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'Metrópolis' ofrece un monográfico sobre el cineasta británico Derek Jarman

Andrés Fernández Rubio

Pintor, escenógrafo de ballets y óperas, director de videoclips -de Marianne Faithfull a The Smiths, pasando por Bryan Ferry o Marc Almond- y, sobre todo, cineasta experimentador e independiente -Sebastianne, Carapaggio, The last of England-, la trayectoria de Derek Jarman, británico de 46 años, será recogida hoy en un programa monográfico de Metrópolis. Homosexual, Jarman decidió hacer público que es portador del virus del SIDA con el fin de ayudar a que "la gente se abra y pueda paliar así el trastorno psicológico".

Su penúltimo filme, The last of England, recibió el premio especial del jurado en el Festival de Cine de Madrid el año pasado. Se cuenta en él la transformación social de los últimos años en el Reino Unido desde la cruda visión de Jarman, quien observa en el Gobierno conservador liderado por la primera ministra la semilla que está haciendo germinar en su país "un movimiento fascista". "El thatcherismo", dice, "es un nuevo poujadismo, aquel tendero que quería gobernar Francia. Ella también surge de una tienda, y la mentalidad de los suyos está llena de envidia y de inseguridad. Por eso toman como enemigo a cualquiera que haga superficiales sus miedos más profundos".Jarman fue pintor hasta que realizó el vestuario de la película de Ken Russel Los diablos. Alguien le propuso dirigir más tarde, y él tuvo dos ideas: la vida de san Sebastián y una adaptación de La tempestad. Ambas las llevó a cabo. De su versión shakespeariana se dijo que estaba entre las mejores de las realizadas nunca para el cine. Con Caravaggio también sorprendió favorablemente a los críticos, en el festival de Berlín de 1986. Su última película, War requiem, antibelicista, se sirve de la música de Benjamin Britten.

Ahora Jarman ha vuelto a la tranquilidad de la pintura. La causa es el virus del SIDA. "Ha cambiado todo desde hace dos años; por una parte, la gente te mira diferente, te evita, y por otra, en tu vida personal lo sexual también cambia y te fijas en cada pequeño movimiento orgánico y exterior del día a día. De todas formas, no me obsesiona la idea de la muerte. La gente debe abrirse para paliar el trastorno psicológico que esto supone, y como presión, para que políticamente no pueda utilizarse el miedo al SIDA en legislaciones represivas".

Metrópolis. Por TVE-2 a las 0.25.

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