_
_
_
_
_
16º FESTIVAL DE OTOÑO DE PARÍS

La continuidad caracteriza una edición sin sorpresas ni riesgos artísticos

Como es ya casi habitual en la programación del Festival de Otoño de París desde hace algunos años, en su 16ª edición no hay sorpresas. El de 1988 es un festival correcto, perfectamente organizado y sin riesgos. Se tiene la impresión de que poco a poco ya perdiendo la vitalidad que le caracterizó durante muchos años, esa energía inicial que, a partir de la década de los setenta, dio a conocer a los parisienses artistas que en cada momento realizaban un arte profundamente personal, con una sensibilidad y una forma de decir diferente.

Esta edición, que se prolonga desde el pasado 23 de septiembre hasta el 31 de diciembre, es la del confort. El festival se desliza por senderos conocidos, apoyado en los hoy valores seguros -algunos de los cuales el festival presentó cuando todavía no lo eran-, como Messiaen (un solo programa), Stockhausen (una amplísima programación que incluye Montag aus licht), Merce Cunninghan (Five stone wind) o Tadeusz Kantor con una obra, casi un resumen de su trabajo, No volveré jamás.En el terreno de la danza, dos bailarinas de estilos y temperamentos diferentes, la alemana Susana Linke, con su homenaje a Dore Hoyer, poco conocida en Francia, y la norteamericana Dan Reitz, con Circumstancial evidence, mágica y misteriosa.

Por lo que respecta al teatro, con motivo de un doble aniversario -la muerte de Stanislavski (1938) y la fundación del Teatro Artístico (1898)-, el festival dedica un ciclo al teatro ruso, dirigido por cuatro directores que son otros tantos ejemplos de la influencia del primero sobre el actual teatro soviético. Efrenov dirigirá dos obras de Chejov, El tío Vania y La gaviota; Leo Dodine, un siberiano nacido en 1944 que estudió con un discípulo de Stanislavski, montará Hermanos y hermanas, basada en la trilogía de Los Priasline, de Fiodor Abramov; el hoy famoso Anatoli Vassiliev, un director riguroso y de extrema precisión, dirigirá El aro, de Victor Slavkin, y Eriomine, La sala número 6, basada en una novela corta de Chejov y que sin duda será el espectáculo ruso más inhabitual de los que componen el programa, completado por un ciclo de cine soviético: una retrospectiva de Lev Koulechov, cine mudo, una integral de Paradjanov y una película de recientísima filmación.

El alemán Peter Stein montará Las tres hermanas, también de Chejov, en una versión más simplificada que la original de Berlín debido a lo complicado del montaje, que impide su traslado, y Peter Zadek presentará la obra quizá menos conocida de todo el festival, una versión de Lulú anterior a la por todos conocida, que Wedekind escribió en 1894, pero que nunca utilizó por temor a las complicaciones con la censura. Los últimos días de la humanidad, de Karl Kraus (uno de los incondicionales defensores de Wedekind), "mezcla de farsa, poema dramático y opereta", forma parte del ciclo austriaco, que incluye, además, Por los pueblos, de Peter Hadke.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_