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Las reclusas de Yeserías piden más centros de rehabilitación de toxicómanos

Rosa Rivas

Unas cuarenta internas de la cárcel de mujeres de Yeserías manifestaron su descontento por la falta de centros de asistencia gratuita para toxicómanos y su interés por la reforma del Código Penal español y la posible desaparición de la ley de Peligrosidad Social, en el transcurso de una conferencia sobre toxicomanías que pronunció el pasado miércoles Silvia Escobar, primera impulsora en España de Amnistía Internacional y actual directora de servicios sociales de Cruz Roja.

"He venido a hablar de un tema de salud, de una enfermedad autoinfligida", dijo Silvia Escobar, ante un auditorio de rostros pálidos, silenciosos, bastante jóvenes y un tanto escépticos acerca del tratamiento de las drogodependencias. La conferenciante fue invitada por Rosalía Flor, la directora de dicho centro penitenciario de Madrid -con treinta toxicómanas de una población de 230- y, a petición de las reclusas, especialmente las conocedoras en propia piel de alguna toxicomanía, hizo un repaso de las drogas (incluyendo fármacos, alcohol y tabaco), de sus efectos, de las terapias para superar la dependencia de ellas y de los centros españoles de rehabilitación."Mientras que no haya centros adecuados de asistencia a drogadictos, ¿por qué se nos sigue metiendo en prisión?, el síndrome de abstinencia te lo comes en la celda", "si no es a la cárcel nos mandan al psiquiátrico, y los toxicómanos no somos locos por sistema", "¿de qué sirve que haya un centro gratuito si hay que esperar días y días para que te atiendan porque está a tope? si no te atienden cuando realmente lo necesitas, pues vuelves y te picas otra vez", dijeron las reclusas en el coloquio, que perdió su inicial tono silencioso para convertirse en polémico cuando surgió el tema de la dependencia del hachís y luego otras cuestiones como las vías de reinserción o la figura real del drogadicto: ¿delincuente?, ¿enfermo?, ¿traficante?

"Es mentira que el chocolate cuelgue, el paso de una droga a otra es un problema cultural", "no todo consumidor es un traficante", alegaron las mujeres, claramente molestas por su actual situación de no poder elegir ellas mismas un tratamiento en caso de tener drogadicción. "Está claro que con pelas se pueden arreglar mejor las cosas", fue una frase ampliamente repetida, a la que Silvia Escobar respondió afirmando que "la vida no es fácil ni divertida, ni siquiera en situaciones de privilegio".

Derrotismo y desconfianza

En su mayoría, las reclusas hicieron gala de una actitud derrotista con respecto a las soluciones de drogodependencia extremas y de una desconfianza hacia la voluntad acogedora de la gente ante el toxicómano que quiere salir de su condición. "El cuelgue de heroína es una ruina en todos los sentidos", afirmó una reclusa no sin cierta ironía. "Cuando se entera la familia de tu problema ya es tarde", dijo otra, y siguió la sucesión de opiniones negativas. "El sujeto drogadicto ya no tiene cabida en la sociedad", "¿cómo vas a salir del círculo de la droga si recibes invitaciones por todas partes? Mientras haya cosas, las tomas; si no las hay, te aguantas. Es un problema de mercado, de los grandes traficantes. ¿Y quiénes son, por qué no los pillan?, ¿qué hace la policía con la droga que confisca?".Ante el cúmulo de desesperanzas, la conferenciante insistió en que la drogodependencia es curable, que "no hace falta consumir drogas para reírse ni para estar enamorado", aunque "no puedes obligar a nadie a dejar la droga si no lo desea". En cualquier caso, dijo, "es más importante abandonar la droga que analizar por qué se ha llegado a ella. El adicto se debate en una ambivalencia, fomentada por el aspecto placentero del consumo, de querer y no querer dejar el producto". No obstante, parece que esto se plantea incluso como algo obsesivo entre los drogadictos. En las entrevistas que Silvia Escobar mantuvo con las reclusas antes de su conferencia y los planteamientos en ella de las participantes, la pregunta de "'pero de verdad ¿se sale?" fue constante.

Interés por lo legal

Una de las asistentes al coloquio, que se definió como "enferma no drogadicta", indicó a sus compañeras que, "al final, siempre puedes salir. He estado 27 meses intentando suicidarme, porque no podía más, y llevo un mes sin proponérmelo", y señaló que estaba entretenida con cuestiones tan simples como contribuir al arreglo de su pabellón. "La cuestión es qué haces cuando sales de un centro, en qué te ocupas", comentaron varias chicas, envueltas también en el interés general por los aspectos legales del consumo de drogas en España, por las innovaciones que en este sentido pueda introducir la reforma del Código Penal y, especialmente, por la ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, "a ver cuándo la quitan".Estas reacciones, a juicio de Silvia Escobar, "demuestran la necesidad de mantener una atención sistemática hacia lo que les preocupa a los colectivos necesitados, como el recluso". Pone, asimismo, énfasis en trabajar a fondo los temas que se atienden. "No hay que ir de turista. Hay que pensar que nos puede afectar en cualquier momento una situación conflictiva, de marginación".

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Sobre la firma

Rosa Rivas
Periodista vinculada a EL PAÍS desde 1981. Premio Nacional de Gastronomía 2010. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Master en Periodismo Audiovisual por Boston University gracias a una Beca Fulbright. Autora del libro 'Felicidad. Carme Ruscalleda'. Ha colaborado con RTVE, Canal +, CBS Boston y FoolMagazine.

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