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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mágicas imágenes

Cuando se presentó en el último festival de Cannes, El dinero fue motivo de risa y pateos por parte de un sector de público, aunque luego obtuviera del jurado un premio especial. Muchos espectadores politizaron la presencia de esta película al interpretar la elemental ayuda económica prestada por el Gobierno gracias a la presencia como actriz de una hija del ministro de Cultura, Jack Lang: banalidades que influyeron en bastantes críticos que, por su parte, debimos ver la película a muy primeras horas de la mañana, cuando el sueño no había sido aún vencido.Contemplada de nuevo, sin las cortapisas de un festival ni esa obligada y difícil comparación con otras películas, El dinero ofrece con mayor claridad toda su belleza. Es una obra que se distancia con energía de la mediocre narrativa de nuestro tiempo por la que un filme no es más que la ilustración de sí mismo, es decir, que le basta con mostrar cuanto se oye y sólo explica lo que se ve: una vulgaridad, impuesta por los telefilmes, que arruina paso a paso la riqueza expresiva de la imagen.

El dinero

Director. Robert Bresson. Guión sobre la novela de Tolstoi El billete falso. Fotografía: Emmanuel Machuel y Pasqualino de Santis. Intérpretes: Christian Patey, Silvie van den Elsen, Michel Briguet, Caroline Lang y Vincent Risterucci. Drama. Francesa, 1983. Local de estreno: Alphaville.

'Petulancia'

Bresson ha irritado en muchas ocasiones, y esta nueva experiencia es una muestra de que aún mantiene en vigor sus propuestas. También El dinero puede provocar algún que otro desasosiego en el espectador de imaginación estandarizada, porque ese tono monocorde de los actores que tan violentamente rechazan el naturalismo, esa frialdad narrativa que describe cada elemento de la acción en una síntesis exigente, o esa tan esquemática parábola sobre la sociedad de nuestros días, son elementos a los que difícilmente se accede desde la rutina consumista del cine que hereda la narrativa norteamericana, pero que, a la vez, puede nacer también de la petulancia: no hay algo que irrite ahora más.Bresson, sin embargo, inventa, trata de contar lo que sucede o no sucede entre dos situaciones, contempla la vida desde lo intocado, profundiza en un lenguaje nuevo que nos dice lo que somos sin haberlo oído antes. El suyo es su riesgo admirable, que se traduce en El dinero en momentos de gran belleza visual, fundamentalmente cuando no se limita a una simple sucesión de hechos, sino que presenta a sus personajes sin tópicos y orientados hacia una irremediable destrucción.

Los elementos del relato son realmente simples: un billete falso que acaba hundiendo luego la vida de un inocente refugiado en el crimen como única forma de prolongar el lenguaje de su época; una clara tendencia a la corrupción por parte de los demás personajes; un adulterio banal y forzado; una cárcel no escamoteada en su brutalidad por la sencillez de la imagen; unos crímenes que se insinúan huyendo del tremendismo; pero, ante todo, una forma de contar que recuerda las múltiples posibilidades de un arte que se encorseta día a día, ahogando sus juegos, sus variantes, su alegría, precisamente por culpa del dinero. Bresson nos lo recuerda con juventud y merece por ello la admiración y el aplauso. Aunque intranquilice a veces por no obedecer la norma.

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