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El imperio del musical se llama Andrew Lloyd Weber

El compositor britanico, triunfador sin barreras, prepara el estreno en Broadway de 'El fantasma de la Ópera'

Andrew Lloyd Weber, de 39 años, el más astuto compositor de nuestra época, es, con sus 19 produciones (Evita, Caís, Jesucristo Superstar), un superstar atípico. El cabello castaño que le cae desordenadamente sobre la frente, su estatura media y su traje de franela a rayas mientras come lenguado en el restaurante La Cóte Basque, de Nueva York, podrían confundirle con cualquier otro triunfador de Manhattan, si no fuera por su costumbre de canturrear, que le hace distinto.

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Escalofríos, suspense y trampillas

Pocos sospecharían al escucharle que ese canturreo apenas audible es el material de donde saca sus musicales. Con ellos, el bel británico Andrew Lloyd Webber, de 39 años, ha expandido un imperio por todo el mundo sin precedentes en la historia del teatro musical. Con una sola excepción, la desafortunada Jeeves, de 1975, Lloyd Webber ha logrado una cadena ininterrumpida de éxitos durante los últimos 15 años.Su espectáculo de mayor éxito económico, Cats (Gatos), ha tenido 19 producciones, desde Budapest hasta Tokio y desde Sidney hasta Estocolmo: 11 de ellos todavía se están representando. Cats ha recaudado taquillas por valor de más de 425 millones de dólares. Cuando su El fantasma de la Ópera (The phantom of the Ópera) se estrene en Broadway la semana próxima, Lloyd Webber tendrá tres éxitos representándose simultáneamente en Londres y Nueva York. Es la segunda vez que un compositor ha conseguido ese doble éxito. La primera fue en 1983, y por supuesto fue Lloyd Webber quien lo logro. En Nueva York, su Evita se representó durante casi cuatro años; Cats es todavía un éxito de ventas cinco, años después de su estreno.

Y ahora llega el Fantasma. Pocas veces ha sido un espectáculo más esperado y favorablemente propagado en Estados Unidos Con el estreno previsto para el 26 de enero, la obra ya ha recaudado la cifra sin precedentes de 1680 millones de pesetas en ventas anticipadas, 448 millones más que el récord anterior, ostentado por Los miserables (Les misérables). El día en que se abrió la taquilla, el pasado mes de noviembre, los compradores se llevaron entradas por valor de 103 millones de pesetas, batiendo así el récord de recaudación que ostentaba Les miz (como se conoce al citado Los miserables, con 53 millones de pesetas recaudados.

Continuo movimiento

Para controlar este floreciente imperio, Lloyd Webber está en casi continuo movimiento. Durante el año que ha transcurrido entre el estreno de El fantasma en Londres y en Nueva York, ha dado la vuelta al mundo varias veces a bordo de su avión Hawker Siddeley 125, haciendo arreglos de las nuevas producciones y comprobando in situ la calidad de las obras anteriores.

Entre viajes ha supervisado Lloyd Webber.la restauración del Palace Theatre de Londres, una reliquia victoriana, que él compró por casi 6000 millones de pesetas en 1983; ha ampliado su granja en Sydmonton Court, su propiedad de 1.350 acres en Hampshire; y con su mujer y estrella de El fantasma, Sarah Brightman, de 27 años, se ha comprado un apartamento dúplex en la zona de Manhattan conocida como Trump Tower, así como una villa en la costa de Saint Jean-Cap-Ferrat, al sur de Francia.

Musicalmente está igualmente ocupado, discutiendo con la Universal Pictures sobre la versión cinematográfica de Starlight Express (su musical sobre patines dedicado a los trenes), hablando sobre la posibilidad de escribir la partitura musical para una película de su vecino de Trump Tower, Steven Spielberg, o lanzando planes para la creación de una productora americana junto al director Harold Prince. "La música nace en el interior de Andrew", dice su esposa, Sarah Brightman. "Sin ella, no sería Andrew".

