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La visita de Hassan II a París

A algunos días de la reunión de la cumbre franco-africana que debe celebrarse en París del 11 al 13 de diciembre, Mitterrand habrá recibido a dos jefes de Estado de entre los más fieles amigos de Francia: Senegal y Marruecos. Senegal ha llamado al Elíseo para que continúe dando ejemplo a los países occidentales para que aumenten las presiones sobre el África del Sur racista. Marruecos solicita que Francia persista en sus esfuerzos para convencer a sus socios de la CEE de que tomen en consideración las inquietudes de los magrebíes.Marruecos y Túnez han logrado desarrollar su producción de frutas y legumbres. En ello veían, con numerosos expertos del Tercer Mundo, una fuente de empleo y de desarrollo regional equilibrado, sin ruptura brutal del tejido social tradicional, y contaban con su exportación para colmar una parte del déficit comercial. Pero la ampliación del Mercado Común a España y Portugal corre el riesgo de comprometer sus ventas. Ciertos acomodamientos y arreglos acaban de ser propuestos por los diez. Pero esto no tranquiliza totalmente a Rabat, que pide una negociación global.

Los dos jefes de Estado que apelan así a Occidente para que éste supere sus intereses inmediatos, a fin de preservar a largo plazo las posibilidades de diálogo y de cooperación con un África estable, están también mezclados de cerca en las negociaciones para la solución del conflicto chadiano, interno del continente africano, pero que no deja indiferente a Francia. Uno es presidente en ejercicio de la OUA, encargada de facilitar la discusión entre los beligerantes. El otro, ligado a Libia por un tratado de unión, puede esperar influir sobre el coronel Gaddafi, sin el cual la paz es imposible en Chad.

Desde hace tiempo, el coronel Gaddafi está obsesionado por las reagrupaciones regionales, reagrupaciones que sus cambios no contribuyen siempre a facilitar. Para permitirle salvar la situación, Marruecos propone a Libia que Chad se una al tratado de unión. ( ... ) El dirigente libio, esperado próximamente en Dakar, ofrecería al presidente de la OUA retirar sus tropas del norte del país en contrapartida de la creación de una fuerza africana en el seno de las cuales estarían representadas. Es probable que el soberano marroquí tiene ideas que desea hacer valer sobre ese proyecto que, si adquiriesen forma, colocarían a Mitterrand ante el problema de saber si puede permitirse confiar una segunda vez en Gaddafi.

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Otros problemas que exigen una respuesta reflexiva serán evocados con ocasión de las conversaciones con el rey Hassan. Por ejemplo, cuando éste anuncie su intención de comprar 24 Mirage 2000, se va a plantear un problema de financiación: ¿es necesario otorgar condiciones especiales a Marruecos para evitar que no se oriente más hacia los americanos? ¿Será necesario hacer esa entrega a riesgo de irritar más todavía a Argelia, cuando el Frente Polisario lanza ya ataques contra esta entrevista?

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