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El retorno de Castelao a Galicia

Castelao vuelve a Galicia

El 30 de enero de 1886 -pronto hará 100 años- nacía Alfonso Rodríguez Castelao. Tuvo su cuna y residencia infantil en Rianxo, ombligo de la ría de Arosa. Falleció el 7 de enero de 1950 en Buenos Aires, donde vivió como exiliado de la guerra española.Después de 34 largos años, sus restos llegan ahora a su tierra. Vienen en una tardía operación de rescate, para ser sepultados en Compostela, al lado de los de Rosalía de Castro y otros gallegos consagrados como glorias del país.

No resulta indiferente en este caso la mención del área en que Castelao vino al mundo, tal vez la más prolífica de la periferia peninsular en artistas y hombres de letras, principalmente de nuestra época, pero también de otras. Del siglo XIV proceden Pai Gómez Charino, el almirante-trovador "que ganó Sevilla siendo de moros". Y asimismo Macías (0 Namorado) y Juan Rodríguez do Padrón, cisnes del ciclo de juglares y segreles.

Entre el último tercio del siglo XIX y el primero del siglo XX, la ría de Arosa vivió lo que podríamos llamar su siglo de oro. El que tuvo como astros mayores a Rosalía de Castro y Ramón del Valle-Inclán. El del humorista Julio Camba y el ensayista García Martí. El del escultor Asorey y los poetas Ramón Cabanillas y Alfonso R. Castelao. El del poeta Manuel Antonio, el dibujante y pintor Carlos Maside y los escritores Eduardo y Rafael Dieste, y alguno injustamente olvidado, como el novelista Nicasio Pajares..., limitando la cita a los que no existen.

De tan nutrido elenco, Castelao es quien ha desarrollado una personalidad más compleja. No diré que con la mayor austeridad de medios, porque ésta fue condición común a todos. De sus contemporáneos, es Castelao quien ha calado más profundamente en la castigada, conciencia de su país. Y también en aquella que Sartre llamaba conciencia reflexiva.

A tal premisa puede llegarse hoy con perspectiva plenamente válida. Si la establecemos, nos revelará pronto que tal resultado fue conseguido por dos vías Con el ejemplo de su vida y con la hondura de su obra, ambas en cabal coherencia interna.

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Una vida entretejida por el drama, quebrada al salir de la infancia por una primera emigración. Después, por la ceguera bilateral, sólo rebajada durante el resto de su existencia. Al fin, por la guerra y el exilio, desde los 50 años hasta la marcha sin retorno.

Pintor

Los avatares de la existencia de Castelao han condicionado la trayectoria de su hacer como artista. Tal vez la han desviado de su segunda vocación: la de pintor muralista y de óleos de caballete a que arribara después de haberse consagrado como caricaturista. Fue uno de los maestros europeos de tal arte en su tiempo, su primer teórico y el que con mayor impregnación antropológica cargó el arma de su lápiz privilegiado.

La obra del artista gráfico -al margen de aquella frustrada vocación- alcanzó magnitudes y niveles extraordinarios, tanto en la anteguerra como en la guerra y en la posguerra; en los días escolares de Compostela, en los de las primeras luchas políticas, en el distrito de Padrón, en los años tranquilos de Pontevedra, en los dramáticos de la guerra desde Madrid a Valencia y Barcelona, o ya camino del exilio, para no volver a la tierra con que soñaba.

Esta sucesión de ambientes ha proporcionado la encarnación objetiva de su obra gráfica. Primero, en el álbum Nos; después, en la caricatura político-social en Vida Gallega, El Sol, diarios de Vigo Galicia y Faro, etcétera. La culminación de tan copiosa y valiosa ejecutoria venía reservada para los refugios de la retaguardia. Estoy señalando los tres álbumes de Estampas de la guerra, editados dos en Valencia y uno en Nueva York, y los llamados Dibuxos de negros. Ésta última, obra sin precedentes; aquéllas sólo podrían encontrar uno, nada menos que en Goya.

Sorprendente frescura

La ejecutoria de Castelao como hombre de pluma se desarrolla en paralelo con su obra plástica. En una y otra, el humorista de sumergida raíz queiroziana está moviendo los hilos de la inspiración. Pero el escritor deriva de la infancia monolingüe, y produce casi exclusivamente en gallego. Escribe morosamente, pero con sorprendente frescura, jugosidad en el giro y riqueza en el elenco vocabular, cualidades de las que Valle-Inclán fue un mago bebiendo en la misma fuente, si bien con trasvase al castellano, como es sabido.

La prosa moderna en gallego tuvo su fragua de oro en la pluma de Castelao. La utilizó en el ensayo humorístico -Un ollo de vidro, Memorias de un esquelete-, en otros de prosa poética-Cousas, Retrincos-, en la novela -Os dous de sempre-, en la farsa esperpéntica -Os vellos non deben de namorarse-, en los estudios etnográficos -As Cruces de Pedra da Bretaña- y sobre todo en su obra de coronación, As Cruces de Pedra na Galiza.

Queda aún por considerar su pensamiento político. Lo ha condensado en multitud de discursos, pronunciados tanto en Galicia como en América. De forma más definitiva se refleja en Sempre en Galiza, un libro de casi 500 páginas aparecido en Buenos Aires.

Comenzó a escribirlo durante el bienio negro, cuando estuvo confinado en Extremadura. Después resultaría enriquecido por sus experiencias de político, sin llegar en el tiempo a las de su actuación como ministro de la República en el exilio.

Llegamos así a la parte más contingente de su obra-la realmente expuesta a la caducidad, aunque haya alcanzado altas cotas de difusión, incluso traducida al castellano. En los últimos 20 años, el ensayo socio-político ha alcanzado niveles que antes no eran asequibles. Y menos para quien, como Castelao, era fundamentalmente artista, al que las circunstancias llevaron a la consagración como apóstol del nacionalismo gallego.

Tal es la bandera a la que entregó su vida y en la que caería envuelto.

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