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El fotógrafo Robert Mapplethorpe muere en Boston, victima del SIDA, a los 42 años

Fue en su campo el artista de mayor impacto en las dos últimas décadas

El fotógrafo norteamericano Robert Mapplethorpe murió ayer, a los 42 años, víctima de¡ SIDA en un hospital de Boston (EE UU). Mapplethorpe, famoso en todo el mundo por sus retratos y desnudos, alcanzó la celebridad en la pasada década con sus fotos de la cantante de rock Patti Smith, para la que realizó la portada de su álbum Horses. Hace cinco año, la galería Fernando Vijande de Madrid expuso una muestra de su obra, que fue siempre crónica de su vida diaria, en la que pudieron contemplarse sus retratos de lord Snowdon, Williams Burroghs y de la atleta Lisa Lyon. Su muerte supone la pérdida de una mirada elegante y peligrosa.

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Tenía 42 años y era probablemente el fotógrafo de mayor impacto surgido en el panorama internacional de las dos últimas décadas. A lo largo del pasado verano, el museo Whitney de Nueva York -la ciudad en la que había nacido y en la que había desarrollado gran parte de su producción fotográfica- venía a reconocer el alcance e influencia de Robert Mapplethorpe con la celebración de una extensa retrospectiva de su obra.Mapplethorpe se formó artísticamente en el Pratt Institute neoyorquino, y de hecho su labor no se centrará en el medio fotográfico hasta la segunda mitad de los setenta. En la etapa anterior, sus primeras producciones se mueven en un ámbito más fronterizo, en el que el uso de la fotografía como soporte básico de la imagen se inserta -junto con el collage, la manipulación del color, la idea de secuencia y la alteración de formatos y enmarcados-, dentro de una actitud marcada por herencias de corte pop y conceptual.

El lado salvaje

Desde esos primeros trabajos, se advierte la presencia de dos rasgos que han definido tanto el desarrollo ulterior del trabajo de Mapplethorpe como el tono de su leyenda. Uno es, por supuesto, el carácter extremadamente explícito de sus referencias sexuales, de esa poética del lado salvaje, poblada de alusiones a la homosexualidad y a la parafernalia sadomasoquista, que entre el morbo y el escándalo, crearía la resonancia más superficial en torno a su figura.

El segundo rasgo apunta hacia la compleja y sofisticada trama formal, impregnada de perspectivas que apuntan hacia otras esferas del arte, del pasado o de la vanguardia, y en la que radica la fascinación más sutil de la obra de Mapplethorpe, su magistral sentido de la composición, de la luz, las gradaciones y las texturas.

De la conjunción de ambos -la suntuosa y elaborada rasgostrama del lenguaje y esa exaltada exploración del deseo, aún en sus recovecos más duros-, surge, lejos de las complicidades mecánicas o de las reacciones mojigatas, la dimensión íntima, desgarrada y sutil, de los cantos luminosos de: este gran poeta del cuerpo. Sus desnudos masculinos, que se cuentan entre los más deslumbrantes de toda la historia del género, sus formas florales, cuyas armonías curvas forman otra metáfora del deseo, o su galería de retratos, con la que abre una incisiva lectura panorámica acerca de sus contemporáneos, han cimentado la fama, hoy ya imperecedera, del arte de Robert Mapplethorpe.

Sobre ese tejido, se despertó precozmente el reconocimiento de su obra, tanto en los Estados Unidos como internacionalmente. En 1977, Mapplethorpe fue seleccionado para la VI Documenta, de Kassel, certamen al que volvería, ya en pleno éxito, en 1982. Desde entonces, su obra ha estado presente en las galerías y museos más prestigiosos delpanorama mundial. El ICA y la National Portrait Gallery de Londres, el centro Pompidou de París y el Stedelijk de Amsterdam presentaron, durante los años ochenta, muestras personales del fotógrafo neoyorquino. En Madrid, en 1984, pudimos ver también una espléndida antológica parcial de su obra, presentada por la galería Fernando Vijande.

Televisión Española emitió también en 1987, en el programa La estación de Perpignan, un amplio reportaje en varios capítulos y una entrevista de Paloma Chamorro con el fotógrafo.

El núcleo fundamental de la obra fotográfica de Mapplethorpe se ha centrado, en todas sus series, en el trabajo en blanco y negro, medio en el que obtenía gamas de tonos extremadamente delicados. En principio, el empleo del color se había planteado únicamente en las etapas iniciales de su trayectoria, aunque en los últimos dos años volvió a interesarse por él.

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