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Schengen y la xenofobia

Diego López Garrido

En el Parlamento Europeo nacido de las elecciones del 15 al 18 de junio, hay un dato que produce cierto escalofrío: la extrema derecha ha aumentado su representación de 16 a 22 escaños (sin contar el exótico caso de Ruiz Mateos en España). Pero esta cifra es mucho más elocuente al analizar dónde se ha producido en realidad ese avance: en Bélgica, Holanda, República Federal de Aleman¡a y Francia. En todos ellos (y sólo en ellos) ha subido la extrema derecha; lo ha hecho apoyándose en un programa ferozmente xenófobo y chovinista, que en cada país ha sido atizado, hay que suponer que involuntariamente, por las políticas gubernamentales crecientemente hostiles a los inmigrantes extranjeros y a los solicitantes de asilo. Se ha repetido la historia del aprendiz de brujo.Pues bien, da la casualidad de que precisamente esos países en que la extrema derecha ha prendido fuerte en el electorado son los que el 14 de junio de 1985 formularon en Schengen un acuerdo sobre apertura de fronteras, que significa que, para el próximo 1 de enero de 1990, el acceso y la residencia en esos países de extranjeros no comunitarios va a convertirse en una carrera infernal llena de obstáculos policiales, jurídicos e informáticos en la que a los extranjeros se les mete en el mismo saco que a los terroristas, delincuentes y narcotraficantes.A ese club de países de Schengen ha presentado candidatura, en un ejemplo de oportunidad el Gobierno español (EL PMS, 12 de junio de 1989, página 23). Resulta sorprendente el afán de mimetismo del Ejecutivo para adoptar las medidas más duras en lo que se refiere a circulación de personas, y las más permisivas cuando se trata de circulación de mercancías y capitales.

El acuerdo de Schengen, que, si Dios no lo remedia, será formalizado en enero de 1990, rompe con una larga tradición de hospitalidad de nuestro continente.

Es particularmente grave lo que va a suceder -lo que está sucediendo ya- con el viejo derecho de asilo para quienes piden cobijo huyendo de la persecución política.

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El casi clandestino Grupo de Trevi de ministros del Interior ha llamado "abuso del procedimiento de asilo" (se evita emplear el término derecho) al creciente número de solicitantes. Para combatirlo, el proyecto de Convenio de Schengen concibe la concesión de asilo no como la consecuencia lógica de un derecho humano, sino como una decisión discrecional y puramente política, guiada por criterios de orden público y seguridad del Estado, distorsionando y desprestigiando ¡a imagen del peticionario de asilo.

De ahí que el masivo requerimiento de visado a ciudadanos de países del Tercer Mundo puesto en práctica por la CEE durante la presidencia española se haga, contra los principios del derecho internacional, con la indisimulada intención de evitar la entrada en el país de personas huidas de sus Estados de origen o de países de primer asilo para pedir refugio. La Conferencia de Iglesias Europeas (Grupo de Trabajo de Asilo y Refugio) ha denunciado recientemente ese empecinamiento del Grupo de Trevi en vincular el fenómeno del asilo con el terrorismo, el tráfico de drogas y la inmigración ¡legal, logrando así crear la atmósfera política en la cual los tic simplistas, las políticas represivas y las imágenes negativas en la opinión pública sobre los reftigiados florecen con peligrosa facilidad.La idea legítima de represión del delito se desliza de forma imparable hasta la represión de un derecho fundamental como es el asilo, criminalizándose la figura del asilado en la percepción de la gente, con una frivolidad sobrecogedora.El proyecto de Convenio de Schengen se mueve en el amplio contexto del Grupo de Trevi, y está contaminado de la filosofia policial con la que éste contempla el fenómeno del asilo. En el texto preparado para la firma hay preceptos cuya trascendencia no se necesita exagerar: intercambio informático de datos personales completos entre laspolicías de los Estados firmantes del acuerdo de Schengen (Schengen Information System) sin permiso de los afectados; imposibilidad de elección del país de asilo para el peticionano; imposibilidad de que, tras el rechazo del asilo en un país, el necesitado de asilo pueda intentarlo en otro Estado firmante del acuerdo de Schengen con legislación más liberal: efecto extraterritorial de las decisiones denegatorias de asilo; aceptación de entrada en un Estado firmante del acuerdo de Schengen sólo si la persona en cuestión tiene permiso para entrar en todos y cada uno de los demás Estados firmantes; obligación de sancionar a las compaflias aéreas que hayan transportado a ciudadanos no-Schengen sin los documentos requeridos, lo que, aplicado a los solicitantes de asilo, significa lisa y llanamente la negación del derecho de asilo y del derecho a las garantías procesales, trasladando competencias soberanas de un Estado a una compañía privada, etcétera.

