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Reportaje:

La Antártida, telón, de fondo de las Malvinas

Las directrices del Tratado Antártico convierten al continente en un gigantesto laboratorio de las ciencias físicas y políticas.

La virtualidad de que la ocupación argentina de las islas Malvinas pudiera ser un primer paso para reforzar la posición reivindicativa de Buenos Aires sobre la parte del continente austral cuya soberanía reclama ha sido manejada por las analistas como uno de los móviles de la acción militar. Tal análisis se basa en el contencioso que tres de los siete países que reclaman territorios en la Antártida mantienen. sobre la porción que comprende a la península Antártica, en la que hay mayor número de estaciones.Gran Bretaña reclama la fracción inscrita entre: los meridianos 20 y 80 de longitud oeste, completamente superpuesta a la reivindicación argentina, entre los 25º y 74º, y parcialmente sobre la reclamación chilena, que va de los 53º los 90º, territorio que también se solapa con el reivindicado por Argentina. Londres no tiene ninguna duda sobre a quién corresponde la soberanía sobre la fracción en disputa y así lo manifestó recientemente Charles Swithinbank, director de la división de ciencias terrestres de la British Antartic Survey (BAS). "El BAS ha realizado el 9551 de las investigaciones geológicas en la península desde que Gran Bretaña oficializara su reivindicación en 1908, 34 años antes que Argentina y 32 antes que Chile", dijo hace unos días durante una reunión de la Real Sociedad Geográfica en Londres.

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Para los argentinos tal pretensión no tiene ningún valor, pues establecen sus derechos de soberanía territorial a partir de la proyección hacia el sur de los límites este y oeste del país, marcado el primero por las islas Sandwich del Sur, también ocupadas por Argentina el 3 de abril. Tanto Argentina como Chile intentan reforzar sus pretensiones mediante la inclusión en sus mapas oficiales de la porción antártica reclamada y las visitas llevadas a cabo por sus mandatarios.

Argentina ve en la actualidad muy comprometida su reclamación ante la actitud tomada por los otros países asentados en el continente, que comienzan a reconocer la reivindicación británica, y esa es, según los referidos analistas, una de las razones que pudiera haber impulsado a la Junta Militar argentina a pretender imponer sobre la cuestión una política de hechos consumados.

El Tratado Antártico

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Desde que en 1820 el navegante ruso Fabian Gottlieb von Bellingshausen descubriera el continente austral hasta 1959, año en que se firmó el Tratado Antártico, fueron constantes las controversias generadas por reclamaciones territoriales de diferentes países, consecuencia de las oleadas de aventureros-investigadores que se dirigieron hacia el sur para explorar el más hostil de los continentes.

Tras los exploradores, aunque no en todos los casos, venían las reivindicaciones territoriales realizadas por los Gobiernos. Entre 1908 y 1942 siete países -Argentina, Australia, Chile, Francia, Gran Bretaña, Noruega y Nueva Zelanda- hicieron declaraciones oficiales de soberanía sobre el sexto continente esgrimiendo razones de proximidad geográfica, en unos casos, o derechos contraidos por la exploración, en otros.

En 1957-1958 con motivo del Año Geofísico Internacional se abrió una vía a la cooperación científica en el Polo Sur que cristalizó al año siguiente con la firma del Tratado Antártico, suscrito por doce países: los siete que mantenían reivindicaciones territoriales más Bélgica, Estados Unidos, Japón, Suráfrica y la Unión Soviética.

Los doce artículos que lo integran, en vigor desde el 23 de junio de 1961 y por un período de treinta años, establecen que a partir del paralelo 60 de latitud sur se crea una zona desnuclearizada abierta a la cooperación científica internacional en la que, sin que se extingan las reivindicaciones territoriales establecidas, se prohiben otra nuevas y se determina que "ninguna acción que se desarrolle duran te la vigencia del presente tratado constituirá fundamento para ratificar, apoyar o denegar reclamaciones sobre la soberanía territorial". Además, el artículo once establece que será el Tribunal Internacional de Justicia el que falle las disputas territoriales que no hayan sido solucionadas mediante negociaciones pacíficas entre las partes.

Cualquier país puede adherirse al Tratado y así lo han hecho desde entonces Polonia (1961), Checoslovaquia (1962), Dinamarca (1965), Holanda (1967), Rumanía (1971), República Democrática Alemana (1974), Brasil (1975) e Italia (1980), pero la condición de miembro de pleno derecho, con poder de veto, sólo la ha conseguido, como consecuencia de un intenso plan investigador, Polonia (1977), que así se convirtió en el decimotercer miembro del club Antártico.

España, hasta ahora ausente en la Antártida, tiene previsto enviar a finales de año, en el verano austral, una expedición científica organizada por la asociación España en la Antártida con la participación del Instituto Oceanográfico.

Actualmente el problema que suscita el Tratado es el de la explotación de las riquezas que se ocultan bajo el hielo (recursos no renovables) y las que se hallan en el mar (recursos renovables, en especial el krill). La mayoría de los países de las Naciones Unidas, y con voz más airada los del Tercer Mundo, ya han hecho saber que rechazan los privilegios autoconcedidos por el selecto y exclusivo club de los trece. Las riquezas del sexto continente, dicen, son un patrimonio de la Humanidad.

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