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Entrevista:

25 años de soledad en las mazmorras de Stroessner

Napoleón Ortigoza desea ahora estudiar Derecho para poder servir a Paraguay

El capitán Napoleón Ortigoza, el preso de conciencia más antiguo de América, habitó en soledad durante 25 años las celdas de Paraguay, en las que fue confinado acusado de un delito que, según afirma, no cometió: el asesinato de un cadete. Desde hace unas semanas disfruta en Madrid de una libertad que tenía olvidada y que le sorprende continuamente.

"Stroessner temía a los Ortigoza, porque pensaba que nosotros teníamos valor para atentar personalmente contra él. Entre mi padre, que también era militar, y yo hemos pasado 32 años en prisión, de los 34 que lleva Stroessner como presidente de Paraguay", afirma Ortigoza en Madrid, la ciudad que ha elegido para volver a vivir, tras escapar de la vigilancia policial a la que estaba sometido después de ser excarcelado en enero.Delgado, con problemas de vesícula y próstata, aparenta menos años de los que tiene, 56. Cuando fue encarcelado, en 1962, tenía 30. Quiere aprender pronto a desenvolverse en su nuevo mundo, y a caminar solo por la ciudad, a lo que aún no se atreve. A veces se para ante las puertas, no acostumbrado aún a tener la libertad de abrirlas. En su boca resuena a menudo la palabra esperanza. Confila en poder vivir muchos años.

Pregunta. ¿Fue torturado en la prisión?

Respuesta. Al principio sufrí torturas físicas, y después más psicológicas, con el objeto de que me autoinculpase y no denunciase mi caso ante los organismos internacionales. Por ejemplo, los policías simulaban disparos, apuntando con sus armas, o me insultaban.

"Siempre estuve solo"

P. ¿Siempre estuvo solo?R. Siempre estuve solo en una celda, sin posibilidad de hablar ni siquiera con mis compañeros de prisión. Lo que los europeos llaman en solitario. Los 25 años completos.

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P. En su celda siempre estaba la luz encendida...

R. Me dieron a elegir entre estar siempre con luz o con oscuridad, y preferí la luz. Tenía encendida siempre una bombilla de 60 watios, que con lo pequeña que era la celda me hacía mucho daño a la vista. Cada tres meses, si era Philips, o un poco antes si era Oram brasileña, empezaba a titilar y se apagaba. Era el único rato de oscuridad.

P. ¿Cómo era un día habitual durante su encarcelamiento?

R. Una rutina. Algunas lecturas, aunque nunca de tipo político, pequeños ejercicios.... No quise tener televisión, porque sospechaba que le ponían una cámara de vídeo para vigilarme. Y monologar. A veces lo hacía en voz alta, y por eso decían que tenía una enfermedad mental.

P. ¿Planeó escapar alguna vez?

R. No pensé en la fuga nunca, pero sí en la acción de los grupos internacionales. Sólo después de cumplir una sentencia totalmente injusta, pensé día a día en escapar del arresto domiciliario, ¡legal por completo.

P. ¿Recibió ayuda de organismos humanitarios?

R. Desde 1975 recibí visitas periódicas de la Cruz Roja. Pero eso era también un problema, porque si denunciaba las condiciones de mi encarcelamiento era luego objeto de malos tratos. Para mí fue también una gran ayuda que Amnistía Internacio nal me otorgase la condición de preso de conciencia.

P. ¿Le permitían estar a solas con su familia?

R. Nunca. Mis familiares más cercanos me podían visitar una vez por semana, durante dos horas, pero siempre bajo vigilancia de hombres armados.

Ortigoza espera la llegada de su familiar a Madrid para planificar su vida. No quiere venganza, e incluso indica que le preocupa la mala imagen que se ha dado de su país por su caso. Quiere estudiar y mostrar a los que le han ayudado que apoyaron a una buena persona. Y demandará al Gobierno paraguayo por los daños causados. Por 25 años de soledad en las mazmorras de Stroessner.

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