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Tribuna:EL OMBUDSMAN
Tribuna
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¿Quien atiende las noticias en este periódico?

En las semanas en que en este país se mantienen numerosos conflictos laborales, donde miles y miles de trabajadores luchan por sus derechos económicos, la llegada a la Redacción de EL PAÍS de notas informativas que reflejan los problemas de un colectivo limitado a 5.000 empleados puede parecer una información trivial. En los últimos meses los representantes laborales del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han remitido al diario una serie de referencias en las que reflejaban la conflictividad crónica que atraviesan. Ninguno de sus conflictos ha llegado a ver la impresión en el periódico ni aun en una de las más pequeñas de las noticias.Se queja de esta situación Maribel Nieto, de la Secretaría General de Comisiones Obreras del CSIC, quien nos envía una nota para reflejar la situación actual: "Personal laboral (1.300 personas), cuyo convenio para 1986 ha sido firmado el 30 de marzo de 1987 y que viene manteniendo a lo largo de los últimos meses un largo conflicto al limitarse la oferta salarial al 5% frente al 17% que recibió el año pasado el personal funcionario de algunas escalas. Personal administrativo (600 personas), igualmente en situación conflictiva, por haber sufrido la misma discriminación salarial. ( ... ) Personal ayudante de investigación (800 personas), en cuya escala se ha introducido una diferencia de coeficientes. ( ... ) Personal becario (2.000 personas), la mitad de los cuales no recibe ningún tipo de compensación económica por su trabajo. ( ... ) En estas condiciones, la Secretaría de Estado de Universidades e Investigación sigue presentando a la opinión pública la imagen del CSIC, como principal ejecutor del futuro Plan Nacional de Investigación, de cuya elaboración el personal se ha enterado mayoritariamente por la Prensa. Evidentemente, no hay peor ciego que el que no quiere ver e ignorar que a medio plazo una política de personal incoherente y unos métodos de gestión tecnocráticos pueden frustrar la potencialidad investigadora de un organismo como el CSIC".

Ninguno de los datos enviados por los representantes laborales del CSIC, que hemos resumido al no ser ésta una columna informativa del periódico, ha sido publicado anteriormente en EL PAÍS. Después de recibir la denuncia sobre la ausencia de información, el ombudsman consultó con las secciones que debieron reflejar la situación del CSIC. El subjefe de Sociedad, José María Martí Font, explicó su teoría: "Esta sección no se hace cargo habitualmente de los conflictos laborales que corresponden a la sección de Economía y Trabajo. Sólo en los temas que afectan directamente al público en alguna de las áreas que cubre esta sección, como las de educación, sanidad o tribunales, estos conflictos son tratados en la misma. En el caso del CSIC, su conflicto se origina en la negociación del convenio colectivo de un grupo de funcionarios de la Administración cuyo trabajo no tiene ninguna incidencia directa en la vida cotidiana del lector". También pasamos la protesta del colectivo del CSIC al redactor jefe de la sección de Economía, Joaquín Estefanía, quien contestó con una breve frase: "No considero que el departamento del ombudsman sea el lugar para que una sección del periódico polemice con otra sobre lo que cada una de ellas ha de publicar".

Mientras Martí Font razona su postura, la respuesta iracunda de Estefanía, ignorando el tema real de la protesta, no responde en absoluto a la imagen que el defensor de los lectores tenía sobre este profesional. Su macrosección es una de las más contestadas por los lectores y son numerosas las semanas, desde que se inició esta columna del ombudsman en noviembre de 1985, en que hemos recurrido a él, habiendo tramitado con sus redactores las respuestas.

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La misión del ombudsman no consiste en activar polémicas ni riñas entre las secciones del periódico, ni con los lectores y los redactores; pero debe investigar quién atiende las noticias en el periódico. Si la información llega al diario y se decide no publicarla, el ombudsman se limitará a contárselo al lector con sus porqués correspondientes. Sin embargo, en el caso concreto que han planteado los trabajadores del CSIC, según los datos que hemos resumido, parece que era una noticia y como tal pudo haberse publicado en el apartado de laboral de EL PAÍS, y, según los testimonios aportados, ha sido ignorada por problemas de competencias entre secciones.