¿Qué impulsa toda esa actividad? Con un lugar seguro en los anales del teatro musical, una fortuna personal de más de 200 millones de dólares y todas las comodidades, Lloyd Webber podría dar la impresión de tenerlo todo. Quizá suene a chiste malo, pero rico, famoso y brillante como él es, aún desea una satisfacción más: el respeto de la crítica, especialmente en Estados Unidos. Desde 1971, cuando su obra iconoclasta Jesucristo Superstar arrasó la tradición de Broadway con las estridentes guitarras eléctricas, las disonancias y el tema, estando de moda criticar y despreciar a Lloyd Webber. Se le acusa de satisfacer los más bajos deseos de su audiencia multitudinaria. Sus partituras han sido despreciadas por ser consideradas poco originales y demasiado basadas en la imitación: repeticiones y postizos de su Broadway (Richard Rogers) y antecedentes operísticos (Puecini).

"La gente habla de lo comercial", dice Lloyd Webber, "pero de hecho yo lucho contra ello. No es sólo una cuestión de dos o tres canciones que se repiten y repiten. La razón por la cual el público responde es que las piezas son muy ricas".

El ascenso a la fama de Lloyd Webber es una especie de anomalía histórica. Tras el apogeo de Gilbert y Sullivan y el fin de la opereta vienesa, el liderazgo en el mundo del teatro musical pertenecía a los americanos. Eso ha cambiado. Ahora, no sólo una emotiva obra nueva como Los miserables, sino también una reliquia como Mi chica y yo (Me and my girl), puede enviarse por barco desde Londres a través del Atlántico para ganar un apasionado seguimiento.

Formación clásica

Excepto Stephen Sondheim, la poderosa mente musical que se esconde tras las delicadas Pacific Overtures, el sanguinario Sweeney Todd y su nuevo éxito Into the woods, pocos compositores teatrales americanos pueden igualar la gran formación clásica de Lloyd Webber. Su padre, que murió en 1982, fue el compositor WiWam Lloyd Webber, director del

London College of Music; su madre, Jean, es profesora de piano. Su hermano Juhan, que tiene ahora 36 años, es un relevante concertista de violonchelo.

En parte debido a su buena fe, Lloyd Webber siente que su campo "habita una tierra de nadie". Los críticos de música clásica no consideran a los musicales como parte de su mundo, mientras que los críticos teatrales no siempre captan lo que su música tiene de sutil. Pero si nos referimos a la audiencia, la superioridad de Lloyd Webber es indiscutible. "Quizá no sea un Mozart o un Beethoven para los alemanes", dice Edda Sels, portavoz de Prensa de la famosa producción Cats en Hamburgo, "pero sabe combinar la música clásica y la popular de tal forma que gusta a un público que busca a la vez entretenimiento y música seria".

El fantasma, entonces, es el guante que Lloyd Webber ha arrojado para desafiar a la crítica a tomarle en serio. Exuberante y lujoso como la ópera de París, donde está ambientado, El fantasma es la partitura más elaborada del compositor. Es también su obra más operística, no sólo por sus parodias de obras de Salieri y Meyerbeer, sino también por la forma en que está escrita. Como una ópera, El fantasma es casi totalmente cantada y, excepto por la canción del título, no hay música rock en la partitura; por el contrario, es una evocación romántica del París de la belle époque para soprano, tenor lírico y orquesta sinfónica.

El próximo espectáculo de Lloyd Webber, Los aspectos del amor (Aspects of love), parece ser lo más parecido a la ópera convencional que haya escrito nunca. Basado en la novela de David Garnett escrita en 1955, Los aspectos es una composición de cámara que examina las vidas y los amores de un reducido grupo de amigos. "Aspects", promete el compositor, "será algo más parecido en escala a una pieza de Mozart". "Requerirá de mí una técnica muy firme, y las escenas tendrán que ser mucho más parecidas a escenas de teatro que las que he hecho últimamente. Será otra cosa".

Copyright Time Magazine, 1988.

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