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Tribuna
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La profécía de un extranjero

En el verano de 1928 Aliseon Peers, el primer profesor que trajo alumnos extranjeros a Santander, vaticinaba que, un vez modernizados los hoteles y mejoradas las vías de comunicación, Santander habría de tener fama internacional en los veranos. Y formulaba entonces esta pregunta:"¿Cuándo veremos en medio de la ciudad la universidad de Santander dedicada a la memoria de don Marcelino? A un extranjero se le perdona mucho y se me perdonará acaso esta profecía". "Yo espero", añadía, "ver un día la inauguración en Santander de esta universidad que todavía no es más que un sueño".En efecto, fue el Gobierno de la República quien llevó a cabo la creación en la capital de la montafía de una universidad. Tres hombres tuvieron una especial participación en esta idea: Miguel Artigas, fundador en Santander de los cursos para extranjeros de la Sociedad Menéndez Pelayo; Pedro Salinas, sugeridor del proyecto, y Fernando de los Ríos, ministro a la sazón de Instrucción Pública y Bellas Artes, ejecutor del decreto fundacional, dado en Madrid el 23 de agosto de 1932.

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A partir de entonces, aquellos cursos de la universidad internacional de verano, que tenían su marco deactuación en el palacio de la Magdalena, cambiaron en gran medida el carácter veraniego de la ciudad cántabra. "Yo espero", había dicho Fernando de los Ríos en 1932, "que Santander recogerá la idea que le brindamos, espero que no va a faltar la aportación de la ciudad con la del ayuntamiento, ni la aportación de la diputación provincial".

La universidad internacional incorporó los cursol de extranjeros y los especiales de la Casa Salud Valdecilla, y convirtió a S antander en sede de un centro donde, como decía el decreto de fundación, iban a converger enseñanzas de distintos grados. Para este ambicioso proyecto se puso al frente a Ramón Menéndez Pida¡, uno de los intelectuales de mayor prestigio de entonces, quien tuvo a Blas Cabrera como digno continuador. Por las aulas del que fue palacio de los reyes de España, convertido en centro universitario por la República, han desfilado en los veranos la mayoría de los representantes españoles de la intelectualídad de la ciencia y del arte. Santander fue, a partir de este momento, la capital de la cultura en la época estival, carácter que no perdió ni aun en los años grises de la dictadura, en que muchos profesores se negaron a asistir a los cursos organizados por un régimen en el que no había libertad de expresión. En Santander quedaba, pues, escrita toda una historia creada en tomo a la uffiversidad con el recuerdo de 'los hombres que la frecuentaron: Ortega y Gasset, Marañón, Zubiri, Hugo Obermaier, Dámaso Alonso, Miguel de Unamuno, Federico García Lorca y La barraca, y una nómina abundante de profesores extranjeros.

Ahora los veranos santanderinos se quedarían limitados a la riqueza del paisaje si faltara el carácter intelectual y docente de su universidad, que lleva el nombre de Menéndez Pelayo.

La capital de Cantabria se ha convertido en esos meses en lugar de reencuentro cultural y en tribuna de información de escritores y políticos. Esto ya no tiene nada que ver con la vieja estampa del turismo decimonónicoque retrató Pereda en sus tipos transhumantes. Cantabria, gracias a su uníversidad de verano, representa, como deseaba Fernando de los Ríos, "una flor en la vida cultural del país".

Benito Madariaga es escritor y cronista oficial de la ciudad de Santander.

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