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Crítica:TEATRO / '¡SUBLIME DECISIÓN!'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Denuncia del tópico

¡Sublime decisión! es una obra de 1955; Mihura reflejaba con su humor peculiar la sociedad española de la clase media a finales de siglo, tan tratada ya por los escritores cómicos y por el teatro costumbrista: niñas casaderas, cesantes, visitas, hambre oculta, tópicos de la vida cotidiana.Tono y Mihura habían basado su literatura, sobre todo a partir de la popularidad de su revista La Codorniz, en el combate al lugar común, la denuncia de la mediocridad de una vida que era como una podredumbre de la retórica del Siglo de Oro, casi como un desarrollo de algunos artículos de Larra. Podría ocurrir que algún vuelco trascendental en las costumbres se haya conseguido en parte por aquella campaña.

¡Sublime decisión!, de Miguel Mihura

Intérpretes: Verónica Forqué, Margot Cottens, Pilar Bardem y Angel de Andrés, en los papeles principales. Escenografia: Javier Artiñano. Dirección: Angel García Moreno. Local de estresno: Fígaro.

En ¡Sublime decisión!, la técnica de apurar el tópico hasta mostrar su inverosimilitud brilla continuamente en las frases. Trata de revelar el momento inicial en que la mujercita abandona sus aspavientos de mocita casadera y se decide a trabajar para romper relaciones de dependencia. Que esto sucediera en 1955, cuando ya Casa de muñecas, de lbsen, tenía tres cuartos de siglo y Shaw había muerto cinco años antes, casi nonagenario, se explica por el enorme salto atrás español, sobre todo por el Madrid teatral metido en un sistema castrador. Con su burlilla, sus personajitos, su ingenuidad de niño que nunca quiso crecer, Mihura colaboraba tímidamente hacia los cambios sociales que ya se habían producido por dentro, porque la dinámica de vida iba por delante, pero que había que explicar bien a la burguesía que iba a ver su teatro.

La reposición de ahora no tiene, naturalmente, ni ese incipiente valor social: pero le queda la gracia verbal y el dibujo costumbrista abultado. Sigue siendo activo, risueño, tierno y poético. Ángel García Moreno ha dirigido a sus actores de forma que mastiquen bien las frases, las proyecten, las expliquen para que no se pierdan; recalcando los efectos, los golpes teatrales. Tienen que hacer arquetipos, tienen que representar los mismos tópicos con mucho relieve que intentan situaciones y diálogo. Verónica Forqué tiene que ser melindrosa al mismo tiempo que audaz; Antonio Vico y Fernando Huesca acentúan los pollitos como de dibujo de Méndez Bringas en busca de merienda y amor; Luis Barbero y Ángel Terrón, los viejos funcionarios en la cuerda floja de la cesantía y la inutilidad... El reparto es largo y con nombres importantes en ese tipo de teatro. Todos dan las facilidades necesarias para que la obra llegue bien digerida al público. Éste era, en la representación del sábado por la tarde, de una media de edad considerable: se reía muy a gusto, repetía las frases en voz alta, subrayaba los efectos y aplaudía con agradecimiento.

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