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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

'Cumbre' árabe en Argel

AYER, POR segunda vez en siete meses, se reunió una cumbre árabe. En esta ocasión, la conferencia se celebra en Argel y nadie había amenazado con boicotearla, lo que constituye, de por sí, un éxito casi sin precedentes. Acaso la razón esté en que el tema prácticamente monográfico de la reunión es el de prestar apoyo moral y financiero a la revuelta civil palestina que asola los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania desde el pasado mes de diciembre. Otros puntos incluidos en el orden del día son la guerra Irán-Irak y la situación en el Líbano, que los asistentes tratarán por razones más cosméticas que prácticas, puesto que no parece que puedan encontrar solución a una u otra.Cuanto está ocurriendo en Argel sugiere tres consideraciones. En primer lugar, la que se deduce de quienes asisten o no a una cumbre que consagra la posición de Argelia como árbitro y voz del mundo árabe. Están presentes 10 jefes de Estado, entre los que se cuentan los reyes conservadores de Arabia Saudí y de Marruecos; Gaddafi, que vuelve a la escena mundial buscando nueva respetabilidad; los restantes presidentes magrebíes; el rey Hussein de Jordania, y el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que quiere para sí un papel de jefe de Estado. Están ausentes el presidente iraquí, Sadam Husein, y su mentor más comprometido, el presidente egipcio, Hosni Mubarak. Hace siete meses, la cumbre de Amán había restituido a Egipto un grado de honorabilidad que le negó tras la firma de la paz con Israel, pero no le había readmitido en la Liga Árabe; por consiguiente, no ha sido invitado a Argel, lo que es un error que resta credibilidad a las decisiones que se tomen. Y es una lástima que así sea, a la vista de que la reciente reanudación de relaciones entre Marruecos y Argelia y la paz entre Libia y Túnez reúnen en la cumbre a todos los líderes del Magreb.

La segunda consideración es, precisamente, la coincidencia en Argel de todos los dirigentes magrebíes en una especie de cumbre adicional en la sombra. Lo que separa a Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Mauritania es más que lo que les une, pero no es arriesgado sugerir que, por primera vez, estando todos juntos, el sueño de la unidad de acción del norte de África no parece excesivamente descabellado. Argelia y Mauritania, de un lado, y Túnez y Libia, de otro, están hablando ya de un "Magreb sin fronteras", y Gaddafi, el más volátil de los norteafricanos, hasta hace gestos insospechados de paz en dirección a Chad.

El tercer punto se refiere al gran tema ausente de la cumbre: el futuro del Oriente Próximo. La reunión tiene un objetivo fácil que propicia su éxito: apoyar a los palestinos de los territorios ocupados, mientras Araffit intenta forzar un nuevo endoso árabe para que el mundo reconozca que la OLP es el único representante del pueblo palestino. En lo que se refiere al proceso de paz, la situación ha evolucionado tras la reunión de Moscú: por primera vez, Gorbachov ha sugerido que apoya a EE UU en sus esfuerzos pacificadores, convirtiéndose en un testigo amistoso de los mismos. La idea de la conferencia internacional para tratar el problema es ya aceptada por todos, a excepción del primer ministro ¡de Israel. Puede que un frente unido en Argel sirviera para que un nuevo presidente americano comprendiera más claramente los puntos de vista árabes. La cuarta misión de paz del secretario de Estado norteamericano en el Oriente Próximo ha terminado, como las anteriores, en un fracaso.

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