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" ¡Que venga Bruno Walter!"

Era el año 1947. Arthur Rodzinski ensayaba una composición de Gustav Mahler con la Filarmónica de Nueva York, de la que entonces era titular. En un cierto momento preguntó a los instrumentistas, con algo de impaciencia: "Señores, ¿qué podemos hacer para mejorar esta interpretación de Mahler?". Un profesor alzó el brazo y dijo: "Váyase y haga que venga Bruno Walter". Ese día Rodzinski no se fue, pero sí se marchó de la Filarmónica al año siguiente: precisamente Bruno Walter fue su sucesor al frente del conjunto.Esta historia, no apócrifa, pone de manifiesto la capacidad, ya tradicional, de este conjunto americano para dejar atónitos a los osados que se atreven a dirigirlo. En la década de los cincuenta, un músico de la orquesta comentaba a otro a propósito del mismo Walter": "Fíjate, hemos necesitado cinco años para que se diera cuenta de que no tenía nada que enseñarnos".

Con Stokowski hubo pocas bromas: el viejo maestro, ante un comentario fuera de tono, podía escuetamente despedir de plantilla al temerario. Eso sí, no insultaba ni tiraba objetos contundentes al infractor, como hiciera Toscanini en los años treinta. Quizá porque sabían de su perdurable buen carácter, los filarmónicos, cuando tuvieron que elegir entre Leopold Stokowski y el griego Dimitri Mitropoulos, se decidieron por este último: ortodoxo griego devoto, con el camerino lleno de estampas y cruces, Mitropoulos no era hombre de modales fieros ni temple luchador. Todavía hoy algunos componentes de la Filarmónica piensan que acaso le gastaron demasiadas bromas. Con todo, les quería y ellos le querían: como Bernstein, después de él, llamaba a todos por su nombre. James Galway, el virtuoso de la flauta, solista un día de la Filarmónica de Berlín, recordaba hace poco que Karajan, después de 30 años de trabajo, sigue dirigiéndose a los miembros de su orquesta en términos de primer trompeta o tercer violonchelo, jamás por sus nombres. La única orquesta estadounidense que Karajan ha dirigido en suelo americano es, por otra parte, la Filarmónica. Tras su primer concierto, un instrumentista comentó acerca del maestro austriaco: "No marca demasiado mal".

Cuando a Zubin Melita se le pregunta hoy día por qué toca menos obras de Mahler en Nueva York que en Viena, responde: "No quiero que me digan que llame a Bernstein". Con ello demuestra que se sabe al dedillo todas las historias, pasadas y presentes.

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