_
_
_
_
_

Ausencia norteñas

La sierra norte se escribe desde las ausencias: de población a renta per cápita todo ha ido desapareciendo progresivamente o no ha existido nunca. La definen 1.276 kilómetros cuadrados, el 16% de la superficie de la región. Sus 42 alcaldes representan al 0,23% de la población madrileña. Y es que, repartida la superficie entre sus 13.000 habitantes, el resultado no es precisamente de apiñamiento. Todos ellos cabrían en poco más de una manzana del barrio de Salamanca.Los municipios son tantos, y tan pequeños, que algunos han optado por unirse. Sólo tres pueblos superan el anhelo de los 1.000: Rascafría, Bustarviejo y Buitrago. Y uno los 2.000: Torrelaguna. En verano todo cambia; Buitrago, por ejemplo, triplica su número.

Más información
Vía libre para una ley que pretende impulsar la 'sierra pobre'

Al minifundismo municipal se une el envejecimiento de la comarca: en La Hiruela, más de la mitad de sus 40 vecinos supera los 65 años; en Venturada, 200 habitantes, hay ocho chavales con menos de 18 años.

Lo que acecha a la Sierra Norte se llama desaparición. Y lo que subsiste son unos ingresos económicos que la sitúan a la cola de los pueblos de la región: más de una cuarta parte de su población no supera las 230.000 pesetas anuales, según los datos más recientes. Únicamente Somosierrra sobrepasa la barrera de las 500.000 pesetas anuales por habitante. La gente vive de la agricultura, la ganadería y el bosque. El paro sobrepasa el 20% en poco más -de la décima parte de los municipios. Sin embargo, la zona es la principal abastecedora de agua de la región.

En los años setenta, Madrid aumentó sus vecinos en un 25%, y la Sierra Norte vio marchar a uno de cada ocho vecinos. De los que quedaron, la mitad no tiene agua corriente, y a un 5% no le ha llegado aún el invento de la electricidad.

Una pegatina del grupo Concejo, único grupo cultural de la zona, dice que quiere una sierra más joven. Mientras, en la revista de los centros de educación de adultos El Zarzo, se opina sobre la OTAN, las centrales nucleares y se escriben poesías. Al tiempo, un grupo de jóvenes ha montado un taller de rock.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_