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Antoni llena

Colgar los hábitos para dedicarse al arte conceptual

Para Antoni Llena, pintor catalán cuya obra singular ha sido hasta ahora ignorada y desconocida fuera y dentro del país, el arte no es sino una forma de vida. Sintió la necesidad de crear cuando, siendo todavía un monje capuchino, se dio cuenta de que sólo el lenguaje plástico, la pintura, le permitía expresar sus contradicciones como ser humano. Fue el primer pintor conceptual en España, y su obra, de un marcado carácter efímero, puede verse expuesta ahora en la Fundación Miró, de Barcelona.

No ha resultado nada fácil reunir la obra de Antoni Llena para esta especie de muestra antológica en la Fundación Miró, dado el carácter efímero de su arte, que lo ha impulsado siempre a utilizar materiales de corta vida, como el papel, en su obra más reciente, o los polvos de talco o el agua en sus inicios, en los años sesenta. "En esa primera época", explica, "hice cientos de piezas que han desaparecido. Con ello intentaba poner en evidencia contradicciones como la del arte y el comercio o el arte y la vida".Fue el crítico de arte Alexandre Cirici el único que acudió a la llamada de Antoni Llena, entonces un joven monje en los capuchinos de Sarriá, que pintaba en su celda, autodidacta, alejado del mundanal ruido y ajeno por completo a la existencia de un movimiento artístico denominado arte pobre o arte conceptual, en el que su obra podía inscribirse. También Antoni Tàpies tuvo ocasión de conocer esa primera etapa creadora de Llena. Su amistad, que aún perdura, nació el 9 de marzo de 1966, cuando tuvo lugar el asedio al convento de los capuchinos de Sarriá, donde se habían encerrado intelectuales y artistas catalanes antifranquistas.

Dos años después, en 1968, colgaba los hábitos. El pintor, nacido en Barcelona en 1943, entró en la orden a los 15 años, más empujado por las circunstancias que por una verdadera vocación religiosa. "Durante tres años viví muy entregado a la mística. Tuve arrebatos místicos extraordinarios. Pasaba por puertas de vidrio, me cortaba y no me enteraba. Luego vino una etapa de rechazo de la mística porque el místico huye de las contradicciones y, en cambio, como pintor, me interesaba expresarlas y jugar con ellas".

A finales de los sesenta tuvo oportunidad de exponer sus trabajos en Barcelona y en Lérida, a pesar de que afirma que no le importa que nadie vea su obra, pero sí considera importante poder explicar su actitud, su voluntad artístíca. Por esa razón, en una exposición en Lérida acabó retirando sus esculturas de papel y sólo dejó el dibujo de las sombras de éstas.

Su último trabajo conceptual fue la burbuja disecada, hecha de jabón y disolvente, envuelta en una bolsa de celofán, que Tàpies compró y que ahora puede verse en la Fundación Miró. Luego, de 1970 a 1980, dejó de pintar, aunque, de hecho, Llena jamás ha utilizado el lienzo o la pintura propiamente dichos.

Y de pronto, un día volvió a sentir la necesidad de expresarse. Compró papeles de colores y empezó a recortalos con ayuda de una tijera, "y sentí que se cerraba un ciclo vital en mi vida, porque también de pequeño solía sentarme en un rincón de casa a recortar papeles".

Su obra, constante desafío a las convenciones y límites del arte, no le ha dado para comer. "Vivo trabajando en fotografía".

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