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Karpov pidió su primer descanso reglamentario

Leontxo García

El campeón del mundo de ajedrez, Anatoli Karpov, pidió ayer su primer descanso reglamentario, de los tres a que tiene derecho, dentro del encuentro que le enfrenta por el título al aspirante, Gari Kasparov. Según todos los indicios, el campeón trata de prepararse minuciosamente para la tercera partida, que comenzará el martes, a fin de no verse sorprendido como en la primera del campeonato, ganada por Kasparov y en la que éste también jugó con las piezas blancas.

Karpov consiguió empatar, pese a la posición ventajosa de Kasparov, en la reanudación de la segunda partida aplazada. El aspirante, pese a jugar con negras, jugó muy bien hasta el momento del aplazamiento, en el movimiento 41º. Pero en la continuación, hasta las tablas en el 65º, el campeón se mostró más fuerte técnica y tácticamente. También se comprobó la calidad de su equipo de asesores.Los méritos indudables de Karpov para conseguir las tablas se aumentan al considerar que Kasparov es un gran especialista de la defensa siciliana, variante Scheveningue, sobre la que publicó un libro el año pasado, y fue la que aplicó en la partida.

Las partidas de ajedrez en la alta competición tienen una duración media de cinco horas. Si el juego no ha terminado transcurrido ese tiempo, la posición resultante queda aplazada. Entonces comienza el duro trabajo del análisis, considerado como muy desagradable por la mayoría de los ajedrecistas. En las partidas del Campeonato Mundial, que actualmente se disputa en Moscú entre los soviéticos Gari Kasparov y Anatoli Karpov, esta faceta del juego tiene los rasgos de una investigación científica en toda regla, ya que cada jugador es ayudado por un equipo de analistas. Los protagonistas la dirigen, pero pueden dormir mientras los otros trabajan. El equipo del campeón está compuesto por Igor Zaitsev y Serguei Makarischev. El de Kasparov lo dirigen Alexandr Nikitin e Iosif Dorfman.

Los tiempos

Las partidas de los torneos internacionales se disputan a una velocidad de 40 movimientos en dos horas y media para cada jugador. Los tiempos se contabilizan de manera independiente. En cada momento, sólo está en marcha el reloj correspondiente al jugador que debe realizar el próximo movimiento.

El aplazamiento de una partida lleva consigo todo un ceremonial, que debe cumplirse a rajatabla. Cuando han transcurrido cinco horas de juego, el árbitro advierte a uno de los contendientes (al que le corresponda mover en ese momento) que su próxima jugada será secreta. Simultáneamente entrega un sobre al oponente, en el que éste deberá escribir la posición de las piezas y el tiempo consumido por ambos. Una vez que el primer jugador ya ha decidido cuál será su movimiento secreto, lo escribe en su planilla, introduce ésta en el sobre rellenado por su adversario, para el reloj, comprueba que todas las anotaciones son correctas y firma el sobre, que permanecerá en poder del árbitro hasta la reanudación del juego.

Los jugadores suelen sentir una doble sensación contradictoria al abandonar la sala. Al fin pueden relajarse tras cinco horas de cálculos, análisis y enormes tensiones nerviosas. Pero saben que su distensión durará lo mismo que el itinerario desde la sala de juego hasta el comedor del hotel. En la mayoría de los torneos, las partidas aplazadas se reanudan a las dos horas de su interrupción, no como en el Karpov-Kasparov, que es al día siguiente. Cada minuto de análisis es precioso. Una vez en la mesa, y antes de que sea servida la cena, el jugador ya habrá depositado su tablero de bolsillo al lado del plato para comenzar el estudio de la posición. Cenar se convierte en un acto mecánico sin nada que ver con el placer.

Varios factores pueden influir en el estado de ánimo del ajedrecista. La situación de la partida en el momento de la suspensión es el más importante. El análisis de una posición venta osa puede llegar a ser placentero. Sin embargo, analizar una partida técnicamente perdida deja de ser una labor desagradable para transformarse en un suplicio. Por otra parte, el jugador que ha hecho la secreta intentará cerciorarse de que ha escrito la mejor jugada posible. Si esto no es así, su mal humor saldrá a relucir.

La situación psicológica de su oponente puede ser aún peor. Él comienza a analizar los movimientos razonables que existen en la posición. Clasifica las jugadas en variantes y divide éstas en subvariantes, estudiándolas todas. Sin embargo, un pensamiento fijo presidirá su mente: "Si mi adversario ha elegido una jugada que yo no he previsto, habré perdido el tiempo e iré desarmado a la segunda sesión".

La duración de esta segunda parte oscila entre dos y cuatro horas, según los torneos. Si la partida no ha terminado transcurrido ese tiempo, queda aplazada nuevamente a la mañana siguiente. En este caso, la situación se agrava. El jugador quiere desconectar su cerebro para dormir un poco, pero caballos y alfiles giran sin cesar en su cabeza. Una acumulación de partidas aplazadas en días consecutivos puede influir seriamente en el resultado que obtenga un jugador al final de un torneo. Tal vez por eso, la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) ha aprobado una nueva fórmula para los torneos que no sean especialmente importantes: la primera sesión será de seis horas, a un mayor ritmo de jugadas.

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Sobre la firma

Leontxo García
Periodista especializado en ajedrez, en EL PAÍS desde 1985. Ha dado conferencias (y formado a más de 30.000 maestros en ajedrez educativo) en 30 países. Autor de 'Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas'. Consejero de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) para ajedrez educativo. Medalla al Mérito Deportivo del Gobierno de España (2011).

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