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El presidente panameño se distancia de los militares

Antonio Caño

El presidente de Panamá, Eric Arturo Delvalle, ha dado un nuevo paso en su distanciamiento de las autoridades militares al ordenar en la noche del domingo el levantamiento de los puestos de control que desde el viernes impedían el libre tránsito de vehículos y de personas por la ciudad. Este gesto confirma el papel ejecutivo que el presidente ha estrenado como consecuencia de la actual situación política y del desprestigio del hombre fuerte del país, el general Manuel Antonio Noriega.

Delvalle se ha convertido en la revelación de esta crisis. Un hombre de 50 años, enfermo, con un marcapasos en el corazón, oscurecido desde que llegó por rebote a su cargo tras la dimisión-destitución de Nicolás Ardito Barletta, mantiene actualmente, desatendiendo los consejos de su mujer y de su médico, un duro pulso con los militares para encauzar la solución de la crisis según su criterio.El presidente cruzó el Rubicón de su alejamiento del ejército cuando la semana pasada ordenó la suspensión de las manifestaciones. Lo que consiguió de hecho con esa medida fue que Noriega se quedase sin un respaldo popular que necesita con urgencia y que la oposición se graduase en las calles como la única fuerza movílizadora.

Esa decisión presidencial irritó a altos oficiales de las fuerzas de defensa, que además de respaldar a Noriega sienten que toda la institución militar está sufriendo las consecuencias de esta ofensiva de la olirgaquía y de las clases medias panameñas. Los miembros del Estado Mayor plantearon el pasado sábado a Noriega la necesidad de forzar al presidente a que autorice la manifestación de respaldo al régimen.

Pero el presidente Delvalle de hoy no es el mismo que el que hasta ahora apenas servía, en, realidad, para algo más que mantener la fachada institucional del sistema. Hoy una dimisión de Delvalle desencadenaría un proceso al que difícilmente podría sobrevivir Noriega. Aunque también Noriega es para el presidente el Primo de Rivera cuya caída arrastraría a todo el régimen. Delvalle, miembro de una familia multimillonaria y dirigente de un partido de derechas (el Partido Republicano), que en las pasadas elecciones se presentó coaligado al Partido Revolucionarío Democrático (PRD), es un claro representante del sector de la oligarquía que hasta ahora ha apoyado a los militares. Su diálogo, por tanto, con los sectores empresariales que en estos momentos combaten el sistema, es más fluido que el que pueden mantener los propios uniformados u otros sectores del PRD.

La Iglesia y EE UU

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Por esta razón, la Iglesia y la Embajada de Estados Unidos han intentado últimamente ofrecer su nombre a la oposición como puente de aproximación al Gobierno. Los dirigentes opositores, sin embargo, confiados en sus propias fuerzas y empecinados en la destitución de Noriega, han desestimado hasta ahora esa baza.Delvalle presidió ayer una reunión del Consejo General de' Estado -una especie de Consejo de Ministros ampliado a los jefes de las fuerzas de defensa- destinada a analizar la situación del país, que ayer se mantenía en tensión a la espera de una nueva concentración anunciada para hoy por la Cruzada Civilista. Esta coalición de fuerzas; conservadoras y empresariales ha convocado a la población a ocupar mañana por la tarde las aceras y cogerse de las manos como acto de protesta contra Noriega. El Gobierno insistió en que las manifestaciones están prohibidas y que la policía actuará atendiendo esta orden.

Las autoridades se tienen que enfrentar además ahora a un nuevo reto del coronel retirado Roberto Díaz Herrera, que ayer no acudió a la tercera y última convocatoria del fiscal para presentar pruebas sobre sus acusaciones de asesinato contra Noriega. De acuerdo con la ley, el fiscal podría dictar ahora una orden de detención por desacato contra el coronel, que sigue encerrado en su casa lanzando tarascadas verbales a diestro y siniestro, pero no parece probable que el Gobierno se decida a entrar por la fuerza en la residencia del primo hermano de Omar Torrijos.

Ayer prosiguió la liberación de parte de los detenidos durante los disturbios del pasado viernes, entre ellos, según informó la Embajada de Estados Unidos, de los norteamericanos arrestados ese día, todos ellos por razones aparentemente ajenas a la protesta. También continuó, metronómicamente a las doce y a las seis, la música de las cacerolas y de las bocinas de los automóviles.

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