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Tribuna:TOCATA DE ESTÍO
Tribuna
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Las medusas atacan

El rito de la playa era tedioso: a tomar el sol por un lado, luego por el otro, y al fin el remojón, para volver a empezar. Igual que una vida del siglo XX IGNACIO CARRIÓN

Las apetitosas topless hundían su doble proa de catamarán olímpico en las aguas del Mediterráneo español. Indígenas y alienígenas chapoteaban a placer, jugaban al balón acuático y se untaban con pringues las zonas pechiblancas expuestas a la contemplación general. La cosa era una mezcla de carne a la brasa y frito manchego.Un bañista que llegó a la playa vestido y cojeando no tuvo inconveniente en desprenderse allí mismo de algo mucho más molesto e injusto que el sujetador acrílico: con un movimiento rápido se descolgó la pierna ortopédica articulada ligera, que dejó abandonada, vestida y calzada, en la arena munícipal.

Atrás quedaba esta falsa extremidad, como un pasado de desdicha, mientras su propietario, en dos zancadas, se zambullía en el agua y ponía cara de contento.

Pero ¿qué sucedió fuera?

Fuera, las topless miraban con una fijación hipnótica aquel elemento horizontal vestido de invierno, el zapato brillante con los cordones perfectamente anudados, todo ello en medio de una desnudez colectiva propia de tribu de antropófagos. ¿Era esa pierna artificial un talismán erótico?

El hecho es que las topless más próximas al objeto inanimado parecían presas de la calentura del pollo, víctimas de la peste levantina, y se levantaban alocadas como por el tabardete para buscar alivio en la espuma de la orilla.

El rito de la playa era tedioso: a tomar el sol por un lado, luego por el otro y al fin el remojón, para volver a empezar. Igual que una vida del siglo XX. Pero este verano había emocionantes peligros: medusas de clavel y medusas portuguesas arrastraban su viscosidad invisible atraídas por el top de las topless. Y estos acalefos con tentáculos empezaban a ocasionar estragos de enciclopedia médica. Una voz virginal arrasaba la beatitud de cuantos hacían el muerto o la plancha en la superficie marina: "¡Ay! ¡Huy! ¡Me atacan! ¡La teta izquierda!".

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En efecto, las medusas atacaban unas veces en la izquierda y otras en la derecha. O, en ocasiones, en ambas a un mismo tiempo. Las medusas parecían ternerillos sin amamantar y buscaban con su instinto primario los sucedáneos más naturales.

En el servicio de urgencias de la residencia sanitaria de la Seguridad Social de Alicante, zona muy amenazada por el acalefo tentacular, el doctor León también rugía. Aparte de los camareros que se lesionan en verano de las formas más tontas, dejándose atropellar alguno por el carro de la vajilla y cosas por el estilo, el doctor se quejaba de otros trances: "Ahora tenemos el boom de la medusa que pica, que ataca a lo nrás sensible del organismo humano".

Este año, los perros muerden mucho más

Y ello se veía en la consulta médica. Señoras y señoritas atravesaban la ciudad desde las playas luego de recibir un primer auxilio de la Cruz Roja, para entrar en la residencia con la tetilla potrosa, magullada por el ataque marino de un animal cobarde y sin entrañas. Y esto era indignante. Sobre todo el caso de la medusa llamada portuguesa, cuya acción puede ser letal. ¿Se aliviaría la problemática si permanecíamos en la OTAN? ¿Las habrían echado contra las playas ibéricas los agentes de la CIA?

"No sabemos más que lo que cada caso clínico aporta", decía el doctor León. "Y además el problema se agrava con los perros, que este año muerden mucho más, saltan vallas de urbanizaciones, buscan al peatón y a la peatona, vaya a pie o en bicicleta, y, ¡hale!, el chucho no respeta ni al amo".

Hay que desinfectar, pero sin suturar, porque si los doctores cierran la herida, las bacterias proliferan dentro y es peor el remedio que la enfermedad: "Estamos metiendo mucha antitetánica, y cada caso lo enviamos a Sanidad Nacional y al juzgado", añadió León.

Este doctor estaba ciertamente desolado. Decía que a él no le permite la ley ponerse un gallinero en su casa, con lo mucho que ama a las aves de corral y el huevo que dejan, y en cambio la ley permite que cada español críe un perro, lo adiestre a morder y muerda al vecino. "Con el perro en tierra y la medusa en el mar, tenemos el agosto":

Por su parte, el veterinario de urgencias más famoso de Benidorm, Carlos Fernández, explicaba que ya estamos saturados de perros agresivos: "Con el calor, la sed que pasan y el adiestramiento para la defensa, los tenemos muy excitados, y en cuanto te descuidas, saltan, y allá donde ven un pedazo de carne, muerden".

Por eso a lo largo de la costa proliferaba un nuevo objeto souvenir, el clásico bozal. La vendedora de un comercio de Benidorm dijo: "Caballero,esto se impone de todas todas, porque o se lo meten al chucho en la boca o hay que metérselo a las señoritas a modo de cazuelas para que les protejan el pezón dentro del agua o fuera de ella". Esta hábil dependienta ofrecía distintas tallas.

