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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La derrota de Owen

LA PRIMERA víctima con efectos retardados de la arrolladora victoria de la señora Thatcher en las pasadas elecciones generales en el Reino Unido parece haber sido uno de los dos líderes de la Alianza Social Demócrata, David Owen, hasta el momento una de las figuras de mayor relieve de la política británica, cuyas aspiraciones, conocidas de todos, tenían por límite sólo lo más alto.La Alianza ha sido una coalición de fortuna mediocre entre el partido liberal que dirige David Steel y el grupito socialdemócrata escindido del laborismo bajo el liderazgo de Owen. Ambos partidos con una bandera electoral común sufrieron una contundente derrota en las elecciones de junio, donde, pese a obtener más del 20% de los sufragios, arrancaron apenas arriba de una docena de escaños. Para Steel, el resultado era una decepción, pero no una hecatombe. Owen, en cambio, había creado un nuevo partido con la etiqueta fuertemente continental, es decir, europea y nada insular, de socialdemócrata; por eso, la débâcle le afectaba mucho más grandemente porque, entre otras cosas, corría un denso velo de duda sobre sus expectativas futuras como líder de una formación aparentemente sin futuro. Por añadidura, el primero de los dos David, Owen, se había negado sistemáticamente, antes de las elecciones, a hablar de fusión de los dos grupos en un solo partido, mientras que el segundo David, Steel, aspiraba a la fusión desde hace algún tiempo.

La derrota de junio hizo inevitable que se llevaran adelante las propuestas liberales, y el jueves, una mayoría suficiente, pero no abrumadora, de los 60.000 militantes socialdemócratas se inclinaba por la fusión, forzando a Owen, derrotado dos veces, por Margaret Thatcher y por su propio partido, a anunciar su dimisión de los órganos directivos de la coalición, al menos por el tiempo que duren las negociaciones de unión.

Es aún pronto para considerar al brillante, ambicioso, tenaz y un tanto despectivo Owen condenado irremisiblemente a una minoría de uno en el Parlamento, si sigue en él como diputado socialdemócrata, sin otro futuro que el de perderse en las brumas de los que pudieron ser y no fueron de la política británica. La minoría del SDIP (Social Democratic Party) puede todavía apelotonarse ante su líder y no dejarle totalmente descabalgado, la mayoría no abundante de los que prefieren la fusión podría no secundar en último término el movimiento de reunión y, sobre todo, las propias cualidades excepcionales de Owen podrían hacerle repescable por cualquier formación política. El terrible problema al que se enfrenta el futuro de Owen, en este último caso, es el del laborismo, de donde ya se fue una vez y odia cordialmente a sus antiguos compañeros, y su viraje hacia el partido conservador le resultaría personalmente muy duro, aunque ideológicamente el SDP esté más cerca de los tories que de ningún otro grupo parlamentario.

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Si la fusión se produce satisfactoriamente, Steel habrá acabado por no hacer tan mal negocio, puesto que habrá redondeado su número de militantes y seguirá en disposición de esperar una mejor ocasión. Por eso, cabe resumir, como epitafio del profundo desgarrón que la tercera victoria electoral de la primera ministra conservadora ha causado a la Alianza Socialdemócrata, que de los dos David ya sólo queda uno, el tenaz y atractivo hijo de un pastor protestante que lleva ya unos cuantos años sobreviviendo a la derrota: Steel.

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