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Tribuna
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El salón de los Queen no se queda vacío

Con la desaparición de Frederic Dannay mueren las dos mitades de Ellery Queen. "Ellery: escritor y detective aficionado. Un metro ochenta, hombros cuadrados y cintura flexible. Los lentes que cabalgan sobre su nariz añaden una nota inesperada a su atlética silueta; los rasgos delicados y los brillantes ojos revelan al idealista antes que al hombre de acción".Su padre, Richard Queen, es un inspector de policía que comparte con Ellery no sólo el mismo apartamento en la calle 87 del West Side en Manhattan, sino también multitud de casos criminales. Ambos surgieron por primera vez a la luz pública en El misterio del sombrero de copa (1929), novela escrita aparentemente por el propio Ellery, pero que ocultaba a dos autores, primos entre sí: decían llamarse Manfred Lee (muerto en 1971) y Frederic Dannay, a quien entierran hoy mismo.

Pero los verdaderos padres de Ellery Queen tampoco se llamaban así: sus nombres eran Man ford Lepofsky y Daniel Nathan descendientes de judíos polacos. El carnaval de sus firmas no acaba aún: también utilizaron el seudónimo de Barriaby Ross para cuatro enigmas resueltos por Drury Lane, actor shakespeareano retirado en un castillo isabelino -sobre el río Hudson- al que ha bautizado Hamlet.

Ahora muere la otra mitad del misterio. Pero, ¿se ha quedado verdaderamente vacío el salón de los Queen?

La tierra de Criminalia

Autores policíacos que escribieron a medías hay bastantes: Stuart Palmer y Craig Rice, Maj Sjöwall y Per Waliloo, Webb y Wheeler (Patrick Quentin), Boileau-Narcejac... En casi ningún caso se conoce verdaderamente su método de colaboración, aunque los Queen decían que no colaboraron jamás, sino que en cada novela se dedicaron a competir el uno con el otro. Dato interesante para esta colaboración guerrera es el de que uno vivía en Nueva York y el otro en Connecticut.

Escritores con seudónimo hay también muchísimos: A. A. Fair (Erle Stanley Gardner), los propios Quentin, Carter Dickson (Dickson Carr), Ross MacDonald (Kenneth Millar) y Cornel Woolrich, llamado verdaderamente William Irish... ¿O es William Irish, llamado verdaderamente Cornel Woolrich?

Disculpen mi duda. No la hay ya en el caso que nos ocupa: en el salón de los Queen, a partir de esta fecha, el único ser real es el ente de ficción y el seudónimo que hizo famosos a sus autores hoy desaparecidos. Ellery Queen es ya lo único vivo del juego de caretas, nombres y disfraces.

Lee y Dannay editaron una de las revistas detectivescas más famosas del mundo, que también se publicó en España. Su personaje fue estrella en la televisión norteamericana. También fueron excelentes antólogos y teóricos del genero. En el salón de los Queen se llama su mejor ensayo (editado por Plaza y Janés en 1963 y hoy inencontrable), donde sitúan a Poe como diseñador del mapa de Criminalia, esa tierra de acción, emociones y estímulo mental.

El vivísimo fantasma de Ellery está para siempre instalado en ese país de ficción, desentrañando ataúdes griegos, cadáveres fugitivos y cruces egipcias.

Década prodigiosa

Chabrol llevó al cine su Década prodigiosa, con Orson Welles. Quizá fue verdaderamente prodigiosa para la literatura policiaca anglosajona la década que comienza en los años treinta con Ellery Queen, y que incluye nada menos que a Hammett, Chandler, Chase, Rex Stout, etcétera.

El albatros es una novela de Charlott Amistrong, hija, aunque no contemporánea, de la década citada. Su autora la dedica a Frederic Dannay, por razones misteriores. Se ha especulado con posibles motivos eróticos de esa dedicatoria, pero la gratitud bastaría: como dice César E. Díaz, todos los novelistas policíacos deben a Ellery Queen mucho más que sus novelas, el constante interés que ambas mitades demostraron siempre por el género.

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