Borges da buenos frutos
He puesto este título -Borges da buenos frutos-, pero quiero seguir reseñando el sobre del que tomo esta leyenda, en la que el nombre de Borges, está en grandes letras blancas, finamente lineadas y con relieves negros, en un fondo rojo flanqueado por dos motivos vegetales, sobre un plano campesino que ilustra la recolección de (seguramente) buenos frutos; que: Borges los da viene dicho en buenas letras abajo de este grande y ornamentado sujeto: Borges. Poco después, sobre una transparencia que hace visibles esos frutos, la información se hace más precisa: "Cacahuetes fritos y salados". Por si eso fuera poco, se nos informa de que estamos ante una quality USA, aunque el envasado se haya producido en Reus. En realidad, "los cacahuetes Borges han sido elegidos entre los mejores de USA" y, en fin, "son grandes, sabrosos y de tamaño uniforme".No sé cómo irán ahora estas cosas, pero me acuerdo de que hace unos 30 años (cómo me alegro de citar otra vez, en tan poco tiempo, a nuestro amado Iñaki) Aldecoa fue fotografiado en su casa, para una entrevista, ante una mesa en laque había una botella de coñá cuya marca, resultó muy visible, y que a los pocos días de publicarse la entrevista recibió una buena caja de botellas que contenían aquel licor, con una amable carta, en la que se le agradecía ser consumidor del dudoso brebaje. Lo malo, en este caso, aunque aquella costumbre comercial continuara vigente, es que nada mejor podría ocurrirme que verme, dentro de unos días, masticando cacahuetes, lo cual, por muy uniforme que sea su tamaño, no es para mí la mejor de las perspectivas, francamente.
Es el caso que la anécdota de estos buenos frutos borgianos me ha dado mucho que pensar, pues plantea nada menos que ese asunto de si un escritor reaccionario puede o no dar buenos frutos literarios, aunque verdaderamente este tema sea ya desde hace mucho tiempo una tontería, a la vista de tantos escritores tan progresistas que escriben como rayos, aunque ese no sea el caso más frecuente, pues lo que sí ocurre de modo casi consuetudinario (hale, que aquí lanzamos la bromita de reproducir aquella parodia facilonga de la retórica española) es que todavía haya multitud de escritores mediocres que se reclaman de posiciones progresistas, quienes es cierto que escribirán muy bien, pero que a fin de cuentas no son sino lacayos del imperialismo. ¡Cuánta tontería y no es un problema de ahora, en todo esto! ¡Borges da buenos frutos literarios! ¡Desde la izquierda se producen tristes engendros tanta! veces que no es posible reducir la cosa a un apartado no significativo! Pero entonces: ¿será que la literatura es una cosa y el pensamiento otra y el sistema ético otra?
Pero eso ya se sabía, por lo menos desde que, con Kant, se vio muy bien que la moral es un campo autónomo -o como tal funciona, o es posible que funcione- en relación con la metafísica, y que hay un nivel, el de la sensibilidad, que tiene su propio fuero, donde se producen juicios que, mire usted, allá penas, usted me dirá que este escritor se merece pocos elogios como persona o como ciudadano, pero resulta que por medio de sus escrituras toca fondos y de tal manera lo hace que yo no tengo más remedio que quitarme el sombrero aunque el tío me parezca un malísimo ciudadano; porque Borges parece que ha dicho no pocos horrores que lo situarían a la vera de un pensamiento más o menos canalla, racista y por ahí, pero quién puede decir que no dé buenos y hasta óptimos frutos en el campo de la literatura. De todas maneras, esto de la literatura habría que releerlo cuando se trate de ver lo que ha pasado en esta o aquella historia; porque el problema de las valoraciones de los escritores viene impregnado siempre de contaminaciones ideológicas, amén de los problemas que nos plantea el mundo tan complejo de la sensibilidad, y de ahí que se ande siempre muy mal por estos pagos, y en verdad que, en literatura, los buenos frutos aparecen donde menos se piensa, y no aparecen allí donde más podría pensarse que tendrían que aparecer, y a, mí qué se me da de que este tío o esta tía sean muy majos si lo que escriben me importa un pito, y a la viceversa. Por cierto que, ya que estamos en esto de la lectura, habría que hacer hincapié . en la conveniencia de ir, cada uno de nosotros, "a los frutos mismos", para glosar aquel principio de la fenomenología, en la mayor medida en que ello sea posible: apartar velos -los de los juicios que nos suministran los expertos, los de nuestros prejuicios ideológicos-, desvelar la obra, de manera que uno pueda decir, por mucho que los entendidos me digan que Mario Vargas Llosa es un gran novelista, que yo leo con mucho mejor gusto a Jules Verne, por ejemplo. Me parece que está pendiente, una nueva lectura de la literatura española, desde ese punto de vista que mire a las obras del modo más directo posible. Así se abrirá paso la verdad sobre algunos de nuestros autores, y dejará de decirse de una vez para siempre que Unamuno fue un gran poeta, y llegará a decirse que Baroja escribía muy bien como narrador y, en ese género, Valle-Inclán escribía muy mal, porque empleaba un lenguaje sólo aparentemente rico y convencional, y que hay en la poesía de Antonio Machado decenas de versos que dan grima, y, en fin, que el teatro de García Lorca se hallaba -cuando su obra fue brutalmente interrumpida- en una fase de formación, y está transido de una insufrible cursilería, o también que lo mejor de su obra lírica está en sus primeros poemas y canciones y que pasa a su Poeta en Nueva York con mucha fuerza, pero que libros como el Romancero gitano son dignos, más bien, de un piadoso olvido. En fin, etcétera, etcétera.
En cuanto a Borges, es verdad que da buenos frutos, aunque a mí me parezca a veces estomagante -así lo dije brutalmente en alguna ocasión-, como estomagantes me parecen pasajes y pasajes de autores tan admirados por mis contemporáneos como Henry James y Joseph Conrad, por quienes creo que Borges ha sentido siempre gran devoción. En fin, en fin, yo siento una gran simpatía por Gabriel García Márquez, pero en eso de los Nobel me parece que ha habido algún fallo en que Rulfo se haya muerto sin obtenerlo y en que a Borges, que probablemente es el mejor escritor vivo en lengua castellana, no se le haya otorgado, a pesar de sus óptimos frutos. Aunque nada más fuera porque escribió una Historia universal de la infamia en un libro tan mínimo, lo que ya en sí contiene una extraordinaria gracia literaria. Pero además es que...
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