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Jesús Fernández Santos: "La cultura del país no da para prescindir de los premios"

El autor de 'Extramuros' acaba de obtener el Premio Ateneo de Sevilla por 'Los griegos', una biografía novelada de El Greco

Jesús Fernández Santos (Madrid, 1926) acaba de obtener el Premio Ateneo de Sevilla con su obra Los griegos, una biografía novelada de El Greco. Fernández Santos, uno de los autores más representativos del llamado realismo social u objetivismo de los años 50, vuelve con esta novela, que se pondrá a la venta el próximo otoño, a la reconstrucción histórica que inauguró con Extramuros. El escritor opina que "la cultura del país no da para prescindir de los premios literarios".

Pregunta. Usted ha acumulado a lo largo de su carrera literaria casi todos los galardones que puede codiciar un escritor: el Gabriel Miró, el Premio de la Crítica (en dos ocasiones), el Nadal, el Premio Nacional de Literatura, el Planeta, el Fastenrath, y ahora el Ateneo de Sevilla. ¿Qué necesidad tiene un escritor de prestigio como usted de continuar midiéndose en premios literarios?

Respuesta. Un premio sirve sobre todo para hacer publicidad de un libro y para que la gente sepa que existe. En definitiva, lo que importa de los premios literarios es la calidad de los libros. Si vale, te da a conocer, y si no vale se queda en nada. Desgraciadamente, la cultura del país no da de sí como para precindir de ellos.

P. Sin embargo, su primera novela, Los bravos, que revolucionó el panorama de las letras españolas en los años cincuenta, se presentó al Premio Nadal sin obtenerlo.

Facilitar el camino

R. Los bravos es un libro que se anticipó a su tiempo y tal vez por eso no obtuvo el premio, aunque unos años después se lo dieron a El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio. Evidente mente, me hubiera facilitado mucho el camino y me hubiera evitado una serie de trabajos.

P. Desde la perspectiva de 1985, ¿ha llegado el momento de fijar para siempre qué supuso el realismo u objetivismo de los años cincuenta?

R. El realismo es difícil de definir. Nosotros no sabíamos muy claramente lo que. queríamos, aunque sí lo que no queríamos, y lo que no queríamos era la literatura oficial que se hacía entonces. De todas formas, el realismo, a mi modo de ver, aún continúa. Algunos escritores actuales escriben de nuevo para el público.

P. ¿La suya ha sido una gene ración maltratada?

R. Ha sido primero muy bien tratada y después olvidada, aun que ahora se ha puesto otra vez de moda, y a mí no paran de llamarme para que dé conferencias sobre mi generación, aunque seguramente se corresponde ya con otros intereses y se tiende más a la totalidad. Hoy se revaloriza el cine de los años cincuenta y el teatro de Jardiel. Entre nuestra literatura y la que hacían otros autores como Torrente Ballester o Cunqueiro se ha demostrado que no había tanta diferencia. Ahí esta el ejemplo de Alfanhuí, de Ferlosio, que fue el primer libro de la generación.

P. Su novela Extramuros y posteriormente Cabrera abren una nueva etapa en su línea narrativa al incorporar la reconstrucción histórica. Abandona, sin embargo, esta tendencia, que le proporcionó un enorme éxito, en sus dos novelas más recientes, Jaque a la dama y Los jinetes del alba, volviendo incluso en esta última al ámbito narrativo de Los bravos. La obra ahora premiada, Los griegos, vuelve al relato histórico. ¿A qué se debe este rodeo?

R. Yo comienzo el relato histórico antes, con una de las narraciones que componen la novela La que no tiene nombre. Continué con esta línea en Extramuros, partiendo de un guión cinematográfico, a petición de mi editor, que tenía más esperanza en el proyecto que yo. En Jaque a la dama hay también algún salto atrás. No creo que exista un rodeo, o al menos no soy consciente de ello, ya que para mí mi obra tiene una continuidad.

Respecto a la obra premiada, se trata de una biografía novelada de El Greco. El pintor no se relacionaba mucho con sus contemporáneos y sólo conocemos de él lo que nos cuenta en su testamento. Sólo sabemos que nació en Grecia, que viajó por Florencia, Roma y Venecia y que pasó a España, se supone que para incorporarse a las obras del El Escorial, en tiempos de Felipe II. Se cree que estuvo en Madrid alguna que otra vez, aunque vivió y murió en Toledo. También se ha podido establecer que vivió con una mujer con la que tuvo un hijo, y aunque estaba inmerso en un ambiente eclesiástico no tuvo ningún problema por su situación. Tenía una biblioteca muy compleja que contenía, curiosamente, muy pocos libros de pintura.

P. ¿A. qué se debe la buena salud de la novela histórica en nuestros días?

Invención del lenguaje

R. Yo particularmente nunca había leído a Yourcenar, por ejemplo. Para esta novela busqué una época que pudiera interesar, y a partir de ahí comencé a reconstruir. Verdaderamente es lo que más me gusta, además de ser la forma más fácil de escribir, porque vas descubriendo al personaje. El lenguaje, aun dependiendo de la época, te lo inventas tú, buscando la comprensión del lector actual.

P. Sus novelas son fundamentalmente de espacio.

R. De espacio cerrado, sí. Siempre he tenido la sensación de agorafobia. Mi primera novela se desarrolla en un valle muy cerrado. Tengo la sensación de dominarlos mejor que los grandes espacios. Al escribir proyectas un mundo a tu medida.

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