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Reportaje:

Los maestros de la pintura catalana, reunidos en una exposición antológica abierta en el palacio de Pedralbes

Una muestra de los maestros de la pintura catalana de los últimos treinta años del pasado siglo y de los cuarenta primeros de éste se ha presentado en una exposición que se celebra en el palacio de Pedralbes, de Barcelona, desde el pasado día 15 de abril y hasta el 20 de mayo. Son 228 cuadros provenientes de la colección privada de Josep Sala, ahora propiedad del museo de la abadía de Montserrat. El monasterio y una entidad de ahorro son los promotores de esta primicia artística, muestra del arte catalán contemporáneo.

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La virtud pública de las colecciones privadas

Josep Sala, coleccionista vocacional entusiasmado por el arte de su tiempo, reunió un importante número de obras pictóricas y de escultura catalanas. Al morir, cedió dicha importante colección al museo de Montserrat, en el que quedarán expuestas. Antes de dar a conocer el fondo completo de la donación Sala, se ha querido presentar en el marco del palacio de Pedralbes la exposición de maestros de la pintura, que comprende figuras cumbre de los últimos treinta años del siglo pasado y los cuarenta primeros del presente.El legado de Josep Sala consta de 228 pinturas, de las cuales nueve son antiguas. Entre estas últimas, una madonna del siglo XV, una probable Santa María Magdalena de El Greco y un interesante dibujo de Alonso Cano. El resto son obras catalogadas entre la pintura catalana del siglo XIX y XX.

El Casas joven y la síntesis de Nonell

Cuatro autores son los pilares básicos de la exposición: Rusiñol, Casas, Nonell y Mir. Santiago Rusiñol tiene cuatro obras parisienses, tres de las cuales son vistas de la ciudad tomadas en 1890, y la cuarta, una instantánea de un café bohemio. Sobresalen el tema literario de Una nube de verano. Los dos temas de Sitges, la vista cegadora del Generalife y, como testimonio de la decadencia, la visión fantasmagórica de un cementerio valenciano de 1920.Casas es el pintor mejor representado de la exposición, con veintiún cuadros, cuatro de ellos autorretratos. Entre ellos se encuentran al Casa! joven de Plaza de Iodos de la Barceloneta; el Casas interesado en la Escuela de Olot, con su Mainada de Pages; el Casas clásico, que penetra en la profundidad de la psicología femenina, jugando con la modelo con una simplicidad máxima y cuyos resultados son fascinantes, ahí está Madeleine la ausente a la hora del baño (1895), Después del baile y La Purísima. Pero también está representado el Casas más amanerado, incansable repetidor de la modelo, y el Casas de La religiosa.

En los trece cuadros de Nonell se recoge la síntesis de un artista tan revalorizado actualmente. El Nonell que se complace en pintar patios de paredes misérrimas se presenta con un cuadro poco conocido, Un pobre vailet (Un pobre chico). Una simple higuera recoge la época de la Colla del Safra (Grupo del azafrún), y una visita urbana, su estancia en París. Merecen una especial atención sus obra Esperando la sopa y Playa de Pekín de 1899 y 1901, respectivamente En esta última consigue una perfecta entonación de grises y rosa dos. Sobre ocho gitanas de diferentes épocas se constata la evolución del estilo de Nonell: la in fluencia de la estampa japonesa, el tenebrismo y la progresiva claridad de las tonalidades.

Ausencia de la historia

De Joaquín Mir hay trece obras fundamentales. La muestra se inicia con la época de Madrid y de Mallorca, sigue con el posmodernismo, presente en distintos paisajes, y finaliza con la época del Mir, maestro del color, propia de Alforja.De la Escuela de Olot ocupan un buen lugar Vayreda, el extraordinario cuadro Aplec, de Berga (1886); El paseo de la fuente de San Roque, de Galwey (1899); por último, los temas de Josep Cusachs y Francesc Gimeno.

La colección prescinde de la pintura histórica y religiosa. Se encardina hacia el paisaje y la figura, géneros clásicos. En la colección faltan, sin embargo, los paisajes crepusculares de Modest Urgell, las obras de Masriera, los discípulos de Fortuny y el tono simbolista o esteticista de Gual o Alexandre de Riquer, hoy tan apreciados.

El bloque central de la exposición se acompaña de otros autores relacionados con el ambiente artístico de Barcelona, como Darío Regoyos, y de diferentes obras insoslayables, como los dos cuadros primitivos de Picasso, el Brollador, de Joaquín Sorolla, las obras de Zuloaga, Suñer entre los noucentistas, Torres García, Hugue, Ricard Canals, Nogués y el Grupo de las Artes y los Artistas.

Un balance diacrónico de la exposición observa un tono elevado hasta el noucentismo y ribetes inferiores en las obras -salvando excepciones-, posteriores al año veinte. En este cielo no se tiene un sentido de la perspectiva histórica ni de la crítica trascendente, lo que manifiesta desde otro ángulo la realidad del momento en que se efectuó la adquisición de obras.

Contrasta con la calidad de las obras expuestas las deficiencias en el terreno de la información al visitante sobre las obras. No hay por el momento ni siquiera un catálogo a disposición de los asistentes, lo cual es inconcebible a efectos de seguir la entidad de las obras.

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