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La 'cumbre' de Ifrán

Es difícil ver cómo puede la cumbre israelo-marroquí de la semana pasada aportar algo constructivo a la actual situación del Oriente Próximo. El encuentro está claramente en estrecha relación con cuestiones de política interna de Israel.Hay una intensa sensación de urgencia ya que dentro de diez semanas, Shimon Peres tendrá que ceder el poder al dirigente del Likud, Isaac Shamir, quien no parece dispuesto a retirarse de los territorios ocupados ni tampoco a hacer ninguna concesión a la pacificación.

Está claro que los planes para llegar a un acuerdo presentados por Hussein de Jordania fracasaron. El rey Hassan II de Marruecos podría haber asumido el liderazgo de los países árabes, romper el impasse y abrir el camino a las negociaciones. Shimon Peres habría encontrado la razón para decir que había surgido una oportunidad nueva, crucial, que justificaba unas elecciones anticipadas y que le evitaría la transferencia de poder.

Los judíos de origen marroquí, que habitualmente dan su voto al Likud, comprenden actualmente entre el 25 y el 30 por ciento del electorado israelí. Muchos de ellos conservan un cálido afecto hacia el rey Hassan y han mostrado en una declaración su total apoyo hacia la cumbre. Shimon Peres podría haber obtenido una victoria electoral que le concediera un nuevo mandato para su partido.

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Nueva York, 28 de julio

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