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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El problema del paro: creación y distribución de riqueza

Por razones de una clara legitimización política, de una coyuntura favorable, de una gran valentía y de una indudable capacidad técnica de la actual Administración, se da la paradoja de que es un Gobierno socialista el que intenta por fin afrontar la crisis económica con medidas, muchas veces cantadas, que los Gobiernos anteriores no pudieron o no se atrevieron a acometer.Aunque ya sea un tópico decirlo, el aspecto más sangrante de la crisis es el paro, máxime cuando en España estamos más lejos del welfare state, o estado de bienestar, y de una cobertura adecuada del mismo que en los países industrializados. Y es precisamente en la lucha contra el paro donde el Gobierno lo tiene realmente difícil.

Dicha lucha tiene dos vertientes, ambas objetivos de la política económica: la creación de riqueza y su distribución. La primera reduce el paro. La segunda mitiga sus efectos.

Un Gobierno socialista puede tomar medidas adecuadas en cuanto a la distribución de riqueza. Tiene la vocación y va a tener las suficientes presiones sociales como para hacerlo. Aunque conviene hacer dos advertencias. La primera, que de nada sirve distribuir si no se administra bien y, por supuesto, que tampoco se puede distribuir lo que no existe o no se crea. La segunda es que, aunque aquí también estamos lejos de los países industrializados, cualquier medida de distribución puede tener, y de hecho tiene, un enorme impacto en la actitud inversora de los empresarios, acabando por tener un efecto negativo en el empleo. En cualquier caso, los grados de libertad del Gobierno en la distribución de riqueza son grandes.

Más difícil y problemática es la vertiente de creación de riqueza, que es de la que depende, no sólo lo que se puede distribuir, sino que se acabe ganando o no la gran batalla de la lucha contra el paro. Pues en el mundo actual la creación de riqueza depende de la existencia de empresas eficientes y bien gestionadas, que compiten eficazmente en los mercados internacionales. Y esto es verdad incluso en países ricos en recursos naturales, caso que no es precisamente el nuestro. En esta segunda vertiente, el Gobierno puede actuar directamente sobre la empresa pública y crear un marco en el que se mueva la empresa privada.

Resultados negativos

Sobre la empresa pública ya está actuando, y buena prueba de ello es la reunión del ministro de Industria y del presidente del INI con los responsables de las empresas del holding, y la más reciente actuación del propio presidente del Gobierno exigiéndoles que sean empresas rentables y competitivas. Sin embargo, una primera lectura de la situación de la mayor parte de dichas empresas pone de manifiesto que los resultados, negativos se deben, en gran parte, a una capacidad no adecuada a la demanda. Parece claro que si el Gobierno acomete el problema de la reconversión con la seriedad con que lo está haciendo va a mejorar, evidentemente, la rentabilidad y la competitividad de las empresas públicas, y éste es el camino para incidir positivamente en el problema del paro a largo plazo, aunque puede deteriorarlo a corto y medio plazo.

Su actuación sobre el sector privado es más difícil y más sutil. Aquí, el Gobierno se limita a crear un marco económico y de política industrial, pero son las empresas y los empresarios los que toman las decisiones finales que van a incidir en la eficacia y en la competitividad de sus negocios. Siendo estas decisiones empresariales de tres grandes categorías.

Decisiones estratégicas a largo plazo, que pretenden dilucidar cuáles deben ser los productos y los mercados que van a permitir a la empresa sobrevivir en el futuro, ganando una difícil guerra competitiva. Son decisiones de gran importancia, máxime en España, donde nos estamos quedando sin productos con los que poder competir. Los productos que tradicionalmente vendíamos los están fabricando más baratos otros países, y no acabamos de desarrollar una tecnología propia que nos permita ofrecer nuevos productos. Es importante todo el apoyo que el Gobierno pueda dar a las empresas en este campo, pero, aunque lo dé y el camino se inicie con acierto, éste será largo, cubierto de riesgos y fracasos, y su incidencia sobre el paro, muy reducida en un futuro próximo.

Decisiones a medio plazo, que en el momento actual pretenden mejorar la situación competitiva de la empresa sustituyendo mano de obra por capital. Aquí España está en una situación ambigua debido a su actual legislación sobre flexibilidad de plantillas. Desde un punto de vista social, esta legislación ha impedido que el paro se dispare a cotas sociales inaguantables. Desde un punto de vista económico, ha imposibilitado el relanzamiento de muchas empresas, que tienen que soportar un paro encubierto, que en otros países soporta el sistema fiscal. Es previsible un continuo forcejeo entre Gobierno y patronales, donde no es fácil que estas últimas ganen la guerra, pero sí alguna batalla parcial en el tema de la flexibilización de plantillas, y esto tampoco va a mejorar, de momento, el problema del paro.

El reto actual

Decisiones operativas a corto plazo, que intentan superar la crisis utilizando al máximo, y de la mejor manera posible, los recursos existentes. En muy pocos casos estas decisiones contemplan el incremento de plantillas, sino más bien todo lo contrario.

Este modesto análisis, ni intenta ser pesimista ni intenta justificar al Gobierno socialista, caso de que no cumpla sus objetivos de crear empleo. Intenta simplemente poner de manifiesto que de las decisiones que tienen que tomar las empresas para salir de la crisis y para alcanzar una situación competitiva adecuada, diricilmente puede vislumbrarse una disminución del paro, ni a corto ni a medio plazo.

Y éste es el reto que nos ha tocado vivir. Aguantar cotas altas de paro sin que se resquebraje el tejido social y peligren las instituciones democráticas, hasta que aparezcan nuevas estructuras económicas, con las que se supere el problema. Aguantar no quiere decir que aguanten únicamente los parados, sino la sociedad en general. Porque es evidente que de esta crisis acabaremos emergiendo con estructuras sociales y económicas distintas. La prueba de ello es que incluso la contabilización del número de parados empieza a ser distinta. Hoy, un universitario de 23 años es un parado. Hace 15 o 20 años era un opositor.

En definitiva, el problema del paro no se puede solucionar sin superar la crisis. Superar la crisis supone la existencia de empresas eficaces. Dichas empresas no se pueden crear por decreto-ley, sino que las crean empresarios con ideas y dispuestos a trabajar y asumir riesgos para llevarlas a cabo. Esta especie empresarial es a la que hay que proteger, al igual que los ecologistas protegen otras especies amenazadas por el entorno. Proteger no quiere decir otorgarles una patente de corso, sino crear un clima social en el que ser empresario con éxito no se llegue a convertir en una vergúenza pública, sin que reciban el mismo tratamiento que otras profesiones que, con el éxito, fruto de su trabajo, alcanzan el reconocimiento social.

Rafael Vinader Serrano es profesor del Instituto de Empresa.

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