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Contabilidad, auditoria e imagen fiel

La periódica revelación de la situación difícil de algunas grandes sociedades -el caso más reciente ha sido el de FECSA- pone de manifiesto, en opinión del autor, la insuficiencia de algunos principios contables que se aplican y que se utilizan en los informes auditados de aquéllas.

La información contable de las principales empresas españolas ha mejorado sensiblemente en los últimos años en cuanto a su objetivo básico de mostrar razonablemente su situación, lo que en términos técnicos se conoce como imagen fiel. Ello se debe, sin duda, a la aplicación del plan general de contabilidad, a la existencia de cuadros más amplios de principios contables promulgados merced al esfuerzo de la Asociación Española de Contabilidad y Administración de Empresas (AECAE) y al sometimiento a revisión y dictamen de auditores independientes de reconocida solvencia.Sin embargo, todavía hoy puede caber la duda de si tal objetivo básico se cumple satisfactoriamente a la vista de situaciones tales como la recientemente ocurrida con una determinada empresa del sector eléctrico. Ello se debería al hecho de haber otorgado el carácter de auténtica panacea universal a "los principios de contabilidad generalmente aceptados" para alcanzar una representación razonable de las empresas, cualesquiera que fueren sus circunstancias y particularidades específicas, cual si tales principios pudiesen ser equiparados prácticamente a leyes universales de naturaleza cuasifisica.

Así, ya nos resulta familiar el latiguillo que se encuentra en los dictámenes de los auditores, en el caso de que se emitan sin salvedades: "En nuestra opinión, los estados financieros adjuntos presentan adecuadamente la situación financiera y los resultados de la empresa..., de conformidad con principios contables generalmente aceptados que guardan uniformidad con los del año anterior".

Se desprende de ello que los auditores consideran la conformidad con "principios contables generalmente aceptados" como el requisito necesario y suficiente para alcanzar la imagen fiel de lo que se dice mostrar en los estados financieros. Esto es, vienen a identificar principios contables con imagen fiel, cual si de doginas de fe tratasen, y es aquí donde precisamente cabe encontrar razones de peso para seguir manteniendo la duda a que se alude.

En efecto, tal identificación presupone al menos que los principios contables recogen las soluciones más apropiadas desde la lógica económico-financiera subyacente de las distintas transacciones empresariales y ello es más que dudoso ante ciertos hechos cruciales a tenor del excesivo empirismo y de la sabiduría convencional acumulada en las prácticas contables al uso, que son las que inspiran en demasía los cuadros de principios expresamente promulgados; de otro lado, olvida o apenas considera que son principi9s de carácter general y, por tanto, no adaptados a las particularidades de bastantes empresas en cuestiones claves.

Con demasiada. frecuencia, los auditores se limitan o propenden en exceso a descubrir lo que se aporta de los principios contables generalmente aceptados y sobre esto suelen versar sus salvedades y no, en cambio, a enjuiciar críticamente, bajo su responsabilidad, si la aplicación de la supuesta ortodoxia contable es o no acertada en las circunstancias del caso que se revisa. Dicho con claridad, puede haber situaciones o hechos en los que una aplicación férrea de determinados principios de uso general puede desviar en parte de la imagen fiel, con lo cual los auditores, dentro de sus atribuciones y obligaciones, deberían generar y declarar las modificaciones y adaptaciones oportunas que el caso exija en aras precisamente de la imagen fiel y no suele ser frecuente encontrar salvedades frente a una aplicación desafortunada de la ortodoxia contable en el caso particular que se revisa.

Los principios contables generalmente aceptados, en el mejor de los casos, otorgan presunción de imagen fiel, salvo prueba en contrario, pero no pueden servir de escudo para una emisión en parte cuasimecánica de los informes de auditoría, eludiendo la auténtica responsabilidad profesional de buscar las soluciones alternativas idóneas requeridas por los casos singulares sometidos a revisión. De no ser así, se corre el riesgo de desembocar en deformaciones informativas, a pesar de la ortodoxia contable, que hay que desterrar teniendo en cuenta la enorme trascendencia y repercusión de dichos informes en diferentes esferas y ñúcleos de distinto interés.

En apoyo de lo que se dice, hay que recordar que el artículo segundo de la cuarta directriz de la CE en materia de elaboración, publicidad y censura de las cuentas anuales, establece como prioritaria e inexcusable la obtención de la imagen fiel, aunque ello exija, en casos excepcionales, debidamente justificados y declarados, la utilización de principios o criterios alternativos a los prescritos con carácter general.

Empresas eléctricas

En estos momentos, en España han estallado (como casi siempre, de forma estruendosa y sin apenas aviso previo) los problemas del sector eléctrico y una ola de pánico e irreflexión parece invadirnos de nuevo. Entre los muchos tópicos que se barajan, uno de ellos podría ser el de los informes de la auditoría, pues si bien es innegable que la situación presente del sector -o de alguna empresa concreta- puede ser probablemente difícil o compleja, tanto en el orden financiero como en el económico, no es menos cierto que algunos de los principios contables que supuestamente rigen en el sector y que los auditores suscriben y observan meticulosamente en sus informes, pueden ser perfectamente cuestionados con vistas a la pretendida imagen fiel. Así, de haberse hecho una interpretación más cautamente reflexiva de la problemática singular de estas empresas, probablemente la severidad de la imagen oscura desprendida de las cifras incorporadas a los informes pudiera haberse paliado, sin detrimento de su veracidad y aunque se hubiesen mantenido discrepancias respecto a las interpretaciones contables de ciertos hechos, quizá más favorables desde la óptica de las empresas.

No cabe aquí una discusión detallada de los principales hechos que, a buen seguro, han de requerir un cambio importante de las soluciones contables actualmente utilizadas (activación de rentas de capitales propios adscritos al negocio en construcción, nuevos instrumentos financieros del negocio en curso, planes de amortización técnica de los activos, imputación de gastos financieros y diferencias de cambio en moneda extranjera, recuperación del negocio en construcción, etcétera), pues esto debe trasladarse a las publicaciones técnicas especializadas, pero sí cabe decir con claridad que resulta urgente sustituir ciertos principios contables al uso para enmendar algunas de las imprecisiones o distorsiones cometidas en la información auditada de las empresas eléctricas.

Contabilidad y auditoría sí, pero siempre reflexivas y críticas al máximo; con principios de contabilidad generalmente aceptados concebidos desde la rigurosa racionalidad económico-financiera de los hechos y siempre ádaptados a las particularidades de la problemática de las distintas empresas y con defensa a ultranza de esta posición por parte de los auditores encargados de la revisión de las cuentas. Sólo así podrá disiparse fundadamente la duda de la posible falta de representatividad de la información contable y, en suma, de otorgarse auténtica y sólida credibilidad a la declaración de la imagen fiel hecha en el seno de los estados financieros, como requisitos ineludibles para el funcionamiento eficaz y transparente de las economías de mercado modernas.

José Luis Cea es catedrático de Economía Financiera y Contabilidad de la universidad Autónoma de Madrid.

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