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Sobre la historia de la Historia

Al comienzo de la primavera pasada se celebró en París, organizado por la Fundación Singer-Polignac, un importante coloquio sobre Nación y nacionalidades en España, de cuyas actas, que acaban de publicarse en libro, Antonio Tovar dio cuenta en estas mismas páginas. Ni a él ni a mí nos fue posible asistir. Por eso mismo yo también quisiera aprovechar este bienvenida segundo turno para participar en el coloquio.La conferencia de apertura estuvo a cargo de nuestro amigo el profesor Jacques Lafaye, quien la inició con la sutil observación de que, anteriormente, el nacionalismo se vivió como amenaza a, o frustración de la independiente unidad de la nación; hoy, en cambio, el nacionalismo se vive principalmente como reivindicación o, visto por el otro lado, como amenaza de su desmembración.

En uno y otro caso, conscience malheureuse, sí, pero también, y según la expresión de Ortega, que el profesor Lafaye recoge, un sistema dinámico a cuyo equilibrio contribuyen tanto las fuerzas centrífugas como las centrípetas.

El propio Lafaye insiste en que lo decisivo para la realidad de una nación no es la efectividad del aparato estatal, sino la prise de conscience nacional. Esta, en muchas ocasiones, se monta sobre un gran equívoco, así nuestra Guerra de la Independencia. Los reaccionarios, y masas ignaras que les siguieron, vieron en ella la liberación de España de las perniciosas nuevas ideas, antirreligiosas y revolucionarias; los afrancesados, por el contrario, un error, el de oponerse a la modernización; y los hombres de las Cortes de Cádiz, la gran ocasión para convertir la guerra en revolución, revolución liberal y democrática y, lo que nos importa directamente aquí, para hacer surgir de las ruinas de un Estado de antiguo régimen, una patria, una nación, un Estado nacional.

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España, como toda nación, viene a decir el profesor Moreno Alonso, es una "construcción" a la vez intelectual y emocional, en gran parte historiográfica. Con razón los historiadores han sido llamados los Profetas del pasado. Fueron los historiadores -permítase que llamemos a algunos, como a san Isidoro, anacrónicamente, así- quienes inventaron España cuando -recordemos la tesis de Américo Castro, su déconstruction y subsiguiente reconstrucción- estaba todavía muy lejos de existir como tal, quienes retrotrayeron hasta el pasado lo que, cuando mucho, apenas empezaba a ser verdad en su presente. Son los historiadores quienes, como afirma Diego Catalán, citado aquí por Moreno Alonso, han impuesto un "modelo Historia de España que hoy gobierna indiscutido la historiografía nacional" y, consiguientemente, a través de la enseñanza establecida, el pensar y el sentir de los educados como españoles.

Ahora bien, la historiografía, el género Historia en el sentido técnico de la expresión, ha sido una creación del siglo XIX, que no por casualidad ha sido el siglo de los nacionalismos. Todos los tratados de Historia que conocemos -incluidos, por supuesto, los llamados de Historia Universal- siguen siendo escritos, salvo algún ensayo, tan culturalista como inoperante, de sincretismo o mero mosaico, desde una perspectiva de Historia nacional. La Historia cumple, ha cumplido, para la formación de los nacionalismos, la función que la mitología primero, la ideología después, para la formación de una concepción del mundo. El historiador es siempre, ciertamente, ideólogo, pero su método¡ en tanto que narrativo y figurativo, es, dicho sea en el sentido más positivo de la expresión, mitológico.

Nuestra época no es ya la de los Estados nacionales, como ha sido el siglo XIX y, en parte, el XX, sino la de los dos grandes Bloques, cada uno de ellos pro-

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Sobre la historia de la Historia

Viene de la página 11visto de su correspondiente historia ideológica: la del Destino Manifiesto, USA; la de la instauración del marxismo, la URSS. Así pues, ¿cuál puede ser la función actual de los estudios de Historia nacional? Creo, en la línea antes apuntada a propósito de Américo Castro, que la de la desconstrucción y reconstrucción, y para referirnos expresamente a nuestro tema, la de una Historia de las Españas (por llamarla de alguna manera), frente al modelo Historia de España.

Pero, ¿y más allá de la perspectiva nacional? Sin hablar de una irrealista Historia Universal, ¿se hará alguna vez una Historia de Europa? Esperémoslo, pero, después de todo lo dicho, supongo que queda claro que ésta tendrá que hacerse en función de la construcción de Europa. Mientras no exista el modelo Historia de Europa podrá haber un Mercado Común y, hasta cierto punto, una Unión Económica europeos; pero Europa, más allá del ámbito geográfico-cultural que ella ha significado, Europa en tanto que unidad política operativa o, digámoslo en el lenguaje ,actual, como Tercer Bloque, no podrá existir. He aquí la gran responsabilidad intelectual que pesa sobre los historiadores, y apenas hace falta agregar que ahora estoy tomando la palabra en su más amplia acepción: inventar intelectual y emocionalmente esa -muy díferenciada- unidad que necesita ser Europa.

La historiografía del siglo XIX lo fue de los Estados nacionales. La de estos años del siglo XX está siendo ya la de los intranacionalismos. ¿Será el siglo XXI el de la historiografía supranacional?

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