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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La astucia de Barranco

Aunque me considero un ciudadano inexperto en cuanto a leyes y procedimientos administrativos, creo haber descubierto el método ideado por el alcalde de Madrid para reducir cualquier tipo de déficit de caja, del tamaño que sea, y financiar obras sociales para los ciudadanos, sin límite presupuestario.Por si algún otro alcalde no tiene la inteligencia del nuestro, me permito indicarles las líneas básicas de su esquema, de inmediata aplicación en cualquier ciudad.

Todo consiste en situar uno o más agentes de circulación en puntos estratégicos de la red viaria. El número de agentes conviene que sea proporcional al tamaño del agujero presupuestario municipal. Lo que hay que pedir al agente es que apunte matrículas de los vehículos y el día y la hora en que pasan. Eso es todo.

La ubicación de los agentes en el tejido urbano es de importancia secundaria. Si se sitúan en vías de mucho tráfico, la congestión, con velocidades medias próximas a cero kilómetros por hora, facilitará su labor. Por eso da igual la situación de los agentes, al menos en Madrid.

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El siguiente paso es mandar a los propietarios de tales vehículos una carta en un sobre que ponga certificado, pero que no tiene que propiciar ningún tipo de acuse de recibo por parte del destinatario, en la cual se le denun-

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cie por cualquier tipo de infracción y exigirle que pague la correspondiente sanción. Eso sí, conviene dar al denunciado la posibilidad de un descuento del 60% por pronto pago, es decir, por aceptar la arbitrariedad con espíritu borreguil y sin generar burocracia.

El procedimiento es magnífico y sin posibilidad de fallos: el agente tiene presunción de veracidad, por lo cual lo que él dice es ley en la instancia administrativa. Como para llegar a una instancia superior hay que usar de un procurador y eso es mucho más caro -y la Administración no suele ser condenada en costas-, el propietario del vehículo paga, sin riesgo alguno para el Ayuntamiento.

Por supuesto, no conviene que el agente detenga al vehículo acusado, por ejemplo, de circular delante de sus narices por un carril-bus, o de hacer caso omiso a sus evidentes indicaciones. Eso sería una pérdida de tiempo y de eficacia y podría dar pie a discusiones no deseables.

El sistema es muy perfeccionable. Por ejemplo, si las cartas conminatorias se depositan en los buzones en períodos tradicionales de vacaciones, el reo pierde, con casi total seguridad, la posibilidad de recurrir y de aceptar el descuento, con lo que paga seguro y, además, el ciento por ciento.

Y una última sofisticación podría ser no disponer a los agentes en la vía pública; sería mucho más cómodo para ellos quedarse en sus acuartelamientos. En los listados de impuestos de circulación que el propio Ayuntamiento posee figuran matrículas de los vehículos y direcciones de sus propietarios. Acusar de cualquier cosa a un vehículo en las proximidades del domicilio de su propietario tiene grandes probabilidades de éxito. Y, al fin y al cabo, el que alguien consiga demostrar fehacientemente "a juicio del Ayuntamiento" que su vehículo no circulaba por esa zona ese día y a esa hora no supone gran menoscabo para la dignidad de los gestores del procedinúento. Como mucho, una pequeña frustración por el fallo recaudatorio muy fácilmente subsanable por aplicación reiterada del método descrito.

Señores alcaldes, copien al señor Barranco y solucionen sus problemas financieros y sociales.- Enrique J. Calderón.

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