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La plaza Mayor de Madrid, coso taurino y escenario de autos de fe, declarado monumento histórico-artístico

La plaza Mayor de Madrid, antiguo coso taurino, escenario de autos de fe, canonizaciones y proclamaciones de reyes -desde Felipe VI hasta Isabel II-, fue declarada ayer monumento histórico-artístico de carácter nacional por real decreto aprobado en Consejo de Ministros. Primitiva plaza del arrabal en tiempos de Juan ll, la plaza ha sufrido tres incendios graves, entre otras viscisitudes, pero siempre ha sido punto de encuentro, celebración y comercío de los madrileños.

En los últimos tiempos, además de los veteranos filatelistas que se reúnen los domingos desde 1929 -con el paréntesis de la guerra-, se dan cita en ella cantantes callejeros, titiriteros que reproducen en verano el Madrid romántico, y también gamberros que han motivado las protestas de los vecinos.La actual -y célebre- forma regular de la plaza se debe al arquitecto Gómez de la Mora, que la diseñó por encargo de Felipe III, cuya estatua ecuestre la centra. En el reinado de Carlos III, los arquitectos Juan de Villanueva, Antonio López Aguado y Custodio Moreno proyectaron las cuatro alturas, soportales con pilastras y fachadas uniformes que caracterizan la plaza.

Incendios

Hubo incendios en 1631, 1672 y 1790, pero fue uno en 1972 el que destruyó la Casa de la Panadería, que había sobrevivido hasta entonces. Se reconstruyó en 17 meses. En 1510 fue adquirida para abastecer de pan a la corte, y a su balcón principal se asomaban los reyes en las ocasiones solemnes. Luego fue sede del peso real y de las academias de Nobles Artes y de Historia.En 1789 la plaza fue escenario de corridas reales. Torearon tres de los más afamados espadas de la historia del toreo -Pedro Romero, Pepe-Hillo y Costillares- y el coso fue decorado por Goya.

Los madrileños parecen tener predilección por la plaza como lugar de mercadillos: en Navidad, por ejemplo, se compran los clásicos belenes de arcilla mientras suenan zambombas y pitos. Pero la Junta Municipal de Centro protestó en 1982 ante la Concejalía de Cultura porque, según dijeron, de todos los días del año, la plaza había estado ocupada para actividades diversas durante 276. Sea como fuere, los comercios galdosianos de los soportales -tiendas de juguetes, mercerías de lanas, sombrererías...- conservan su antiguo sabor.

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