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Le Carré entusiasma a la crítica, internacional con su última novela 'The Russia house', editada en Nueva York

El escritor John le Carré, seudónimo del ex diplomático y antiguo agente de los servicios secretos británicos David Cornwell, una vez más "ha venido del frío" y ha dado -como la dio con El topo, El honorable colegial y otras novelas suyas de gran éxito- en la diana. Su nueva novela, The Russia house (La casa de Rusia), publicada en Estados Unidos esta misma semana, ha constituido un clamoroso éxito de crítica y de público, y la predicción es que esta novela de espionaje encabezará muy pronto la lista de los éxitos de ventas mundiales.

Las críticas literarias hablan en este caso por sí solas. "Un clásico de Le Carré. Una excitante historia de espionaje, rica, penetrante, incisiva" , dice The New York Times. "Un ritmo que no decae. Una conspiración de suspense impresionante. El libro constituye todo un thriller que requiere una segunda lectura como un verdadero tratado de nuestros tiempos", añade el (Time Magazine.Pero el elogio no procede sólo de Occidente. Los críticos soviéticos la han aclamado por igual. El decano de la facultad de Periodismo de la universidad de Moscú, profesor Y. N. Zasurki, considera que The Russia House pone de manifiesto la necesidad de apartarse de la sospecha mutua (entre los dos sistemas que dividen al mundo) y caminar hacia un reconocimiento de los valores mutuos". El mejor homenaje soviético a la obra de Le Carré es la decisión del semanario Ogonyok, la revista más popular de la URSS, de serializar el libro en el futuro.

El retiro de un espía

John Le Carré, el seudónimo literario del ex diplomático y agente del servicio secreto británico David Comwell, escribió The Russia House -nombre con que los servicios de información brtánicos designan el edificio del MI-5 que centraliza en Londres las actividades de espionaje dirigidas a la Unión Soviética- después de realizar dos viajes a la URSS en la primavera y el otoño de 1987. El mundo que se encontró, en plena apoteosis de las políticas de perestroika y glasnost impulsadas por Mijail Gorbachov, no era precisamente el mismo que el descrito en sus anteriores novelas, desde El espía que surgió del frío hasta la trilogía de George Smiley -Tinker, taylor, soldier, spy (Calderero, sastre, soldado, espía), The honourable schoolboy (El honorable colegial) y Smileys people (La gente de Smiley)-. Durante su estancia en la Unión Soviética, Le Carré se entrevistó con todo tipo de personas, principalmente autores y escritores, e incluso mantuvo una reunión con el disidente Andrei Sajarov.

Significativamente, el autor se negó a entrevistarse con el espía británico Kim Philby, a quien nunca perdonó su traición. Philby, que se refugió en Moscú después de haber pasado durante años secretos occidentales a los soviéticos junto a Guy Burgess, David MacLean yAnthony Blunt, murió pocos meses después. "No puedo asistir una noche a una recepción presidida por la reina de Inglaterra y entrevistarme poco después con quien ha traicionado a su país", comentó Le Carré.

La idea central de ne Russia House asaltó al autor durante ese viaje. "Nunca pensé que se produciría el deshielo durante mi estancia en este mundo", declaró John Le Carré a Charles Trueheart, de The Washington Post. En esa misma entrevista, Le Carré se declara "rejuvenecido". "Puede que me equivoque, pero creo que a partir de ahora voy a producir mejor".

El argumento de The Russia House es, en opinión de los críticos, apasionante, y el lector queda prendido en la trama en la primera decena de páginas del libro. Su enunciación es sencilla. Aprovechando una exposición de videocasetes en Moscú, una misteriosa mujer, Katya, entrega una serie de libros de notas manuscritos a un vendedor polaco nacionalizado británico, con el apremiante ruego de que los haga llegar a un publicista británico, que no se ha presentado en la exposición a pesar de tener un pabellón reservado para su empresa.

El destinatario ausente, Bartholomew Scott Blair, un borracho y mujeriego más conocido por Barley, se convierte en el personaje central del libro.

Los cuadernos manuscritos proceden de un físico soviético, bautizado inmediatamente por los servicios occidentales de espionaje como Bluebird, y en ellos se pasa una serie de informaciones científicas tendentes a demostrar que la capacidad tecnológica de la Unión Soviética es infinitamente inferior a lo que se piensa en Occidente. El mensaje es meridianamente claro, y el propio Bluebird lo explica con las siguientes palabras: "Los estrategas norteamericanos pueden dormir tranquilos. Sus pesadillas no pueden materializarse. El caballero soviético se está muriendo dentro de su armadura".

Conspiración y 'suspense'

Una vez que han sido descifradas las complicadas fórmulas que acompañan a tan sensacionales declaraciones e informaciones, la preocupación del MI-5 y de la CIA es establecer inmediatamente la autencidad o la falsedad del mensaje que ha caído en sus manos.

El dilema que se les plantea puede formularse de esta manera: ¿se trata este mensaje de un anzuelo del contraespionaje soviético para que los países de Occidente bajen la guardia, o por el contrario su contenido es verdaderamente real? Y, en caso de ser real, ¿cómo justificar después de verificarlo la carrera armamentista y la producción masiva de armas y la invención de nuevos sistemas de destrucción?

Para intentar llegar al fondo de estas graves cuestiones, el MI-5 convoca y convence a Barley -que, a pesar de su desastrosa conducta personal, es el destinatario de los documentos- de que su país le necesita, y le envía dentro del territorio de la Unión Soviética para que allí entre en contacto personal con Bluebird.

Tal como escribe el crítico Paul Gray en su análisis del Time, "sin apenas un átomo de sexo, sin violencia y sin escenas truculentas, John Le Carré ha construido en su novela una conspiración de impresionante suspense".

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