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ENCUENTROS DE MÚSICA CONTEMPORÁNEA EN METZ

La obra energética de Xenakis

ENVIADO ESPECIALLa Orquesta Sinfónica de la RTV de Luxemburgo, dirigida por el ginebrino Michel Tabachnik, puso en programa una gran obra orquestal de Iannis Xenakis: Horos, uno de los puntos altos del Festival de Metz en su 19 edición. Como tal lo recibió el público, que hizo objeto de los más largos aplausos al compositor, así como a Tabachnik, claro y fiel expositor de unos pentagramas no fáciles.

La personalidad de Xenakis (Braila, Rumanía, 1922) es verdaderamente extraordinaria. Históricamente fue uno de los primeros en percibir con claridad que la vía del serialismo conducía inevitablemente a un nuevo academicismo. Busca entonces no una tercera vía, que a fin de cuentas sería nuevo condicionamiento, sino lisa y llanamente la libertad. El hombre cultural que habita en Xenakis ejerce su libertad dentro de un amplísimo campo de conocimientos que van desde la musicología y el folclor hasta la arquitectura (ya es sabido que colaboró con Le Corbusier en el Pabellón Philips de la Expo de Bruselas); desde la música litúrgica bizantina hasta la electroacústica y la informática, sin excluir una formación profunda junto a representantes de la tradición y la renovación (Honnegger, Milhaud, Messiaen, Scherchen). Así, las posibilidades de Xenakis se anunciaban desde el principio, tan innumerables como su obra ha confirmado. Cayó, sin embargo, sobre Xenakis una leyenda que en parte alienta todavía, mantenida por quienes hablan de oídas: se habló demasiado de ciencia, matemática, arquitectura, con un escondido propósito de ocultar al espléndido músico de instinto, al artista por naturaleza. Una obra como Horos puede demostrar cómo todo. cuanto hay en Xenakis nace y termina en su condición musical de alta categoría.

Tonos violentos

Página de una pieza, dotada de una continuidad y un impulso espléndidos, la orquesta brilla en Horos con mil colores, preferentemente de tonos violentos y el ritmo se desarrolla desde un pulso fuerte y vital. Muere en Xenakis la música desvertebrada, el puntillismo vagoroso y atmosférico, y renacen ciertos valores que habían tenido su primera gran culminación en el potencial energético de Beethoven. También en Xenakis, desde otra ideología, la energía opera de manera primordial, sin que jamás quede sustituida por el motorismo, que es, casi, lo contrario, ni mucho menos por el convencionalismo de cualquier forma; la idea musical determina su forma, su color, su vivencia a través de una creación sonora profunda por su especialidad, fascinante por la voluntad de definición, reactivadora de sensaciones múltiples y evocativa de un antecedente: Edgard Varese.Brilló Tabachriik como director y demostró su valía como compositor en Le pacte des Onzei- gran aglomeración de voces, orquesta, banda magnetofónica y flashes de colores. El conjunto resulta fatigante y tan hermético y misterioso como el Evangelio apócrifo de Didime Judas-Thomas que la motiva. Pero no pueden negarse muchos hallazgos y un largo saber.

La organización del festival, su proyecto ambicioso, ha convertido las jornadas de Metz en acontecimiento anual de la creación contemporánea. Por muchos títulos y autores que figuren en los programas, el trabajo programativo no ha sido de acumulación, sino de selección, tan inteligentemente llevada a cabo que sobre los valores puramente musicales aparece el valor añadido de una información muy necesaria para quienes deseen convivir con el arte de su tiempo.

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