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A los 50 años de 'Els problemes de la banca catalana'

ALFONSO ALMENDROSEl autor hace una lectura del clásico libro de Sardà y Beltran sobre la banca catalana, incardinándolo en su momento histórico, esto es, hace 50 años.La falta de especialización y la escasa profesionalización fueron causas principales del fracaso de un sistema bancario de raíz catalana.

En la primavera de 1933, cuando Hitler llegaba al poder en Alemania, en España se planteaba la primera crisis gubernamental del régimen republicano y en Cataluña se iniciaba la andadura del Estatut, se publicó un libro que aún hoy puede decimos y enseñamos muchas cosas. Su título, EIs problemes de la banca catalana. Sus autores eran dos jóvenes economistas que luego desarrollarían una brillantísima trayectoria profesional, académica y de altos consejeros de la Administración: Joan Sardà y Lluc Beltran. Este libro, leído hoy en día, produce una profunda impresión, tanto por la claridad de la exposición como por el diagnóstico que hace sobre la vitalidad y actividades de las empresas bancarias en Cataluña.El volumen era el primer título de las publicaciones del Institut d'Investigacions Econòmiques, dependiente de la Generalitat de Cataluña, y estaba prologado por su director, Josep A. Vandellós. Éste escribía en el prólogo: "la impresión que se saca de su lectura podría parecer, a primer golpe de vista, deprimente. No lo será para los que hayan seguido durante los últimos quince años la decadencia continuada de nuestra banca, que persiste como un hecho imparable ( ... ) Nos encontramos ahora en un momento decisivo, en los inicios de las nuevas libertades catalanas, y tenemos que rehacer todo el sistema económico asentándolo sobre las sólidas bases de la capacidad y la solvencia" (página 6).

Este punto de vista era profundizado también por los autores. La oportunidad histórica que representaba para Cataluña la instauración del Gobierno de la Generalitat era tan importante, que no podía ser desaprovechada. Por ello, Sardà y Beltran desarrollaban minuciosamente el problema de la tesorería de la Generalitat en la segunda parte del libro.

Del Banco de Barcelona al Banco de Cataluña

Pero no era sólo la autonomía lo que propiciaba la aparición de este estudio. La quiebra del Banco de Cataluña, en 1931, había venido a ser un paso más en la nada afortunada historia bancaria de Cataluña. Todos los barceloneses de aquellos años aún recordaban la quiebra del Banco de Barcelona en 1920, donde tantas fortunas se habían visto comprometidas. En realidad eran dos casos difícilmente comparables, ya que en el primero se trataba del resultado de una mala gestión de los directivos, los cuales habían realizado un exceso de operaciones especulativas con materias primas textiles y divisas extranjeras.

En el segundo caso, la decisión del ministro Indalecio Prieto al retirar del banco la tesorería de CAMPSA, en unos momentos de .santa intransigencia republicana", había provocado la falta de liquidez de la entidad. Al Banco de Cataluña, creación de los hermanos Requesens de Reus, se le podía acusar de todo, excepto de actividad especulativa. Esta entidad se había caracterizado por ser un banco comercial que realizaba además (cosa insólita en este país incluso hoy en día) inversiones a largo plazo de tipo industrial. Esta falta de especialización fue precisamente su talón de Aquiles en el momento de la quiebra. Todo un rosario de entidades de menor nombre e importancia acompañaron, en uno y otro caso, a los dos grandes al cementerio mercantil.

Con todos estos precedentes no es extraño que los autores se preguntasen por las características de la vida financiera y bancaria de Cataluña para encontrar sus denominadores comunes. Ya desde el lejano año de 1908, cuando la Societat d'Estudis Económics de Barcelona (entidad fundada al amparo del Foment del Treball y de cuya primera publicación se ha cumplido también este año el 75º aniversario) publicó su encuesta sobre la "Necesidad de crear una banca catalana".

La actividad bancaria en el principado se veía limitada y comprometida a principios de siglo por los anacrónicos hábitos financieros y organizativos de los businessmen catalanes. Su resistencia a utilizar instrumentos de pago negociables -aunque en los años treinta esta resistencia se'liabía corregido en gran parte-,'la ausencia de grandes sociedades anónimas, la confusión entre las figuras del propietario y del directivo, eran sólo algunos de los rasgos que conducían a la decadencia de esta banca, como ya señalaba Francisco Cambó en 1915. Pero no sólo se trataba de un problema de inadecuados hábitos financieros. El Banco de España, actuando en contacto directo con el público, como un banco comercial más, acaparaba buena parte del descuento comercial y de los depósitos. La banca extranjera y la del resto de España representaba también una fuerte competencia. El único camino que quedaba para la banca catalana era el de actuar como una banca de valores, estrechamente cónectada a la actividad del Mercado Libre de Valores de Barcelona.

Reacción en la Prensa

Por desgracia, esta actividad era más aparente que real. A través de operaciones especulativas como la dobla y de otras peculiaridades propias de la actividad bolsística y bancaria de Cataluña en aquella época (cuentas de efectos, la finestreta o ventanilla para colocar valores entre el público, etcétera), que no se daban en el resto de España, se registraba una gran sensación de movimiento de contratación. Pero la realidad era que no se efectuaba la promoción de grandes negocios y empresas. Las grandes emisiones de valores industriales eran colocadas y tuteladas por la banca del norte y del centro de España, aunque se tratara de empresas catalanas.

Al señalar esta actuación, los autores provocaron una airada respuesta en las páginas de La Publicitat. Josep Estragués, en un artículo publicado el 21 de abril de 1933, acusaba a los autores de ignorar el papel educativo del ahorro que habían tenido las tradicionales prácticas bancario-bolsísticas de Barcelona y los retaba a que le señalasen un solo caso donde una crisis bancaria hubiera sido provocada por dichas prácticas. En su contestación, Sardá y Beltran recalcaron el carácter de su análisis: no juzgaban, describían.

Y en verdad era así. Centrando sus conclusiones, los autores llegaban a configurar la escenografía de una banca catalana escasamente concentrada, con una especialización prácticamente nula, una rentabilidad mediocre y una gestión poco profesionalizada.

Por todo ello podían afirmar: "la banca es el nervio regulador de toda la economía, refleja su desarrollo y sus características más acusadas. Esto es una regla general, que no tiene, sin embargo, aplicación exacta en Cataluña" (página 27). Añadiendo en otro lugar del libro: "Es muy posible que hasta ahora (1933) la falta de órganos públicos de ordenación de la vida económica catalana haya ejercido una influencia evidente en la falta de desarrollo en nuestra tierra de estas entidades económicas" (página 80). Hoy en día estas palabras, este libro, continúan aclarando nuestro pasado histórico e iluminando el presente.

es profesor de Política Econérníca en la Universidad Central de Barcelona.

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