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Hollywood, con pantalon corto

El cine por y para adolescentes salva a una industria que se ha decidido por las películas de 'usar y tirar'

Cada año, Hollywood aguarda con impaciencia la llegada del verano, pues en contra de lo que sucede en Europa, y como consecuencia de que al finalizar las clases los escolares norteamericanos no saben dónde meterse, las taquillas de los cines hacen, nunca mejor dicho, su agosto. De finales de mayo a principios de junio las recaudaciones se incrementan en casi un 50%. Sólo los tres meses de verano junio, julio y agosto) representan un 40% del total del dinero que los americanos se gastan en cine a lo largo del año. Una simple ojeada de la cartelera americana de estos momentos lleva al observador a la conclusión inmediata de que la inmensa mayoría de los títulos en juego son películas sobre adolescentes hechas para el disfrute y la autocontemplación de esos mismos adolescentes.SANTIAGO POZO

Hollywood apuesta por los adoles centes. Sirva como ejemplo un so mero repaso a la cartelera del verano en los cines norteamericanos: The breakfast club describe el casti go de seis escolares a quienes se les obliga a estudiar un sábado; en The sure thing (una mala copia de la maravillosa Sucedió una noche) dos jóvenes cruzan el país y descubren el amor; Heaven help us es una película al estilo Porkys pero que pretende ser una seria crítica religiosa, e ironiza sobre la educación en una escuela católica; Perfect supone la inmersión de Travolta en el mundo de los aerobics; The gocinies, producida por Spielberg, cuenta la aventura de un grupo de niños y niñas en busca de un fabuloso tesoro; en Gotcha el escolar de turno encuentra a la chica en Checoslovaquia; en Weirar science dos escolares crean a la mujer perfecta por ordenador Para el verano las producciones anunciadas son todavía más infantiles, si cabe. Por ejemplo en Fright night un muchacho trata de con vencer a sus amigos de que hay un vampiro asesino en la vecindad; en The heavenly kid, otro joven es en viado a la tierra, al cabo de 18 años de su muerte, para que un estudiante con problemas pueda convertirse en el más popular de su escuela; en Inside Adam Swit, otro chico trata de probar su valor descubriendo una red de ladrones de coches; Explorers es la historia del encuentro de un niño de 13 años con habitantes de otro planeta; Back to the future, otra producción de Spielberg, que se anuncia como el bombazo del verano, es el viaje de un quinceañero a través del tiempo para encontrar a sus padres cuando éstos tenían la misma edad que él tiene ahora; DARYL es otro viaje, no menos aventurero, aunque en el mundo actual, para que un adolescente, ayudado por sus padres adoptivos, encuentre a sus verdaderos progenitoresTabla de salvación Y no vale la pena seguir con más títulos que esconden detrás de ellos la misma película. El fenómeno de cine para adolescentes no es nuevo ni se limita al verano, aun que cada año se presenta con mayor gravedad. En realidad, su generador -como de tantas otras facetas del cine americano presente- fue George Lucas con aquel filme nostálgico de sus propios años verdes en una localidad pro vinciana, American graffiti. Antes de él, por supuesto, se habían hecho otras muchas películas sobre jóvenes, vistos a veces desde un ángulo amable, historias donde Mickey Rooney, Judy Garland, Fredidie Bartholomew, Diana Durbin o Jackie Cooper eran, como mucho, ángeles traviesos, o desde un ángulo más o menos social, como los rebeldes, con causa o sin ella, de los años cincuenta. Algunas tenían un gran éxito; si no, no hubieran sido hechas, y la Durbin salvó ella solita a la Universal de la negra bancarrota. Pero en su conjunto sólo constituían una parte, y no la más importante ni numerosa, de la producción anual.Hoy (y éste es el punto clave, la gran diferencia) las películas juveniles no son ya un capítulo, ni un género, ni siquiera una moda pasajera. Son, por el contrario, la tabla de salvación de Hollywood, su gran negocio, la esencia del actual cine americano, por tanto. O al menos así pretenden hacérnoslo creer los ejecutivos de los grandes estudios donde, dicho sea de paso, ya no existen productores, sino especialistas en cifras y mercados, educados fríamente en las facultades de empresa de Harvard o Princeton. El lema de estos hombres, el dogma de su fe profesional, es "Todo para la juventud, nada sin ella". Lo cual, en otras palabras, significa que las películas han de tratar de chavales o, por lo menos, han de presentar conflictos y situaciones que sean de su gusto y -lo que aún es más dramático habida cuenta del bajísimo índice cultural y emotivo de la juventud americana- de su comprensión.El caso, más o menos reciente, de películas sobre mayores que fueron grandes éxitos de taquilla, como La fuerza del cariño o El estanque dorado no conmueve a los poderosos de Paramount, Universal, Metro o Warner. "Demasiado riesgo es su dictamen, del que sólo se les puede sacar en ocasiones aisladas, y siempre y cuando la inversión económica no resulte demasiado elevada. Naturalmente, a los ejecutivos de los estudios no les faltan razones. Yendo a las estadísticas puede verse que la población cuya edad va desde los 12 a los 30 años, gasta anualmente alrededor de 450 billones de dólares en discotecas, cines, máquinas tragaperras, espectáculos deportivos, modas, vídeos, etcétera. Una cifra apabullante aun cuando para los americanos un billón no sea un millón de millones, sino sólo mil.

