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El Instituto Valenciano de Arte Moderno muestra 62 obras de Julio González

La exposición que se está desarrollando en la Lonja de Valencia sobre Julio González constituye sin duda el acontecimiento cultural de carácter institucional más importante de estos últimos años en la Comunidad Valenciana. Es evidente que esta calificación contundente no se refiere sólo al hecho en sí de la exposición, sino a que ésta muestre en público, como ya es de sobra conocido, la colección excepcional de piezas del escultor catalán recientemente adquiridas por el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), que de esta manera contará con el Centro Julio González.

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Período crucial de un escultor

La exposición de Julio González en la Lonja de Valencia consta de 62 piezas, la mayoría de las cuales pertenece a la colección adquirida por el IVAM, pero también a ciertos préstamos que han sido requeridos para la ocasión con vistas a completar la significación histórica del conjunto, entre los que se encuentran piezas tan relevantes como La Montserrat, del Museo Stedefijk de Amsterdarn; El sueño. El beso, del Centro Pompidou de París; El gran personaje de pie, de la Fundación Maeght, de St. Paul de Vence; o El hombre cactus I, de la colección Carmen Martínez y Viviane Grimminger de París.Si tenemos en cuenta que el conjunto de obras pertenecientes al IVAM de Julio González suma la espectacular cantidad de 58, se puede apreciar la magnitud y relevancia de la muestra.

Cuando la mayoría de nuestros importantes museos oficiales sigue careciendo de medios adecuados para el imprescindible enriquecimiento de sus respectivos fondos, o, lo que es peor, cuando, en los pocos casos en los que esporádicamente ello no ha acaecido se han lanzado a unas compras carentes de criterio, la ejemplar iniciativa del IVAM demuestra que, mediante un trabajo serio y responsable pueden hacerse realidad hasta los sueños que parecían o se pregonaban como inalcanzables.

Frecuentemente se suele repetir con machacona insistencia que nuestro país debe renunciar a incrementar nuestro raquítico patrimonio sobre arte contemporáneo, al menos en lo que se refiere a la adquisición de obras de los más prominentes representantes de la vanguardia histórica, porque, según se afirma, ya es demasiado tarde. Quienes sostienen estas tesis quizá desconozcan que esto mismo ha sido alegado, desde principios de siglo como justificación oficial para no acabar comprando a la postre nada, ni del pasado, ni del presente ni lo que presumiblemente se estaba fraguando como porvenir.

Aparte de que cualquier programa oficial de compras no adquirirá jamás un mínimo de credibilidad sin responder a ciertos imperativos morales tales como para el caso son los que nos exigen emblemáticamente llenar los huecos de nuestros museos con los mejores artistas contemporáneos españoles, entre los que se encuentran Picasso, Miró, J. González, Dalí, Juan Gris, O. Domínguez, etcétera, constituye un odioso sofisma fabricar falsas disyuntivas, que además no tienen casi nunca otra base real que la comodidad o la incompetencia de los responsables encargados de la gestión.

Éxito del IVAM

El éxito logrado por el IVAM ha puesto en evidencia las frívolas aseveraciones acerca de nuestras posibilidades en este campo, pero hay otros datos acusadores.

Y puesto que en no pocas ocasiones se nos dice que el problema principal es de carácter económico, ahí está, sin ir más lejos, el bochornoso retraso en la resolución oficial para cerrar definitivamente el legado testamentario de Douglas Cooper al pueblo español, consistente en dos obras de Picasso y dos de Juan Gris, valoradas en 11.670.000 francos franceses (unos 240 millones de pesetas), según valoración del albacea testamentario con fecha de 26 de junio de 1984, sobre el que España habría de pagar al Estado de Mónaco un 16% en concepto de derechos de sucesión.

Pues bien, el decreto de aceptación del legado tardó en publicarse casi un año y hoy aún no se ha pagado la tasa fiscal obligada, con lo cual no sé si jurídicamente este incomprensible retraso acabará haciendo peligrar el legado. Pero de lo que sí estoy seguro es que ha servido para descalificarnos internacionalmente. ¿Cómo, entonces, mencionar el dinero, si no se resuelve a tiempo ni tan siquiera lo que nos es graciosamente donado?

Menos mal que dentro de este deprimente panorama hay excepciones como la del IVAM, en cuya futura sede, ya diseñada y apta para ser construida, estoy convencido que se exhibirán obras de la vanguardia histórica y de la reciente, tanto de los mejores artistas españoles como de los que no lo son, porque no hay más barreras insalvables que las existentes para los que no saben o no quieren sortearlas.

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