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Reportaje:

Los Schlumberger, retrato de familia

Dos miembros de la multimillonaria dinastía francesa entran en el negocio de la televisión privada

Soledad Gallego-Díaz

Los dos canales privados de la televisión francesa (las cadenas Cinco y Seis, que comenzarán a emitir el próximo 20 de febrero) han sido concedidos por el Gobierno a dos consorcios en los que figuran, respectivamente, Jérôme y Nicolas Seydoux, hermanos multimillonarios, descendientes de uno de los personajes más legendarios del mundo internacional de los negocios, el francés Marcel Schlumberger. La saga de los Schlums, como se les denomina afectuosamente en los círculos iniciados, podría dar origen a una apasionante novela.

Según un estudio publicado por Le Nouvel Observateur, la familia posee hoy día nueve de las 20 fortunas personales más importantes de Francia. Están presentes en prácticamente todas las ramas de la industria y de las comunicaciones y extienden sus tentáculos hasta el otro lado del Atlántico.A nivel popular esta familia es, sin embargo, prácticamente desconocida en Francia. Casi nunca aparecen en las revistas del corazón, jamás protagonizan escándalos y procuran pasar lo más inadvertidos posible. Un examen atento de las fundaciones artísticas, organizaciones feministas y de toda clase de iniciativas relacionadas con arquitectura, pintura, cine o música demuestra, pese a todo, que muchos de sus miembros son muy activos como mecenas.

Y, mayor sorpresa aún, un análisis de su discreta actividad política demuestra que los Schlumberger tienen y han tenido siempre más relaciones con la izquierda que con la derecha. El primero que cuenta en el árbol genealógico es Paul Schlumberger, un protestante hugonote, alsaciano, que regentó, a finales del siglo XIX y principios del XX, una próspera industria textil y que tuvo suficiente visión de los negocios como para invertir en la construcción del canal de Suez. Su esposa, Marguerite Witt, era nieta de un ministro de Luis Felipe que gritaba a la burguesía: "Enriquézcanse", pero que no ha pasado a la historia por sus habilidades como negociante, sino por ser una de las primeras mujeres que reclamó, en Francia, el derecho a voto y que llevó su compromiso hasta dirigir una liga sufragista internacional.

La pareja tuvo cuatro hijos, todos varones. Dos de ellos, Marcel y Conrad, son los auténticos fundadores de la saga, porque fueron quienes dieron el gran paso que va de ser ricos a ser una de las mayores fortunas de Europa. Los hermanos inventaron y lanzaron al mercado,, en los años veinte, un aparato que les cubriría de oro... oro negro, puesto que era un artilugio capaz de predecir dónde existían bolsas de petróleo.

El dinero, las enormes cantidades de dinero que fueron acumulando e invirtiendo con éxito, no pareció cambiar mucho sus hábitos ni sus inclinaciones políticas. Conrad, que, según cuenta la familia, volvió de la I Guerra Mundial convertido en un pacifista, fue uno de los primeros hombres de negocios franceses en visitar la recién creada Unión Soviética, y en establecer contactos con los amigos de Lenin. Sus simpatías socialistas le llevaron a financiar la Prensa de izquierdas de la época y a mantener contactos con Jaures. Murió en 1936, a los 58 años; su hermano Marcel, más joven, apuntaló el imperio y lo extendió incansablemente hasta su propia muerte, en 1953.

La unión mágica

Una de las hijas de Conrad, Anne, no ha querido someterse a la ley francesa según la cual las mujeres pierden su propio apellido al casarse, y ha unido al de su marido, Gruner, el nombre mágico de Schlumberger. Es hoy día una anciana vivaz, casada dos veces, que posee, a título personal, unos 20.000 millones de pesetas y que confiesa públicamente que vota al partido socialista, un partido que lo primero que hizo al Regar al poder fue crear un impuesto especial sobre las grandes fortunas.Su hermana, Sylvie Boissonnas, algo menos rica (situada en el número 18 en la clasificación del semanario parisiense), es todavía más discreta. Su pasión es el arte y a la hora de aportar dinero para promocionarlo nunca se muestra avara. Además del mecenazgo individual, Sylvie Boissonnas, que tiene 73 años, es presidenta de la Sociedad de Amigos del Museo Nacional de Arte Moderno. Su hijo Nicolas (decimotercera fortuna de Francia) es propietario de una estación de deportes de invierno, y además de ocuparse de sus acciones en las sociedades Schlumberger, dirige otro gran número de empresas.

Todavía más poderosa económicamente que la rama Conrad es la rama Marcel. Su hija Geneviève posee, de acuerdo con los impuestos que paga, unos 30.000 millones de pesetas. Nadie es más rico que ella en Francia, salvo, tal vez, la dueña del imperio químico L'Oreal, Liliane Bettencourt. Geneviève es la madre de los afortunados concesionarios de las dos únicas cadenas de televisión privadas de Francia, Jérôme y Nicolás, de los que se hablaba al principio.

Geneviève Schlumberger ha seguido íntegramente la tradición de la familia: protectora de las artes y de izquierdas. Su marido, René Seydoux, fallecido en 1973, pasaba por ser uno de los apoyos económicos del Partido Socialista Francés. Fue él uno de los que intervino para que, en los años sesenta, la fabulosa multinacional Schlumberger pasara a ser dirigida no por un miembro de la familia, sino por un amigo, Jean Riboud, que constituye por sí solo otra novela.

Riboud, que falleció el año pasado, era amigo íntimo de François Mitterrand y uno de los más importantes hombres de negocios de todo el mundo en los últimos 50 años. Cuando se hizo cargo de su puesto de presidente director general logró que la compañía aumentara sus beneficios en un 30%. Los norteamericanos le otorgaron el título de mejor empresario de Estados Unidos. Católico, antiguo resistente, deportado al campo de concentración de Buchenwald, casado con una bengalí especialista en tapicería, Jean Riboud conocía a los Schlumberger desde siempre.

La nueva generación es ya tan extensa que resulta imposible seguirle la pista a todos sus miembros. Salvo a dos de ellos, Jérôme y Nicolas Seydoux, que han ocupado estos días las primeras páginas de la Prensa francesa. Jérôme, el hermano mayor, se ha asociado con el italiano Silvio Berlusconi para lanzar la primera cadena de televisión comercial de Francia. A su lado, otro nombre conocido, Christopher Riboud, hijo del llorado amigo de Mitterrand.

Intocables

Los concesionarios de la segunda cadena comercial francesa son la productora cinematográfica Gaumont y la agencia de publicidad Publicis. Detrás de la productora está el otro Seydoux, Nicolas, coleccionista de coches antiguos, heredero de un castillo, propietario de un semanario y novena fortuna de Francia.La presencia de los dos hermano s en la recién creada televisión privada podía haber provocado un escándalo. Sorprendentemente, la Prensa francesa procura no insistir demasiado en ese hecho y dirige sus dardos preferentemente contra Berlusconi. Incluso Jacques Seguela, propietario de otra agencia de publicidad candidata a la concesión de la sexta cadena y creador de la campaña de imagen que llevó a Mitterrand al Elíseo (con el famoso eslogan La fuerza tranquila), ha preferido centrar su despecho y rabia en el asociado de Nicolas que en Nicolas mismo.

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