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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Primero de Mayo y crisis económica

LA FESTIVIDAD del Primero de Mayo remite a la época en la que el movimiento obrero pugnaba por organizarse sindical y políticamente y en la que las luchas de los asalariados para alcanzar metas simplemente humanas recibían como única respuesta la resistencia de los empresarios y las medidas represivas del aparato estatal. Desde el sangriento acontecimiento hoy conmemorado -la matanza de Chicago el 1 de mayo de 1886- hasta las sociedades de nuestros días, se extiende una historia salpicada de movilizaciones y huelgas y caracterizada por el fortalecimiento del movimiento sindical, la diversificación del. mundo laboral, la elevación del nivel de vida. de los asalariados, el surgimiento de partidos políticos comprometidos con los trabajadores y la formación de gobiernos y, mayorías parlamentarias de signo socialista. En congruencia con las transformaciones producidas a lo largo de casi un siglo, el Primero de Mayo no es ya, en los países industrializados de régimen democrático, una conmemoración reivindicativa condenada a ejercer o a padecer la violencia, sino una fecha para la reafirmación de los derechos conquistados y para la postulación de metas y objetivos aún pendientes.En España ese cambio de tono comenzó a ser posible con el proceso de reforma que desembocó en el sistema constitucional. Establecido éste, y quizá por un curioso efecto de rebote, la legalización de los partidos obreros y de las centrales sindicales y la protección oficial a las manifestaciones del Primero de Mayo ha producido una cierta inhibición de los convocados a las reuniones y desfiles pacíficos. Como si la desaparición del riesgo -en muchas ocasiones físico- y el carácter institucionalizado de la conmemoración privara de alicientes a su celebración.

Ese relativo enfriamiento de la participación popular en las manifestaciones del Primero de Mayo es un síntoma del desconcierto de sectores de trabajadores ante las transformaciones producidas durante estos últimos años. Las pautas del movimiento obrero de la década de los sesenta se hallan en una seria crisis sin que se vislumbre, por el momento, una salida a los nuevos desafíos. Las movilizaciones de hace ocho, diez o quince años para conseguir incrementos salariales han perdido significado como consecuencia del crecimiento del desempleo, el carácter prioritario de la defensa del puesto de trabajo y la evidencia de que la muchas empresas carecen de los márgenes de ganancia y de los horizontes de ventas necesarios para conceder. los aumentos solicita dos y repercutirlos de inmediato en los precios. Tampoco las huelgas poseen ya aquel contenido explícita o implícitamente politizado que les confería la legislación del franquismo.

La conciencia de que los incrementos nominales de los salarios puede significar no sólo mayor paro en el resto de la sociedad sino también un descenso de ingresos reales para los propios trabajadores empleados ha sido una de las grandes contribuciones del movimiento sindical a la lucha contra la crisis económica. Así mismo, los esfuerzos de UGT y Comisiones Obreras para encauzar los impulsos de sus afiliados o simpatizantes hacia posiciones negociadoras y no testimonialmente reivindicativas son una contribución a la modernización y racionalidad del sistema de relaciones laborales dentro de nuestro país. Por esa razón, es perfectamente legítimo que, en este Primero de Mayo, los trabajadores dirijan sus esfuerzos hacia objetivos peculiarmente políticos. Que las manifestaciones de hoy incluyan entre sus consignas la defensa de la democracia y del régimen de libertades y el rechazo de las amenazas del golpismo y el terrorismo es el mejor indicio de la conciencia cívica de sus organizadores. No parece, en. cambio, que los nuevos rumbos apuntados por el aparato político-administrativo que dice hablar en nombre de los empresarios españoles estén a la altura de esas actitudes de sentido común y moderación que la situación del país exige y que las centrales sindicales han tratado de hacer suyas. La madurez del movimiento obrero español puede apreciarse en sus esfuerzos por sustituir los análisis simplistas y los dicterios contra el patrón o los ricos por un intento de comprender los mecanismos estructurales que subyacen ala crisis económica y que se manifiestan en una reducción del empleo y una disminución de la capacidad adquisitiva de numerosos sectores de trabajadores. Sería grave que una demagogia de signo opuesto, que aflora con frecuencia en las declaraciones de algunos representantes de las organizaciones empresariales, hiciera renacer en el movimiento obrero las posturas crudamente testimoniales. Y quizá desde este punto de vista, al que habría que añadir la manipulación caciquil y electoral de que está siendo objeto el tema, podría contemplarse hoy la evolución del vidrioso asunto de Presur. Connotaciones humanas al margen, ningún político ni líder sindical puede desconocer el hecho de que lo que se pide, desde el encierro y la huelga de hambre, es una inversión de miles de millones del erario público -fruto del esfuerzo de los españoles-. Los políticos, tanto del gobierno como de la oposición, los líderes sindicales y los empresarios en la sombra que avivan el fuego de esta discordia deberían reconocerse a sí mismo el poco pacto y la nula sinceridad con la que están abordando el tema. No se puede decidir un proceso de industrialización de un país a base de encierros y de huelgas de hambre. Y sucumbir a este tipo de presiones es hacer electoralismo barato, almtiempo que se trabaja a medio y largo plazo contra los propios intereres de la clase trabajadora. Este es un país con dos millones de parados más varios cientos de miles más que no encuentran su primer empleo. La peor de las recetas para resolver el problema es la de pretender mantener el modelo de crecimiento franquista, que nos lleva a la bancarrota segura y al seguro enriquecimiento de los especuladores -animadoress por otra parte de toda clase de golpismos-. Un día como hoy bien merece esta meditación, de la que deben deducirse soluciones válidas y justas para el drama humano de los mineros de Extremadura pero sin emprender senderos que amenacen con perpetuar y acrecentar el propio drama multiplicado de los millones de parados de este país.

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