UGT, con gran implantación también entre los 1.800 trabajadores del organismo, no opina lo mismo que CC OO. Su representante, Juan Domingo García, cree en el proyecto: "El traslado se conocía desde hacía tiempo, se negoció y se tenía que haber protestado entonces".

Cuentas que no casan

En el conflicto del cierre de los hospitales del Instituto Carlos III, planteado por CC OO, hay una cifra que baila; depende de quien la maneje: el número de camas. Y una disputa terminológica: si el Carlos III habla de traslado de enfermos desde los hospitales antiguos al centro nuevo, el sindicato habla de cierre. CC OO denuncia que se perderán 400 plazas con el traslado. Juan Ibáñez, secretario de Acción Sindical, asegura que el Carlos III "ha heredado dos hospitales y lo que ha hecho ha sido dejarlos morir lentamente. No se ha invertido desde l986". Ibáñez se pregunta por qué no se han transferido las camas al Instituto Nacional de la Salud (Insalud).Rafael Nájera, director del Carlos III, replica enérgicamente: "Desde la guerra no se había invertido en estos hospitales. Ahora se han gastado 2.000 millones de pesetas en el nuevo centro y se van a tener medios de diagnóstico por vez primera". Y añade que estos hospitales fueron perdiendo paulatinamente su capacidad asistencia¡ con el tiempo: la ocupación media del hospital del Rey era de 200 camas, en los primeros años setenta, sobre las 315 teóricas. "Nadie había pensado en transferir esas camas al Insalud", dice.

"Ahora mismo, la capacidad total del hospital de Rey es de 139 camas y el del Victoria Eugenia, de 76", dice el coordinador médico del nuevo Centro Nacional de Investigación Clínica y Medicina Preventiva (CIC), Agustín Domínguez. El índice de ocupación ha rondado el 50% en ambos hospitales en los seis últimos meses, por lo que la reducción de 50 camas -el edificio nuevo tiene 160 plazas, conservando todas las destinadas a los enfermos de SIDA- no se va a notar, según los directivos. La semana pasada sólo quedaban 30 enfermos en el primer hospital y nueve en el segundo, después de que se ha ido dando altas paulatinamente y rechazando ingresos desde primeros de mes.

La capacidad del hospital del Rey, según el anuario de la revista profesional Noticias Médicas, es de 315 camas, el del Victoria Eugenia es de 225 y el del Infante Don Felipe es de 169. O sea, 709 camas en total, aunque el último hospital sólo sea un recuerdo: entre sus paredes hay una guardería y algunas consultas ambulatorias para niños.

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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