_
_
_
_
_
Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La firma de Nieva

Conviene precisar pronto que la relación de esta obra con el clásico medieval valenciano Tirant lo Blanc es relativa y lejana; un aire de familia. Es, sobre todo, un texto teatral de Francisco Nieva, con su vocabulario brillante y su profundidad de significado; con un desarrollo propio de sus personajes. Lleva su firma en cada palabra, cada escena y cada personaje. Del gran libro transparecen unas frases mágicas, una cierta pureza, alguna situación enmascarada; una ingenuidad en la que colabora Nieva con un cierto infantilismo de cuento, aunque sea un cuento desencantado, que aparece muchas veces un su teatro, por muy furioso que a veces se llame a sí mismo. Es una virtud.La idea de Nieva, que se expone desde el prólogo -hablan Dios y Tirante- es actual: el fin de las ideologías o, en el texto, de los ideales. Ya se ve aquí cómo se separa de cuajo del libro que redactó Joanot Martorell. Toda la obra mantiene ese tono de la duda, de la inseguridad del conocimiento -desconocimiento-; generalmente, se centra en el personaje de La viuda reposada, que es un hallazgo teatral y también semántico, y al que María Asquerino sirve con frescura y con la ironía que el autor pone en sus palabras: una contradicción continua, un salto en la misma frase de una idea y su contraria, de una palabra y su antítesis. La viuda es la eterna enemiga de Tirante, que muere, sin embargo, declarando la composición de amor y odio que ha sentido por ella toda su vida. Este pequeño monólogo es una declaración de la identidad entre el bien y el mal. Pero es indudable que la filosofía de autor trasciende de cada uno de los personajes: está patente en todos y en sus situaciones.

Las aventuras de Tirante el Blanco

De Francisco Nieva, sobre la obra de Loanot Martorell. Intérpretes: María Asquerino, Pedro del Río, Juan Messeguer, Paco Torres, Isabel Ayúcar, Ángeles Ladrón de Guevara, Miguel Palenzuela, Francisco Maestre, Ana María Ventura, Pilar Ruiz, María Luisa San José, Charo Soriano, José Pedreira, Leandro Drago, Lola Pons, Juan Manuel Navas. Vestuario: Juan Antonio Cidrón. Música: Manuel Balboa. Escenografía: Francisco Nieva. Coordinación general: Juanjo Granda. Estreno en Madrid: Centro Cultural Conde Duque, 12 de agosto.

La arquitectura de la obra está un poco dañada. Son dos partes; la primera se dedica al episodio de Sicilia; la segunda, al paso por Constantinopla y la reaparición de Tirante en la corte. Ha perdido más de una hora de representación -aun así, dura dos horas y media- desde que se estrenó en Mérida, y en esa contracción puede habérsele ido algo de coherencia, algún seguimiento de los personajes principales y de sus transiciones. De todas formas, y a juzgar por las reacciones del público, no es una trama bien ligada lo que se busca, sino la sucesión de escenas características y, sobre todo, el texto punzante, irónico, con un lirismo muy moderado por las colas de cada frase. Nieva sigue siendo el mejor escritor de textos teatrales de este tiempo; las expresiones bien colocadas llegan siempre, y en cada una de ellas hay un fruto de reflexión.

Todo ello transparece aunque la representación no sea buena. La obra tiene una densidad que desborda la de los espectáculos al aire libre; sobre todo, el escenario del patio del Conde Duque, que es plano y largo y reduce la capacidad de movimientos, la profundidad de los términos. Los actores no están a gusto en él, y en un decorado que, aun siendo original del propio Nieva -que es un maestro de la escenografía-, no parece más que provisional, hecho para cubrir el fondo y sin enlace con la obra. Los trajes de Juan Antonio Cidrón, en cambio, son la verdadera decoración de la obra: imaginativos, amplios, están en el espíritu del texto y de la caracterización de cada personaje. Son páginas de libro bien ilustrado. Todo esto hubiera sido mucho más rentable artísticamente en un teatro cerrado, en plena temporada. El autor lo ha entregado, en cambio, a la voracidad del verano y del aire libre, que tienden a malograrlo todo.

La compañía está desmañada. La coordinación general de Juanjo Granda y la presión del autor no han conseguido empastarla, aunque cada actor por sí mismo tenga sus valores. El engranaje es lento y las réplicas no se articulan. Queda hecho el elogio de María Asquerino, y a él se puede añadir el de María Luisa San Jose, Pedro del Río, Francisco Maestre, Miguel Palenzuela o Pilar Ruiz -que se ganó su éxito personal con el público-; Juan Messeguer, en Tirante el Blanco, queda demasiado desvaído, y las contradicciones del personaje pesan mucho sobre él.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_