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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Anatomía de un asesinado

EL ASESINATO del líder palestino Jalil el Wazir (más conocido por su alias guerrero de Albu Yihad), ocurrido ayer en Túnez, se añade a la sangrienta lista de 23 dirigentes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) que han sido abatidos desde 1973. Todos han sido víctimas o bien de los servicios secretos israelíes -la inmensa mayoría-, o bien de facciones palestinas opuestas, que competían por el liderazgo en la OLP o que estaban en desacuerdo con la conducción de la lucha contra Israel. Se trata de un duro golpe asestado a la cúpula de la OLIP en la persona de uno de los más directos y más moderados colaboradores de Arafat. De hecho, Abu Yihad era el segundo de Arafat en Al Fatah, y esto le convertía en la práctica en el número dos de la lucha palestina.Nacido cerca de Tel Aviv hace 52 años, Abu Yihad fue ejemplo típico de lo ocurrido con la mayoría de los palestinos que vivían en lo que luego sería Estado de Israel. Expulsado de su tierra, se refugió con su familia en los barrios miserables de Gaza y pasó su adolescencia alimentando frustraciones y odios. Solía decir, que allí aprendió que el verdadero sentido de identidad palestina sólo podría consolidarse a través de la lucha y de la provocación de la, represalia israelí. De ahí su nombre de guerra, Abu Yihad, "padre de la lucha". Cualquier pelea fue válida para él, mientras representara la voluntad de un pueblo unido en reclamación de su reivindicación legítima, se llamara ésta espacio nacional palestino, derecho a la autodeterminación, muerte al usurpador sionista o salvación de la identidad árabe. Típica filosofía en una región tan desgarrada como Palestina, pero peligrosa dialéctica que provoca un baño de sangre absurdamente cruel.

Abu Yihad creó con Arafat Al Fatah, "la Conquista", que luego fuera el grupo más numeroso de los que se integraron en la OLP. Era un palestino comprometido típico e incómodo, guerrillero y negociador. Se dice que controlaba ahora la revuelta civil que desde hace cinco meses ensangrienta Gaza y Cisjordania. Lo cierto es que la insurrección, que ha causado hasta ahora más de 140 muertes, todas ellas inocentes, sorprendió a los dirigentes de la OLP y que Abu Yihad se colocó a su frente una vez lanzada. La revuelta tiene dos connotaciones importantes: es un movimiento de resistencia civil espontáneo que nace del cansancio y de la frustración, y, por más que la organización haya llegado tarde a él, reconoce el liderazgo de la OLP. El movimiento civil de Gaza y Cisjordania está siendo la mejor prueba de que los palestinos consideran a la OLP como su legítimo representante y a sus dirigentes como sus líderes naturales. También es indicativo de la evolución de los políticos palestinos hacia posiciones más pacíficas de resistencia civil, que consideran ahora más eficaz que la guerra de guerrillas, en momentos en que el mundo presiona por una paz negociada entre todos. Todo ello pone de relieve la absoluta ceguera israelí a la hora de enfrentarse con el problema mismo de su existencia como Estado.

La elección de la víctima del atentado terrorista de ayer en Túnez y el método escogido para eliminarle sugieren más que claramente que los autores del atentado eran miembros de un comando israelí. La violencia institucional de Israel está cerrando en estos meses cualquier puerta a la pacificación de Oriente Próximo. Con este asesinato se multiplica el odio que asola los territorios ocupados.

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El asesinato de Abu Yihad se produce en un momento muy delicado; no sólo se añade a la sangre inútil de los territorios ocupados, sino que agrava una situación explosiva de guerras de religión, de intransigencia fratricida, de piratería del aire, en la que todos los actores de este drama están involucrados, ideológica o pragmáticamente: OLP, Conferencia Islámica, revolucionarios shiíes, emiratos conservadores. Valdría la pena plantear severamente la cuestión del qui prodest- a quién beneficia-, si no fuera porque estos palos de ciego, lejos de beneficiar a quien los propina, comprometen seriamente su futuro. Las paredes del templo amenazan con enterrarlos a todos en su caída.

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