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El ahorcado que no colabora

Cuando un hombre sabe que le van a ahorcar dentro de dos semanas, probablemente, como dice el doctor Johnson, concentra su mente maravillosamente. Pero está todavía por demostrar que cuando un hombre (o, menos frecuentemente, una mujer) que va a cometer un crimen sabe que si le cogen, le juzgan y le condenan a muerte, y si el ministro del Interior declina ejercer la prerrogativa de clemencia le aplicarán la pena capital, él (o ella) vaya a disuadirse de cometer el crimen.Sería muy duro oponerse a la pena de muerte por asesinato si se demostrara que esta condena disuade a otros asesinos, y con eso salvara vidas inocentes. Sin embargo, la última vez que se discutió esta cuestión en el Parlamento británico, en abril de 1987, Douglas Hurd, ministro del Interior, recordó a los parlamentarios una evidencia circunstancial que ninguno de sus oponentes pudo explicar. Hizo notar, por ejemplo, que las ejecuciones alcanzaron un nivel récord en 1903, mientras que el número de asesinatos aumentó en 1904. Después de la II Guerra Mundial, los homicidios aumentaron más de un tercio, y en 1946 fueron ejecutadas 20 personas; sin embargo, en 1947 se incrementó de nuevo el número de asesinatos.

Por otra parte, si la pena de muerte hubiera estado en vigor en los últimos 20 años, algunos inocentes podrían haber sido ejecutados, ya que se producen errores judiciales.

8 de junio

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