_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La 'gota fría' y la predicción meteorológica

La peculiar climatología española se caracteriza, fundamentalmente en la región mediterránea, por la aparición en el otoño de fenómenos meteorológicos extremadamente violentos. Estos temporales, que se distinguen por su intensidad, se conocen bajo el nombre genérico de depresiones o gotas frías.Los componentes que se combinan en el origen de estos temporales son la aparición de una depresión fría en altura centrada entre los paralelos 30º y 40º Norte y los meridianos 10º Oeste y 10º Este, asociada con una masa húmeda y, cálida de aire mediterráneo de gran espesor fluyendo hacia la península Ibérica. La existencia de una cordillera costera de con cavidad más o menos acusada y orientada hacia el Este hace que la masa de aire sufra una gran actividad de tipo convectivo, muy irregularmente distribuida y que presenta una cierta tendencia a concentrarse en un número relativamente pequeño de núcleos convectivos de gran desarrollo, que originan precipitaciones muy intensas.

El área más afectada por estas perturbaciones comprende la Comunidad Valenciana, Murcia y el extremo oriental de Andalucía (Granada y Almería) con una frecuencia media oscilante entre cinco y 10 casos y precipitaciones que llegan a superar los 300 litros por metro cuadrado en 24 horas. Son tristemente célebres los registrados entre los días 18 y 20 de octubre de 1982 en el valle medio y bajo del Júcar; el teifiporal que del 13 al 17 de octubre de 1962 azotó toda el área mediterránea; el del 12 al 14 de octubre de 1957, célebre por la gran inundación de Valencia, y el del 20 al 22 de octubre de 1948, que provocó el desbordamiento catastrófico del río Segura. Una situación similar se ha presentado en el valle del Júcar el 9 y 10 del mes en curso.

Del 10 al 20 de octubre

De los datos indicados se deduce que el período del 10 al 20 de octubre es tremendamente problemático. Pero se presentan situaciones similares en otras épocas del año, como los temporales de febrero de 1973, que azotaron las provincias de Almería y Granada, y el que dio como consecuencia el desbordamiento del Segura en 1949.

La predicción de las características generales de la atmósfera que dan origen a estas perturbaciones no es dificil. Ahora bien, es extremadamente compleja la correspondiente a situaciones locales potencialmente peligrosas. Por utilizar un lenguaje llano, puede decirse que es muy difícil predecir con exactitud media la cantidad de agua, que puede llegar a caer sobre un área determinada, dependiendo la selección final de circunstancias impredecibles o momentáneas incluidas en la complejidad intrínseca de la dinámica atmosférica.

Los servicios de predicción del Instituto Nacional de Meteorología detectaron con precisión tanto la situación de octubre de 1982 como la registrada los días pasados. En aquélla la falta de un sistema eficaz de protección civil hizo prácticamente inútil el trabajo realizado. En esta ocasión no ha sido así y, al igual que ocurrió con la profunda borrasca residual producida por el ciclón Hortensia, la coordinación del Instituto Nacional de Meteorología y de la Dirección General de Protección Civil hizo posible paliar en alto grado la incidencia de estas perturbaciones sobre España.

Pero, descrita esta situación, ¿podemos afirmar, sin embargo, que tenemos unos servicios meteorológicos lo suficientemente modernos y sofisticados para estar seguros de que podemos conocer y anticipar catástrofes?

La meteorología adquiere carácter oficial en España, con un cierto retraso sobre otros países europeos, mediante real decreto de 5 de marzo de 1860, por el cual la reina Isabel II encarga a la Junta General de Estadística del Reino la creación y dotación de una red de 22 estaciones meteorológicas atendidas por catedráticos y auxiliares de universidades e institutos de segunda enseñanza. Con posterioridad, en 1893, se creaba el Instituto Central Meteorológico en Madrid.

En 1921 adoptó el nombre de Servicio Meteorológico Nacional, dependiente del Instituto Geográfico y Catastral, pasando a depender en 1933 de la Dirección General de Aeronáutica del Ministerio de la Guerra con el nombre dé Servicio Meteorológico Español. En 1940 pasa a integrarse en el Ministerio del Aire. En 1978, finalmente, los poderes públicos deciden integrar los servicios de meteorología en la Administración civil del Estado, adscribiéndolos al Ministerio de Transportes, Turismo y Comunicaciones bajo el nombre de Instituto Nacional de Meteorología.

El mayor ordenador

Pero, más que de apuntes para la historia, denominaciones y dependencias administrativas de los servicios meteorológicos, hay que hablar de sus dotaciones. El Instituto Nacional de Meteorología se mantuvo con un muy escaso presupuesto hasta 1983. Baste indicar, a título de ejemplo, que en 1980 rondaba los 1.350 millones de pesetas, de los cuales tan sólo el 5,8% (78 millones de pesetas) se dedicaba a inversiones en nuevos equipamientos. La llegada del actual equipo del Ministerio de Transportes, Turismo y Comunicaciones ha representado para el Instituto Nacional de Meteorología un salto que puede considerarse como único en sus inversiones: en 1983 el presupuesto de este capítulo se establece en 1.050 millones de pesetas para pasar en 1984 a 2.000 millones, al tiempo que el presupuesto total de 1985 alcanza la cifra de 6.125 millones, de los cuales no corresponden a nóminas más que 2.400 millones de pesetas.

Este fuerte presupuesto de inversiones corresponde a un proyecto aprobado en 1983 por el comité de inversiones públicas, por un total de 6.725 millones de pesetas en el período 1983-1986, destinado a dotar a España de un sistema de vigilancia meteorológica (Sivim) moderno y a renovar el equipamiento del instituto, obsoleto en la actualidad.

El proyecto Sivim comprende un soporte informático basado en el ordenador Facom-M382, el más potente jamás instalado por la Administración española, que ha representado una inversión de 675 millones de pesetas; un sistema de tratamiento de satélites en alta resolución, actualmente en fase. de concurso, que representará una inversión del orden de 1.100 millones de pesetas; una red de radar meteorológicos de cobertura nacional que representará una inversión del orden de 1.400 millones de pesetas, que se espera convocar antes de fin de año, y una red de estaciones automáticas en la que se invertirán aproximadamente 2.000 millones y que se convocará en 1985.

Este sistema permitirá resolver el problema de la predicción a corto plazo, actualmente difícil, y mantener una vigilancia continua y regionalizada del tiempo atmosférico. Con él se pretende dar a la sociedad un servicio similar al de los países más adelantados.

Carlos Contreras Viñals es director general del Instituto Nacional de Meteorología (Ministerio de Transportes, Turismo y Comunicaciones).

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_