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INTELECTUALES EUROPEOS

Emmanuel Levinas: "Somos hijos de la Biblia y de los griegos"

El pensador lituano inauguró el ciclo 'El sujeto europeo' en la Residencia de Estudiantes de Madrid

, Emmanuel Lévinas (Lituania, 1905), autor de Totalidad e infinito, De la existencia a lo existente y Ética e infinito, que fue discípulo de Heidegger y Husserl, es considerado como el filósofo de la ética y, al tiempo, el gran moralista del pensamiento europeo contemporáneo.

La presentación del ciclo, que corrió a cargo de Ludolfo Paramio, clarificó los objetivos y dio justificación al mismo: "Nuestro país está confrontado hoy a una paradoja de peso: por una parte necesita que se le reconozca plenamente en Europa, y por otra tiene que vérselas con su identidad fragmentada -multirregional- ¿Cómo es posible articular el ser particular de este país con su necesidad de universalidad? ¿Cuál va a ser el estatuto del sujeto europeo? ¿En qué se va a modificar la relación con el otro? ¿En el marco de qué ética?".

Las interrogantes abiertas por Paramio continúan hasta concluir con la pregunta más inquietante: ¿Estamos ante una segunda revolución individualista? Sin embargo, Lévinas centraría su intervención en el terreno de la ética, y fundamentalmente en la relación con el otro, eje central de su pensamiento.

El pensador lituano parte para su concepción de la unicidad del yo del principio de que "nadie puede sustituimos ante la responsabilidad frente al otro"; por tanto, la ética es "el acto constituyente del yo", en el cumplimiento de una responsabilidad que "duerme en el amor".

Lévinas pone de manifiesto -y en primera instancia- la raíz deísta de su filosofía, que pudiera para el no iniciado resumirse en un intento de comprender "lo que de divino haya en el hombre".

La Biblia y la lógica de los griegos, que Lévinas estima en retorno al pensamiento contemporáneo, están en el origen de su discurso: "La primera filosofía es la ontología como ética. A partir del yo constituido en la responsabilidad, que también podríamos llamar conocimiento".

Ante una cierta acusación de misticismo, Lévinas prefirió no admitir la idea de pasión en su discurso: "No hay pasión, se produce un conocimiento del otro, una reflexión sobre el plural de los demás, y allí -en la pluralidad- debe de suceder algo más, pero ¿cómo podemos dividirnos? Estamos obligados a hacer justicia, pero la justicia siempre es una disminución de la caridad. La justicia del Estado debiera acercarse a la gratuidad de la caridad, a la sabiduría griega. Debiera pensarse a partir de la responsabilidad con el prójirno".

En las leves alusiones que su discurso permitía con respecto a la realidad social, Ernmanuel Lévinas habló de Europa en estos términos: "En el intento de suprimir las fronteras se entrevé una subordinación de la justicia del Estado a la caridad". A modo de eslogan electoral que ningún candidato haría suyo, proclamo: "Más caridad y más trascendencia".

La trascendencia, que nace en el hombre ("el primer animal desinteresado") de fuentes para él desconocidas, es el gran misterio, "el objetivo de toda indagación", y al mismo tiempo la causa de que pueda ser único cada hombre.

Lévinas aleccionó a sus oyentes contra la construcción de grandes sistemas de pensamiento: "Es terrible cuando lapequeña bondad (aquella que nace del intercambio) se convierte en principio rector y constituye un sistema. Sea tanto una Iglesia como un partido, es algo muy peligroso. El estalinismo es el prototipo".

Ante la ausencia de sistema, Lévinas propone el diálogo permanente, algo así como los principios trotskistas aplicados a una dialéctica espiritualista. "El diálogo es una forma de dramatizar, es llegar al otro, que siempre es más importante que lo dicho. El pensamiento es también un diálogo, un llamamiento al otro. La bondad nacida del diálogo es la espiritualidad misma".

En el coloquio que dio por finalizada la sesión de la mañaría, que había sido introducido por Fernando Savater, Lévinas fue interpelado por varios asistentes. Uno de ellos, frente a la idea de donación que sostenía Lévinas como origen de la unicidad del yo, planteó la posibilidad de cambiarla por la de intercambio, aduciendo la ventaja de que en el intercambio se introducen elementos del lenguaje susceptibles de ser analizados.

Tal propuesta dio pie a Lévinas para desarrollar de forma aún más radical sus propuestas: "Un sujeto finito nunca hubiera podido concebir la idea de lo infinito. Esa idea de infinito existe dentro de él. Lo que yo he desarrollado no es la idea de reciprocidad, que conlleva a su vez la de concesión. Hablo de la donación y de la santidad. Un hombre puede llegar a morir por otro desinteresadamente, esto es real aunque no lo recojan las estadísticas". Lévinas concluyó apuntando la dirección de sus próximos trabajos. "Voy a escribir varios artículos sobre algo que Heidegger no hizo. Para él, con la muerte toda relación con lo a eno desaparece. A mí me interesan los éxtasis del tiempo. El pasado, el pasado puro, en el que somos responsables del prójimo en préstamo, y el futuro, donde soy responsable de un hombre que jamás he visto".

Lévinas, a sus 84 años, hizo gala de la máxima heterodoxia partiendo de la tradición.

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