_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

De Praga 68 a Moscú 88

Es muy natural que la atención de la opinión pública y de los gobiernos occidentales se centre en la perestroika y la glasnost de Gorbachov, teniendo que olvidar aquello que pueda desmerecer en algo a este protagonista. No se trata solamente de un nuevo intento de reformar el modelo estalinista de socialismo (anteriormente ha habido otros: en Hungría, 1956; en Checoslovaquia, 1968; en Polonia, 1980-1981), sino que es la primera vez (exceptuando la contradictoria postura de Kruschov) que los cambios se imponen en el centro mismo del imperio soviético. Contrariamente a Nagy, Dubcek y Walesa, Gorbachov no tiene por qué temer los tanques de sus aliados y puede actuar sin ninguna presión exterior.No obstante, es su única ventaja frente a la Primavera de Praga que en 1968 iba en la misma dirección. Mientras en Checoslovaquia el país estaba muy desarrollado, tenía una tradición democrática, una población compuesta por sólo dos nacionalidades y con la confianza de la opinión pública en la capacidad del partido comunista para renovarse y dirigir el proceso democratizador; Gorbachov debe saldar cuentas con la trágica herencia de Stalin y el inmovilismo de Breznev, con un extenso país en el que vive gente de más de 100 nacionalidades y minorías étnicas, sin tradición democrática, con una situación económica muy grave y la resistencia de una poderosa burocracia.

Más información
Carta 77 exige a Moscü y Praga la verdad sobre la invasión soviética de 1968

Sin embargo, el éxito y la credibilidad de su "nuevo pensamiento político" se mide también por las relaciones entre Moscú y los otros países del Pacto de Varsovia. Se notan progresos en este aspecto: Gorbachov concede a estos países una creciente autonomía, lo que se pone de manifiesto en una mayor diferenciación entre ellos (basta comparar los regímenes de Rumanía y Hungría e, incluso, los de la RDA y Polonia). Pero esta autonomía se les otorga hoy a individuos mutilados por 40 años de política hegemónica soviética. Los pueblos de la Europa del Este no piden a Gorbachov una nueva intervención, en sentido inverso, para que exporte sus re formas. No obstante, esperan que los nuevos dirigentes soviéticos corrijan y reparen los daños que la URSS de Stalin y Breznev provocaron en sus relaciones con los países del bloque soviético.

Esto significa hoy reconocer los principios de no injerencia del Acta Final de la Conferencia de Helsinki, pero no sólo para las relaciones entre la URSS y Occidente, sino también para las relaciones entre la URSS y los otros países de la Europa del Este. Gorbachov ha dado algunos pasos en este sentido en el comunicado conjunto soviético-yugoslavo de la pasada primavera, pero hasta el presente no se ha distanciado públicamente de la doctrina de la soberanía limitada de Breznev, por la cual Checoslovaquia fue invadida por los tanques soviéticos, el 20 de agosto de 1968. Si quiere poner punto final al pasado trágico, debe reconocer públicamente que la intervención militar de Checoslovaquia fue un error de Breznev.

No es posible salir de esta situación con los argumentos que Gorbachov utilizó en una entrevista al periódico del Partido Comunista Italiano, L'Unitá, de que se trata "de un problema entre comunistas checoslovacos". Es preciso no olvidar que fue la cúpula soviética quien envió los tanques a Praga.

Entonces, ¿por qué este silencio cuando Gorbachov habla con frecuencia de la necesidad de acabar con las páginas blancas de la historia? ¿Tiene miedo de desestabilizar al actual grupo dirigente de Praga impuesto por Breznev y que fundamenta su legitimidad en la tesis de que la Primavera de Praga era una contrarrevolución y que, por tanto, la intervención militar fue necesaria?

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Necesidad de gente nueva

Gorbachov sabe muy bien que la nueva política sólo puede llevarse a cabo con gente nueva. Esto también es válido para Checoslovaquia, sobre todo porque en este país, después de 20 años de normalización, los nuevos movimientos independientes por los derechos civiles, ecologistas, pacifistas, religiosos, con una cultura e información paralelas, desarrollan y expresan las aspiraciones de la mayoría del pueblo en pos de más libertad, justicia e independencia nacional. Bajo esta presión y con la influencia de las reformas en la URSS, es posible que surjan nuevos dirigentes capaces de satisfacer las aspiraciones populares. La Primavera de Praga no puede repetirse, porque las condiciones actuales son muy diferentes, pero los cambios están a la orden del día, no sólo en Checoslovaquia, sino en el conjunto de la Europa del Este.Un dirigente del Partido Comunista Polaco, M. Rakowski, reconocía en un documento secreto que estos países debían realizar reformas radicales en el ámbito económico y, sobre todo, en el político, si se quería evitar un estallido espontáneo del descontento popular. Esperemos que los dirigentes de estos países sepan corresponderle a Gorbachov lo más pronto posible, antes de que sea demasiado tarde, en beneficio de estos pueblos y de Europa, a la cual pertenecen.

es diputado en el Parlamento Europeo y ex director de la televisión checoslovaca.

Traducción de C. Scavino.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_