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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El Salvador y la vitalidad democrática

Los ejemplos, según ella contrapuestos, de El Salvador y Nicaragua originan a Jeane Kirkpatrick, embajadora de Estados Unidos en la ONU, esta reflexión sobre la concepción democrática de la sociedad de los dirigentes salvadoreños, que han organizado elecciones "libres" y "limpias", y la ideología totalitaria de la dirección sandinista nicaragüense que por un lado afirma que el pueblo ya votó en la revolución aunque sostiene también la necedidad de "reeducarle" antes de permitirle acercarse a las urnas.

Lo que realmente se debate en América Central son dos concepciones de la organización de la sociedad o, si se quiere, dos ideologías: una democrática y otra totalitaria.De una de ellas -la democrática- son exponentes las elecciones celebradas el 28 de marzo en El Salvador, mientras que el sistemático rechazo de las elecciones por parte del régimen de Nicaragua lo es de la otra concepción: la totalitaria.

Esas elecciones, con su enorme participación de votantes, han constituido un tributo al pueblo salvadoreño y a la vitalidad de la idea democrática.

¡Qué aplomo, qué valor y resolución ha demostrado ese pueblo! Pese a las posibles acciones de violencia masiva en, los colegios electorales y a la amenaza de represalias de las fuerzas guerrilleras contra los votantes, los salvadoreños acudieron a las urnas en una proporción insólitamente elevada. ¿Por qué obraron de esta manera?

Hace poco publicaba el Wall Street Journal una entrevista con uno de esos votantes, Ana María de Martínez, que fue de las personas que pensaron que acudiendo muy temprano al colegio electoral se evitaría las aglomeraciones.

Esta mujer, madre de dos hijos, se dirigió al Instituto Técnico Nacional, donde se hallaba su mesa de votación, a las cinco de la mañana. Pero resultó que ya se había concentrado allí numeroso público, de manera que a las nueve todavía le faltaban dos manzanas de cola para llegar a la entrada del colegio.

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"Esperaré todo el día si es preciso", decía la mujer, abanicándose la cara con el bolso. "Si resulta que el resto del mundo ha tomado decisiones sobre El Salvador, ahora me toca a mí".

Equivocación

Algunos habían dicho que en El Salvador no podrían realizarse unas elecciones libres y limpias. Se equivocaron.

Pero había otros que estaban por principio contra las elecciones, pues las veían como un instrumento de la burguesía y una falsa representación de la voluntad popular, voluntad cuya mejor expresión era la lucha armada. Esta idea de que es mejor el arma que la urna la sostienen en El Salvador las diversas facciones guerrilleras que se coordinan en un frente que, coherentemente, lleva el nombre de Farabundo Martí, el que fue comunista salvadoreño.

Uno de estos guerrilleros, la comandanta Ana Guadalupe Martínez dice, según palabras que se citan en un número de la revista The Economist, que "las elecciones están para ratificar a un Gobierno popular... Si hay unas leyes que representen al pueblo, las elecciones no son tan importantes".

La idea de que la voluntad popular se expresa mejor a través de una elite revolucionaria que a través de unas elecciones libres es, por supuesto, uno de los dogmas fundamentales del leninismo.

Voluntad del pueblo

Y esto está en contraposición absoluta con el artículo 21 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que afirma que: "La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual, y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto".

El Frente Nacional de Liberación Farabundo Martí (FNLFM) no es el único elemento actuante en la política centroamericana que se opone a las elecciones libres tal y como se definen en el artículo 21 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La dirección sandinista se opone también a tales elecciones. En efecto, ésta ha calificado a las celebradas en El Salvador como "una negación absoluta de la democracia y la civilización". No siempre la dírección sandinista se había expresado así.

Un mes antes de ganar el poder, en junio de 1979, cuando aún trataban de lograr adeptos, los sandinistas prometieron a la Organización de Estados Americanos que convocarían elecciones libres cuando llegaran al poder. Sin embargo, una vez en él, renegaron en seguida de su promesa.

Consolidación sandinista

En la primavera de 1980, los sandinistas consolidaron su control del Consejo de Estado, ampliándolo y llenándolo de partidarios suyos para asegurarse una mayoría permanente. En julio de 1980, el ministro de Defensa sandinista, Humberto Ortega, anunciaba que no habría necesidad de -lecciones, dado que el pueblo ya había votado durante la revolución. Se dijo entonces que no podrían celebrarse elecciones hasta jue el pueblo no se hubiera reeducado.

