De la República de Weimar al 'Estado total'
Hace 50 años moría en Múnich Oswald Spengler (1880-1936), en plena euforia nazi, régimen al que intelectualmente tanto ayudó a instalarse y del que, como Carl Schmitt, de forma moderada, se distanciaría en los últimos momentos. Una línea paralela seguirá a estas dos fuertes personalidades de la cultura histórica y jurídica alemana de entreguerras mundiales. Si Carl Schmitt representa la relativización sutil jurídicopolítica del Estado, el embate profundo a la sociedad democrática y pluralista y la preparación, consciente y anticipa da, del Estado total, Oswald Spengler expresa también, en línea coincidente, la relativización irracional y apasionada, catastrófica y mesiánica, de las culturas y del anuncio (esperanza / deseo) de la dictadura nacional.Desde dos planos metodológicamente distintos (derecho e historia), ambos llegarán a un mismo resultado: destruir el Estado liberal-democrático de Weimar y, con sus críticas lacerantes y profecías sombrías, preparar y acelerar el camino de la revolución nacional.
El paralelismo Schmitt-Spengler podría extenderse más: ambos son académicos universitarios, que no proceden de la clase tradicional burguesa (aunque defenderán sus intereses y mitos), y ambos también tomarán ciertas reservas con respecto al nuevo régimen o, más exactamente, el nazismo adoptará reservas con ellos cuando el Estado total se instala plenamente y se radicaliza, es decir, cuando exige una total identificación, sin fisuras, intelectual y política.
Actitud visionaria
Sin embargo, desde la coincidencia de fondo, en dos aspectos se separarán: uno, personal; otro, en la influencia de su obra. La personalidad de Schmitt está marcada por una astuta coherencia equilibrada y por una lógica estable. Sus contradicciones son, en realidad, simulaciones lúdicas y sofismas bien articulados (la razón encadenada, de la que hablé en otra ocasión en EL PAÍS), que excluye la magia esotérica y la permanente actitud visionaria de Spengler. Poseía Schmitt, por otra parte, una sobria ironía y un sentido del humor no usual entre los graves profesores alemanes.
Yo conocí a Schmitt, por Enrique Tierno, en los años sesenta, ya escéptico y distante de lo cotidiano (más aparente que real), y recuerdo una anécdota suya paseando por la Castellana, en Madrid. Fui a entregarle precisamente un libro dedicado de Tierno (Acotaciones a la historia de la cultura occidental), y mientras conversábamos con discreción se dio, cuenta de que su nombre no figuraba en el índice de autores, y socarronamente, como para sí, dijo: "Tierno debe colocarme en la cultura oriental".
Spengler, por el contrario, según Hamilton (The appeal of fascism), era solitario y misógino, misántropo y megalómano. A la astucia de la razón schinittiaría opondrá Oswald Spengler la vehemencia incontrolada y las analogías más dispares. Ambos se remiten a Goethe, pero, en el fondo, Schmitt piensa, sobre todo, en Hobbes -miedo,seguridad, orden tradicional-, y Spengler, en la lectura más irracional de Nietzsche: minorías y masas, césares y superhombres.
Spengler, por otra parte, a diferencia de Schmitt, que será más limitada y elitista su incidencia pública, fue uno de los pensadores más leídos -y más influyentes- no sólo en Alemania, sino en toda Europa, en la etapa de entreguerras.
La primera edición de La decadencia de Occidente (1918, primer volumen; 1922, segundo volumen) fue un gran best seller de la época: se vendieron más de 100.000 ejemplares. Se traduce a todos los idiomas europeos, y en español aparece en 1923, de la mano de Manuel García Morente como traductor y exegeta (en Revista de Occidente) y con un proemio elogioso de Ortega y Gasset. (Es significativo que las ediciones de esta obra continúan hasta hoy: en 1983, todavía la editorial Espasa-Calpe lanza la 13ª edición para España y América Latina.)
Otra obra suya, de mayor compromiso político directo, Años decisivos, será también editada antes de nuestra guerra (1936); y finalmente, muerto ya Spengler, en 1947, se editan unos ensayos breves (El hombre y la técnica), traducidos también por García Morente. Que yo sepa, su Prusianismo y socialismo, de 1920, no se traducirá al castellano.
Influencia en España
La recepción de Oswald Spengler -influencia y crítica- en España será muy diversa y amplia. Se introducirá primero por los sectores liberales (Ortega, García Morente), se apoyarán en él escritores socialistas (Araquistáin), lo utilizará como maestro el grupo autoritario-tradicional de Acción Española y será criticado fuertemente, también en los treinta, por sectores socialistas-comunistas (revista Octubre).
Hay una pregunta que surje ante esta variopinta influencia: ¿cómo Spengler, anticipador de la edad de los césares, profeta de la guerra, anunciador del militarismo e imperialismo, destructor del Estado liberal, negador de toda convivencia democrática y pacífica; que exalta la desigualdad social y racial y anula la libertad; que quiere, en fin, construir una revolución nacional conservadora, integrando el prusianismo -orden, jerarquía, tradición- en el socialismo, pudo haber sido uno de los exponentes lúcidos para algunos de nuestros liberales y socialistas más conspicuos?
Es lógico que, dentro del grupo autoritario-tradicional (con las reservas por su no catolicismo), Spengler fuese visto como un profeta y un debelador de la cultura: Maeztu, Sainz Rodríguez, Vegas Latapie, Vázquez Dodero, Pemartín, Ruiz del Castillo; pero más compleja de entender es la influencia sobre Ortega Morente (aunque su evolución posterior lo explica) o Araquistáin.
Mistificación
Una explicación puede lanzarse: la mistificación de las corrientes doctrinales autoritarias (y prefascistas) en la década de los veinte-treinta. Es cierto que entre La decadencia de Occidente y Años decisivos pasan 10 años.
Lo que en la primera obra se entendía como un diagnóstico, en la segunda hay ya un programa: en La decadencia... se pretende establecer una nueva filosofia de la historia; en Años decisivos, la concretización autoritaria de aquella filosofía intuitiva, vitalista y mágica. Todavía en 1934, Arconada consideraba un signo "de gran revelación" la incorporación de Spengler al nacionalsocialismo hitleriano.
Mistificación y angustia, desesperación y pesimismo, nacionalismo y belicismo, condicionaron una época que, como resultado, ayudaría intelectualmente a construir el Estado total. La obra de Spengler, dentro de estas coordenadas, fue, sin duda, uno de los exponentes máximos de la irracionalidad que, afortunadamente, terminó en 1945.