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Michel Piccoli triunfa en París con 'Cuento de invierno', de Shakespeare

Dos personajes en el umbral de una puerta, el rey de Sicilia y el de Bohemia, grandes amigos desde la infancia. El primero (Michel Piccoli) intenta convencer al segundo (Bernard Ballet) para prolongar su visita en la isla. Hermiona (Bufle Ogier), reina de Sicilia, embarazada, acoge a los dos hombres e intenta a su vez, ante la demanda de su esposo, convencer al rey de Bohemia para que se quede unos días más con ellos. Lo que no logra la insistencia de Leontes lo consigue la intuición y la ternura de su esposa. Es el comienzo de la obra de teatro 'Cuento de invierno', de Shakespeare, una de las atracciones de la cartelera parisiense de esta temporada, que se representa con gran éxito en el Thèatre des Amandiers bajo la dirección de Luc Bondy.

El sí de Polixenos desencadena el drama de los celos. A la primera escena idílica suceden las de la sospecha, la persecución, la violencia y el delirio de Leontes, que llega a convencerse a sí mismo de la traición de su esposa y su mejor amigo gracias a la habilidad de Luc Bondy (Zúrich, 1948), el director (también cineasta), que trabaja habitualmente entre París y Berlín, que encadena una escena con otra de una forma orgánica, natural.El desenlace, como era previsible, es feliz -no debe olvidarse que se nos está contando un cuento, aunque sea de invierno-; las mujeres, como de costumbre, una vez más, perdonan sin rencor aparente al tiránico esposo, padre y señor que les ha destrozado la vida, pese a que a lo largo de la obra demuestren ser más clarividentes, justas y valientes que todos los personajes masculinos.

Pirueta

Sin embargo, este esperado final feliz es insólito, cargado de humor y divertido. Se tiene la sensación de que a quien más divirtió fue a su autor. Es un final en forma de pirueta, como un capnicho; una forma original, muy diferente de otras obras, de introducir sutilmente, con una ironía un tanto perversa, el teatro dentro del teatro: toda la corte, con un Leontes arrepentido y envejecido a la cabeza, contempla el espectáculo de esa escultura de la reina, muerta al comienzo de la obra, hace exactamente 16 años, orquestado por la tiránica y vengativa Paulina (Nada Strancar, la mejor intérprete, sin duda), quien, bajo la coartada de fidelidad incondicional a la reina, regla sin piedad sus cuentas con Leontes. Durante las tres horas largas que dura el espectáculo, en el Thèatre des Amandiers (Teatro Nacional Popular, dirigido por Patrice Chereau), los actores juegan el juego del teatro en un espacio vacío y único, sobrio, aunque un tanto monolítico. Un palacio casi una fortaleza pensado por Richard Peduzzi, que se transforma con ligeras y mínimas variaciones. Michel Piccoli encarna un Leontes sólido, brutal, infantil y casi senil teatralmente, como corresponde al carácter de la obra. Su personaje es un personaje histriónico, que se arrepiente de sus culpas con la misma violencia e irresponsabilidad que las comete y de la misma forma que abusa de su poder tiránico, con todas las perversiones que el ejercicio del mismo conlleva y que Shakespeare nos presenta sin concesiones.Aunque la dirección de Luc Bondy sirve bien a la obra, resulta chocante que los campesinos -el único pueblo generoso que aparece en la misma- sean una especie de cour des miracles tópica, embrutecidos y agitados más que festivos.

En su fiesta no hay alegría, sino barullo, entre el que evolucionan los personajes de sangre azul, en franco contraste con los de sangre roja, de entre los que no se salva más que el pícaro, porque el texto de Shakespeare es como una garantía de calidad capaz de neutralizar muchos errores, máximo como el del caso que nos ocupa, que no es, sin duda, fundamental.

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