Al mes siguiente, en agosto de 1980, Humberto Ortega anunciaba que las elecciones se aplazarían hasta 1985. Aun para entonces se ¡firmaba que no se trataría de más elecciones burguesas -lo que equivale a decir unas elecciones como las invocadas en la Declaración Universal-, sino más bien unas elecciones populares, en las cuales, en palabras del ministro del Interior, Tomás Borge, el poder "no se pondría a suerte". Y entretanto no serían permitidas "actividades de proselitismo" en favor le ningún candidato, ni discusiotes de candidaturas hasta que un organismo gubernamental que no se crearía hasta 1984 procediese a a proclamación oficial de candilatos. Las violaciones de tal disposición se castigarían con penas de tres meses a tres años de prisión.

Mientras tanto, se ha alentado a las milicias civiles a intimidar a la oposición. El MDN y los socialdemócratas, dos de los principales partidos de oposición nicaragüense, han sido repetidamente víctimas de una violencia semioficial de masas.

En un discurso pronunciado en otoño pasado, Humberto Ortega afirmó que el régimen sandinista está "guiado por una doctrina científica, el marxismo-leninismo", y amenazó con colgar a los detractores de la política del régimen "en las calles y caminos de la República".

Escasos días después de aquello, cuatro dirigentes empresariales nicaragüenses, que habían firmado una carta protestando por aquel discurso, fueron detenidos y sentenciados a siete meses de prisión.

La descripción que los sandinistas hacen de las elecciones es un aspecto de una política más amplia de revolución basada en el engaño. Han aparentado ser demócratas.

Durante mucho tiempo pretendieron ser demócratas. Durante mucho tiempo alegaron que no eran marxistas-leninistas, y ahora pretenden que no hay contradicjión entre el sandinismo y el marxismo-leninismo.

Nacionalismo

Como saben quienes conocen la historia de Augusto César Sandino, su nacionalismo provocó sospechas y críticas entre los partidarios de la sumisión al llamado internacionalismo de Moscú. Su deseo de una soberanía absoluta, de un país libre y de dejar la solución de los problemas económicos y sociales a la decisión democrática fue rechazado, naturalmente, por los comunistas, que calificaron esa aspiración de burguesa y contrarrevolucionaria.

Los ataques de los comunistas contra Sandino comenzaron cuando se encontraba en México.

Al negarse a ajustar la lucha que desarrollaban con el lema de "patria y libertad" a los planes de los comunistas mexicanos, el secretario general del Partido Comunista mexicano lo tachó de traidor y lo denunció hasta su muerte.

Resulta especialmente instructivo, a la vista de las diferentes actitudes que se dan hoy en El Salvador y Nicaragua respecto de las elecciones libres, contrastar las opiniones de Sandino con las de José Agustín Farabundo Martí, el dirigente del Partido Comunista de El Salvador, que se unió a la lucha de Sandino durante algún tiempo y que al final fue apartado de las filas de Sandino a causa de su ideología comunista.

"Mi ruptura con Sandino", diría después, se produjo "porque él no quería abrazar el programa comunista que yo defendía. Su bandera era sólo la de la independencia, de la emancipación y no perseguía los fines de la rebelión social". Años más tarde, esta explicación fue confirmada por el propio Sandino, que dijo que en varias ocasiones se hicieron intentos para torcer la naturaleza de este movimiento de defensa nacional y convertirlo en una batalla de carácter social. Yo me opuse a ello con todas mis fuerzas".

En este esfuerzo por consolidar un poder totalitario en el propío país e hipotecar la independencia nacional de Nicaragua a la Unión Soviética y Cuba, el régimen nicaragüense entronca plenamente con la tradición de Farabundo Martí.

Sus descendientes, actuando en esa tradición, intentaron sin éxito sabotear por medio de la violencía las elecciones libres en El Salvador y adoptarían, de llegar algún día al poder, la misma actitud hacia las elecciones libres que los que se hacen llamar sandinistas han adoptado en Nicaragua.

Jeane Kirkpatrick es embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas.

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