También el insecto estival era motivo de inquietud. El doctor Alba evacuaba consultas en la lujosa clínica privada de San Carlos, en la carretera de Alicante a Valencia, y dijo que "los extranjeros, con esa cara que tienen y la pigmentación lechosa, atraen más insectos que los nativos, atraen a toda clase de aparato volador, pues son receptores para la. picadura y repelentes en favor de terceros".

Miles de visitantes foráneos acudían a los servicios de posta, ambulatorios y clínicas privadas, agujereados como coladores por el persistente aguijón del bicho hispano. "Se ponen muy nerviosos", agregó el doctor Alba, "y hasta muy maleducados, y te enseñan el cuello, la oreja, el trasero, todo te lo enseñan acribillado por el mosquito".

En otra clínica, Vistahermosa, habían puesto un cartel para incitar a los hospitalizados a ir a Lourdes en peregrinación milagrosa, y dijeron, no sin resistencias, que estaban completos como en la santa gruta.

Pero si Lourdes fallaba, Fátima podía remediar desgracias y accidentes. Bajo la invocación de esta Virgen, Benidorm no cesaba de hacer toda clase de curas en esta clínica, donde el doctor De las Aguas pudo hablar de la piel tan maltrecha que nos deja el estío: "Muchas ETS (enfermedades de transmisión sexual), mucha dermatosis, mucha picadura de la medusa y también mucho impétigo".

Eso del impétigo es una forma de ampolla que proliferaba tanto como el ataque a traición del ciempiés. "Pero lo peor dentro del agua es la medusa", explicaba el doctor De las Aguas, "que si pica bien deja cicatrices y todo, especialmente en las carnes de los anglosajones, también propensos al cáncer de piel".

No podía ser más desalentador el horizonte sanitario. Para el doctor Llopis, de la misma animada clínica, abundaban los ahogados tanto de agua dulce como de agua salada (uno a la semana), los que ya no se recobran más que ingresados hospitalariamente, y según dijo este médico, "también tenemos muchos casos de enorme bofetada contra cristaleras de bancos, de hoteles, de cafeterías, golpes que son proclives a darse los ingleses, que andan por aquí como si fueran por Oxford Street, y esto no es Oxford Street".

Las llagas del turista

No veían las puertas de cristal los turistas del rebañuelo sajón, porque iban ciegos y como sonámbulos: "Se nos quedan dormidos en la playa a las dos de la tarde, y cuando se despiertan, a eso de las cuatro, ya están hechos una llaga, con los pechos que parece que vayan a explotar, con edemas en los pies y en los tobillos..., una pena".

Estos afectados por el sol no podían levantarse después de la prolongada siesta. Hacían un ademán con los brazos como para agarrarse al cuello de la señora Thatcher y se quedaban atascados. Creían haber sufrido un ataque de parálisis. Y pedían auxilio a los uniformados camilleros de la Cruz Roja, quienes, con la abnegación de sus homólogos en Beirut, se abrían paso entre el enjambre de acangrejados nórdicos: "¡Otro! ¡Otro que se ha pasado y ya echa humo!".

El doctor Llopis y sus colegas de la playa de Poniente consolaban al afligido: "Vamos a vendarlos al hotel, tienen quemaduras de primero y segundo grado, y mientras les pones la venda y parecen heridos de guerra, algunos lloran como bebés porque la vacación soñada durante 11 meses y dos semanas acabó en incendio".

Si la medusa respeta a los prudentes, el búfalo no cesaba de ensangrentar, como un toro sanfermín, la arena más pagana de la Península. "Esos bichos mecánicos que se han puesto de moda para tirar al turista que los monta a tierra nos llenan las enfermerías", dijo el doctor de Fátima. ¿Qué hacían esos bichos? "Lanzan al usuario, entre las risotadas del público, pero ya se nos ha muerto una muchacha con fractura de base del cráneo, y otros, que se montan bebidos y sin reflejos, salen magullados y con fracturas de huesos", añadieron estos médicos de Benidorm.

Lo que ellos no recogían lo recogía, en un diminuto consultorio aún más privado, el doctor nacido en Colombia don Alfonso Contreras. En el centro del desmadre de la calle de Gerona, con las turbas escocesas (que gastan falda típica para beber) por un lado y las hordas teutonas con muñequeras de piel por el otro, bien hizo este galeno en ponerle a su clínica el nombre de Las Rocas. Algunos penetran aquí como la barrena en el granito: "Me traen de todo, desde paperas, que en los países nórdicos llegan más tarde, hasta lo de las medusas, que hay que ver este año cómo atacan al bañista, especialmente a las despechugadas", declaró Contreras.

Pero para todo había remedio, menos para la cosa mortal: "A esas topless que me vienen con la mama picada les doy una inyección de antihistamínico y las embadurno bien embadurnaditas, y les digo que harían mejor tapándoselas, porque el aire trae medusas y son peor que la diarrea".

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