El acuerdo de Schengen, en suma, significa la virtual destrucción de la Convención de Ginebra de 1951 y del Protocolo de Nueva York de 1967 en aspectos capitales.

En realidad, el fantasma de la invasión tercermundista sobre Europa es una falacia si nos atenemos a las frías estadísticas.

ADarte de Oceanía. resulta oueEuropa es el continente donde menor número de refugiados hay: 711.500 (cifras de 1987). Contrasta con la situación de América, donde hay 1.792.100 refugiados, África (3.975.900) y Asia (5.668.400).

Y dentro de la CEE, España es el país que menor porcentaje de extranjeros residentes tiene en relación con la población: 0,6% (la República Federal de Alemania tiene cerca de un 10%, y Francia, cerca de un 7%).

Como siempre, las grandes corrientes políticas adquieren su explicación a la luz del contexto histórico en que se sitúan. ¿Por qué la Europa acogedora de la posguerra ha devenido en una Europa recelosa y crispada progresivamente respecto de lo extranjero, con peligrosas actitudes xenófobas y racistas no combatidas por las mayorías políticas? ¿Por qué el derecho de asilo está hoy en crisis en Europa?

En el mundo de la posguerra, y en un clima de guerra fría, lossolicitantes de asilo eran europeos, sobre todo europeos del Este. Se estableció así una relación ideológica natural entre el refugiado víctima del comunismo y la generosidad occidental. Había también razones económicas: los refugiados eran útiles para economías necesitadas de brazos y de cerebros en países no tocados por la 11 Guerra Mundial (EE UU, Canadá, Australia, Israel). Cuando el Alto Comisionado se creó en 195 1, la cuestión de los refugiados funcionaba en un contexto occidental. Europa era la gran exportadora de refugiados, casi en su totalidad, y la Convención de Ginebra de 1951 tenía explícitamente ese límite geográfico. Pero, a partir de los años setenta y en los ochenta, la situación ha dado un vuelco espectacular a raíz de los sangrientos conflictos que han sacudido Asia, África y América Latina. Entre 1980 y 1987 la proporción de demandantes de asilo provenientes del Tercer Mundo ha pasado, en Europa, del 35% al 75%, de los cuales sólo menos de un tercio lo obtienen, a pesar de que en Europa hay un 5% escaso de los refugiados existentes en todo el planeta.

Lo anterior explica que desde 1985, fecha del nacimiento del acuerdo de Schengen, se haya endurecido profundamente la política de asilo en los países ricos de Occidente. La justificación del mercado único y la abolición de fronteras se muestra como un pretexto hueco. Cuando en los foros internacionales los derechos humanos están en boca de todo gobernante responsable que se precie, el derecho de asilo es denegado sistemáticamente.

El derecho de asilo se ha ido degradando a medida que la calidad del solicitante de asilo ha descendido; solicitante que, en la mayoría de los casos, no puede acreditar documental y legalmente su condición de tal Esa es la principal razón de la marea xenófoba europea, expresada preocupantemente en las elecciones al Parlamento Europeo.

Por eso, este Parlamento tiene una importante primera tarea: demostrar que su vocación humanista y democrática no es divisible, y que el artículo 14 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano es aún, en su bicentenario, un texto vigente para los hombres y mujeres que aman a la Humanidad.

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