Hablando del cine en concreto, casi el 70% de las entradas se venden a gente joven. Y dentro de la juventud, los que se pueden llamar quinceañeros (edad media entre los 12 y los 18) van al cine más que los de 18 para arriba. El 53%. de éstos acuden a las salas por lo menos una vez al mes, mientras que los que ya pueden votar (y usualmente no votan) sólo van con la misma frecuencia en un 21%. Y, para terminar, un dato definitivo, mortal: sólo el 5% de los adolescentes no va nunca al cine, en tanto que el porcentaje de adultos que no pisa por principio una sala es -atentos al pocentaje- del 41%.El osito de felpa

¿Las causas? Muchas y ya conocidas de todos. La competencia de la televisión, el atractivo de la televisión por cable -sin publicidad- y el empuje imparable del vídeo, que se ha convertido en una prueba de situación social. Más o menos lo mismo ocurre en cualquier parte.

Hay otra causa, sin embargo, típicamente americana: la de que al haber sido hechas las películas pensando en mentes juveniles -mentes que navegan a medías entre sueños compartidos con el osito de felpa y el descubrimiento de otro sexo más atractivo que el de uno mismo, mentes habituadas a respirar en un limbo político o social- los adultos con un índice de adultez han dejado de interesarse por Hollywood y, por sistema, desprecian o ignoran cuanto llega con su marca de fábrica. Ésta es una causa muy importante y crucial, aunque los ejecutivos traten de minimizarla porque es muy difícil de remontar.

Harían falta cientos de películas buenas -o al menos interesantes- para convencer a ese público hostil de que los inconvenientes de gastarse cinco dólares por cabeza, abandonar el hogar confortable y encontrar quien cuide de los niños sin correr el riesgo de abusos sexuales, se compensaba de sobra con el placer de ver un filme con algo dentro, como ocurría con aquellos títulos antiguos que aún se veneran en nuestra memoria. Y esa operación monumental de sacar a los viejos de sus casas y de sus costumbres costaría años, tantos por lo menos como ha costado echarlos de las salas. ¿Quién iba a correr el riesgo de semejante operación rescate?

Los ejecutivos de los departamentos de mercadotecnia no quieren riesgos; una película no debe ser juzgada por la audiencia, sino consumida. Por eso los grandes estudios se gastan fortunas en tirar copias suficientes para estrenar simultáneamente en 2.000 cines, y más millones aún en las correspondientes campañas publicitarias. Lo que importa es la recaudación de los dos primeros fines de semana. Así, sin que el público tenga tiempo de reaccionar, antes de que el temido boca-a-boca se extienda, el dinero ya está en casa. ¿Y quién es este público tan impaciente que ha de consumir el producto tan pronto como aparece en el mercado? "Of course", como dicen por aquí, la gente muy joven que, por necesidad social, deben tragar la última píldora a la mayor velocidad, so pena de no estar en el rollo.Un futuro dificil¿Cuánto puede durar esta tendencia de cine por y para adolescentes? ¿Hasta cuándo los niños y los ex niños recientes mostrarán interés en seguir contemplándose -como pequeños narcisos- en este tipo de películas? Los ejecutivos, practicantes y devotos del credo americano de hoy, según el cual todo va mejor que nunca en este bendito país, dicen que el fenómeno durará siempre por la sencilla razón de que siempre habrá jóvenes y cada nueva añada sustituirá puntualmente a la anterior. La persistencia del sistema -y por tanto de los sueldos- está garantizada.

Cuando uno acude a las salas repletas de estos jóvenes animando a sus héroes o coreando el estribillo de la canción principal, mientras pringan suelo y asientos con la mantequilla que aquí se le echa a las palomitas (el verdadero negocio de los cines) y, por ejemplo, ve y oye gritar, al unísono, "USA! USA! USA!", cuando Rocky, en su última aventura pugilística, zurra la badana al representante soviético (portando ambos guantes con los colores nacionales), hay quien se teme que la previsión de los especialistas es cierta y ha llegado el momento de entonar un De profundis por el cine americano. Torres más altas cayeron.

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