La rapidez de la policía

Una información publicada el pasado día 7 en la sección de Madrid y firmada por EL PAÍS anunciaba a tres columnas: "La policía tardó una hora en llegar a un pub que había sufrido un atraco". Según la referencia periodística, el propio dueño del bar relató que en la noche del sábado habían sido atracados hacia las 23.15, que al telefonear al 091 el contestador automático "le avisó que todos los coches estaban de servicio y que dejara su dirección y una breve explicación de lo ocurrido, que la policía llegó una hora más tarde de cometido el atraco y que al presentar las denuncias en la comisaría un funcionario comentó: '¿No querías democracia?, pues esto es democracia".

El jefe del Gabinete de Prensa de la Jefatura Superior de Policía, Daniel Herrero, facilitó al defensor de los lectores la posibilidad de comprobar que la noticia publicada contenía numerosas inexactitudes. En la Jefatura Superior el coronel Togores, jefe de la Brigada Regional de Seguridad Ciudadana, nos ofreció todo el informe de la actuación policial sobre el caso. Según pudimos comprobar por las grabaciones y partes emitidos, la llamada telefónica se recibió a las 23.30 del sábado día 4; dos minutos más tarde llegó ante el bar un radiopatrulla de Seguridad Ciudadana, cuya dotación informó a la emisora de lo ocurrido a las 23.35. Las diligencias sobre el caso se iniciaron en la comisaría del distrito a las 0.15 del día 5, es decir, 45 minutos después, momento en que se encontraban en las dependencias policiales las víctimas y testigos del asalto. Comprobamos que en caso de sobrecarga de líneas el contestador automático responde: "091, policía al habla. Todas nuestras líneas se encuentran ocupadas. Permanezca a la escucha, le atenderemos en breves momentos. Gracias"; no existe ninguna grabación con el mensaje citado por el periódico. Y, según consta en un informe abierto a raíz de la publicación de la noticia para delimitar culpabilidades, tanto el dueño del local como los clientes aseguran que ningún policía les hizo alusión a la democracia en sentido despectivo y también afirman que el tiempo transcurrido desde el atraco hasta que llegó la policía fue el señalado en las diligencias.

Consultado el redactor del artículo, Andrés Manzano, éste nos informa que escribió en la tarde del domingo el relato de los hechos según los datos facilitados por el propietario del local, Juan Carlos Rubio; a esas horas el Gabinete de Prensa de la Jefatura no tiene servicio, por lo que no pudo recabar su opinión, y Manzano reconoce: "La noticia que yo redacté, por tanto, estaba incompleta, pero no podía terminarla porque precisamente el lunes no venía al periódico. Mis compañeros tuvieron todo el día 6 para contrastar la noticia con la policía, como es norma obligatoria, pero no se hizo así, ni sé por qué, supongo que por una falta de coordinación".

Frase desafortunada

En el artículo habitual del crítico de cine de El País Semanal del domingo 5 de abril, Augusto M. Torres analizaba la película Mi amigo el fantasma, refiriéndose a ella como un subproducto de Walt Disney, y apostillaba: "...Más apto para subnormales que para niños". Esta desafortunada frase ha herido la susceptibilidad de un lector, Luis García Moreno, que escribe una dura carta al autor del artículo y entre otras matizaciones le recrimina: "En el supuesto de que usted tuviese un hijo deficiente (no creo que lo tenga, porque en ese caso no escribiría como lo hace), ¿a él le gustaría que alguien le limitase las posibilidades de ver cine? ¿Usted lo consentiría?". Augusto M. Torres comprende el tono de este comunicante y se disculpa: "Mi intención no era molestar a nadie. Sólo pretendía avisar de la baja calidad de las producciones de Walt Disney realizadas con personajes reales. Evidentemente, la frase no era muy atinada".

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