Muerte del compañero
A ser posible, desearía poder hacer pública a través de EL PAÍS mi pena, indignación, impotencia, desesperación y asco por el vil asesinato en la madrugada del domingo pasado de nuestro compañero José Antonio Contreras Sastre -y no como apareció en la noticia de EL PAÍS - a manos de una mujer que Dios maldiga. La muerte de un ser humano es algo doloroso y serio siempre, como el nacer, pero la muerte miserable y fútil, gratuita y caprichosa, de una persona es algo que no deja de emocionar por muchas veces que ocurra, por su aspecto atrozmente malvado y ruin.Contreras Sastre estaba en Madrid participando en el I Congreso de Artistas Plásticos que a escala nacional hacíamos en Madrid. Participaba como representante de sus compañeros de Segovia, que lo habían elegido. Este congreso se clausuraba unas horas después, ignorando aún su muerte. Además de ser un buen profesional, como artista plástico se preocupaba y luchaba por ello, por conseguir tan elementales mejoras de contratos, seguridades sociales, asociaciones, derechos, etcétera, que harían sonreír a los trabajadores de la Revolución Francesa. Su trabajo creativo, con el que una comunidad, consciente o inconscientemente, contaba, fue villanamente interrumpido por el bascaneo de una mozcorra, como loba en noche de invernía.
Los artistas plásticos somos unos profesionales totalmente marginados en su conjunto por la sociedad. Es cierto que en los pueblos y ciudades vamos antes que los tontos, y en el plano administrativo no pasamos de la bedelía. Para especuladores listos, trujamanes de entidades y demás responsables, somos su posibilidad de quedar bien en las declaraciones fiscales. Somos tan locos y fútiles trashumantes, que, como si de mariposas de un día se tratase, aleteamos sofismas pasmosos al alba una vez arrebujada la noche en nuestros morrales. Mire, mire, que ni siquiera reivindicamos salarios, aumentos, pensiones, seguridades, enfermedades, vejeces y partos. Con que nos dejen en vísperas, laudes o maitines, reímos como pánfilos que somos sin prebendar nada, fuera de una ingenua honestidad limpia por nuestro arte, ya que nuestra soledumbre vocacional, libremente aceptada, nos avía como aviadores para este páramo en que ustedes y nosotros nos hallamos para batir el párpado al foro. Estamos pensando para que las cosas sean mejores, más bellas. A muchos de nosotros nos apasiona la belleza hasta tolear, y usamos de colores y formas como otros usan de sonidos, palabras, versos y verbos, gestos y andares, volúmenes y espacios, para representarnos hechos, recuerdos y memorias de nuestro patrimonio, y así vamos contando una huella que recordar para ese gemido y chirrido del recién nacido futuro, que es agudo, brillante, débil y vagaroso, pero muy emocionante, y lo haremos cálido y seguro en cuanto lo recuerden los hombres y las mujeres que sospechamos están esperando en el alba. Porque cada futuro es inédito en cada amanecer, como lo estaba esperando nuestro compañero, como lo esperaba desde hace tiempo la fabulosa estatua de Pietro Tacca de la plaza de Oriente, con esa galopada borracha de chacona de un Felipe IV con los dorsales generosamente abiertos y a la esperanza inédita del día inaugurado. Mire usted, señor director, no pido justicia ni venganza, ni siquiera seguridad ciudadana, lo que quiero es que la quiten de enmedio, que estorba, esa bomba de relojería que se ha estropeado y que volverá a matar, maldita sea,
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a otro compañero.- Artista plástico en la .
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